Capítulo 12

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Cristianno

Cuando finalmente regresé a Nueva York, había pasado más de una semana desde la última vez que vi a Megan. Mientras estuvimos separados nos llamamos un par de veces, pero hablábamos sólo durante unos minutos. Jamás preguntamos dónde estábamos o qué estábamos haciendo, por lo tanto todo era más fácil. Ninguno tenía la obligación de darle explicaciones al otro.

La distancia fue buena para nosotros, porque a ambos nos permitió reflexionar sobre lo que había ocurrido. Tener espacio para respirar, descansar e incluso extrañar es necesario, casi vital para que una pareja sobreviva.

Sin embargo, llega un momento en el cual ya deseas volver a casa.

Sujetando mi mochila al hombro, bajé del ascensor y caminé por el extenso pasillo del edificio. Cuando giré en la esquina, Megan también estaba ahí, justo frente a la puerta de nuestro departamento.

Tan pronto como me vio, ella sonrió ampliamente. En su rostro no habían rastros de estar fingiendo, realmente estaba feliz. No pude evitarlo, le devolví la sonrisa al instante, hechizado por sus ojos grises.

- Hola– Saludó, ladeando la cabeza–

- No esperaba encontrarte aquí– Comenté, alzando una ceja–

- Yo tampoco, supongo que a ambos se nos ocurrió la misma idea– Indicó, guiñándome un ojo–

Megan se encogió de hombros, misteriosa.

Recorrí el resto del pasillo, sacudiendo la cabeza con resignación mientras buscaba las llaves del departamento en mi bolsillo. Giré la llave en la cerradura y la puerta se abrió. Megan entró primero, dejando su mochila en el suelo junto al sillón.

Coloqué la mía en el mismo lugar, dirigiéndome al armario donde guardábamos las botellas de vino. Megan se dirigió a la cocina, donde depositó las bolsas con las compras que había hecho. Abrió el refrigerador y empezó a ordenar, separando los ingredientes que necesitaría para cocinar.

- ¿Has hablado con Dmitri últimamente?– Interrogué, distraído–

- Sí, pero sólo por mensaje, me informó que el cargamento de Hassan ya llegó a su destino– Indicó, asintiendo con la cabeza–

- Genial, pensé que se tardarían más tiempo en enviarlo– Comenté, expectante–

- Bueno, digamos que los presioné un poco para que se apresuraran– Musitó, mordiéndose el labio–

- No me sorprende– Bufé, soltando una carcajada–

Serví el vino en dos copas y le entregué una a Megan.

Decidí abrir las ventanas para que el aire fresco de la noche ingresara en el departamento y ventilara las habitaciones. El piso había estado cerrado por tantos días que el ambiente estaba impregnado con un aroma extraño, deshabitado.

Cuando regresé a la cocina, Megan ya había servido la comida en los platos y se estaba lavando las manos. Me senté en la mesa frente a ella, sirviéndonos otra ronda de vino en nuestras copas. Tal vez era el hambre o el agotamiento, pero el caso es que prácticamente devoramos la cena en unos minutos, sin mencionar una palabra.

Nos miramos fijamente a los ojos, con los platos vacíos entre nosotros.

Finalmente había llegado el momento de conversar lo que ocurrió, ahora que nuestro temperamento estaba frío y nuestras mentes procesaban cada pieza de información por medio de la razón, no por los sentimientos. Quién hablaría primero era un enigma, pero tarde o temprano uno de los dos tendría que romper el silencio: ya sea para disculparse o escupir algún insulto.

Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora