Capítulo 23

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Kumiko

Para que una niña huérfana pueda sobrevivir en las calles de Shanghái, es fundamental saber mentir hasta el punto de engañarte a ti misma. Esa habilidad fue la llave que me abrió las puertas a la Tríada, el mundo que me enseñó todo.

Cuando me uní a ellos, tenía solo diez años, dormía en el techo de un edificio que se caía a pedazos, jamás había puesto un pie en una escuela y me dedicaba a robar a los turistas distraídos que paseaban por la ciudad.

Hasta que un día, un soldado de la Tríada se interesó en mí.

Estaba robando su billetera cuando me descubrió. Logré escapar pero durante el forcejeo me llevé conmigo el reloj de oro de su muñeca. Cuando el hombre advirtió que le faltaba algo, soltó una carcajada y silbó para llamarme.

- ¿Oye niña tienes hambre?– Preguntó el hombre de gesto adusto–

Recuerdo que me acerqué a él con cautela y lo seguí hasta un restaurante barato que había al final de la calle. Me compró el menú completo y esa fue la primera vez que tuve el estómago totalmente lleno desde que tenía memoria.

Ese hombre que me atrapó robando y luego me alimentó, fue el mismo que se encargó de que me recibieran en la Tríada. No tenía familia, tampoco estaba casado y al menos que él supiera, no había tenido hijos con ninguna mujer. Se dedicó plenamente a mí, se convirtió en mi entrenador y en el padre que nunca tuve.

Gracias a él fui la recluta más joven en un siglo.

Cuando tomaron como prisionera a Megan siempre estuve al tanto de los planes de los líderes de la Tríada. Lo sabía todo desde el principio, nada de lo que sucedió esa noche fue una sorpresa para mí. Estuve presente cuando discutieron cada detalle, como por ejemplo dónde la encerrarían, por cuánto tiempo y qué planeaban pedir a cambio de su rescate.

Había mentido tan bien que incluso había logrado engañarme a mí misma.

Como su amiga, tendría que haberla ayudado o al menos advertirle lo que iba a suceder. Pero en cambio permanecí en silencio, viendo cómo se burlaban de ella haciéndole creer que le entregarían los mercenarios que necesitaba.

Me costó toda mi fuerza de voluntad quedarme sentada mientras Megan caía inconsciente. Quería ayudarla, protegerla y sacarla del Salón de la Eterna Armonía, pero no podía hacerlo sin antes exponernos a las dos.

Por eso decidí esperar hasta que llegara el momento indicado para actuar.

Cuando acompañé a los hombres que escoltaban a Megan hacia el buque mercante, alcancé a ver a una sombra vestida de negro en la cubierta del barco. Se movía con agilidad, saltando de un contenedor a otro tan rápido que al principio pensé que era mi imaginación.

No le presté demasiada atención, pero cuando escuché un ruido extraño que no calzaba con el entorno silencioso del mar, les ordené a los guardias que continuaran caminando. Me escondí detrás de un contenedor, oculta por la oscuridad y aguardé con paciencia hasta que la sombra misteriosa volviera a aparecer.

Estaba a punto de rendirme cuando divisé una figura con una máscara que parecía estar siguiendo a Megan. Empecé a acechar a la sombra, sin perderlo de vista jamás. Por su forma de perseguir a mi amiga, daba la sensación de que la estaba vigilando, como si la estuviera cuidando desde la distancia.

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Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora