Capítulo 3

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Megan

Cristianno se fue en la mañana, sin embargo, yo me quedé en el departamento, leyendo archivos, planos y documentos durante horas hasta que prácticamente los ojos me sangraron por el esfuerzo.

Cuando el atardecer comenzó a descender sobre la ciudad, tiñendo el cielo de colores, supe que era momento de detenerme y empezar a prepararme. Me levanté del escritorio donde había estado sentada todo el día, dirigiéndome a la habitación principal.

Luego de darme una ducha, me vestí y me arreglé, maquillando mi rostro y peinando mi cabello de modo que quedara suelto sobre mi espalda

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Luego de darme una ducha, me vestí y me arreglé, maquillando mi rostro y peinando mi cabello de modo que quedara suelto sobre mi espalda. Como un toque especial, opté por ponerme un par de zapatos de tacón. Cuando terminé, contemplé mi reflejo en el espejo de cuerpo entero, analizando hasta el último detalle.

Sabía que no era el atuendo adecuado considerando la naturaleza de la reunión que sostendría esta noche, pero no tenía otra opción. Había hecho un trato con mercenarios de Afganistán para comprar armamento pesado y ya que esta sería la primera vez que nos veríamos en persona, era importante que transmitiera la imagen de una mujer de negocios y no la de una asesina profesional.

Porque si ellos me percibían como una amenaza, no se arriesgarían a realizar ninguna transacción. Por un lado estaba consciente de que tal vez no era la mejor estrategia, pero por el otro necesitaba ese equipo cuanto antes, ya no podía seguir esperando, se me estaba acabando el tiempo.

Aunque a simple vista lucía femenina, lo que había debajo de la ropa no había cambiado en absoluto, porque bajo mi piel seguía ocultándose el mismo monstruo con sed de sangre que siempre me había acompañado, listo para despedazar a cualquiera con garras y dientes.

Me di la vuelta, girándome hacia la cama, observando fijamente el abultado bolso negro lleno de billetes en efectivo, separados por mazos y que en total alcanzaban la suma de $50 millones de dólares.

Probablemente sonaba como si fuera bastante dinero, pero la verdad es que no era suficiente si pretendíamos formar un ejército. Para que mi plan funcionara, necesitábamos muchísimo más.

Guardé mi pistola detrás de mis jeans, apoyando el metal frío contra mi piel, asegurándome de que estuviera cerca y en un lugar de fácil acceso en caso de emergencia. Alrededor de mi muslo, até la funda de otra pistola, además de un conjunto de cinco dagas.

 Alrededor de mi muslo, até la funda de otra pistola, además de un conjunto de cinco dagas

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Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora