Capítulo 24

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Cristianno

Había perdido la cuenta de cuántos ataques habíamos sufrido desde que un grupo de agentes de la CIA habían empezado a disparar contra la mansión. El primer día asesinaron a diez personas, aprovechándose del elemento sorpresa que tenían a su favor. Conforme pasaba el tiempo, el número de muertos disminuyó considerablemente, ya que mis hombres estaban más atentos, pero de todos modos seguía siendo significativo.

El problema es que ya no se limitaban a agredirnos solo en la mansión, ahora la acción se había trasladado a otras zonas conflictivas. Desde entonces habían lanzado ofensivas en nuestros cuarteles, los cuales eran muchos porque estaban distribuidos por toda la ciudad. Por si eso no fuera suficiente, el nivel de daño era mucho mayor porque comenzaron a disparar lanzacohetes, colocar bombas y lanzar municiones de alto calibre como granadas de mano.

La idea es que no tuviéramos ningún hombre caído, pero supongo que eso era demasiado pedir. Me mostraba tranquilo y daba las órdenes pertinentes, pero la situación era preocupante. Sólo para ejemplificar, ese día me había despertado con el estruendo de una explosión de grandes dimensiones. Los agentes de la CIA habían hecho volar por los aires todos y cada uno de los autos estacionados en la mansión y la gasolina en los tanques empeoró el resultado.

Caminé por el estacionamiento en medio de escombros todavía en llamas, esquivando partes de los autos dobladas por el impacto y el calor. Con el escándalo, habían llegado los bomberos para apagar el incendio que se había propagado a los árboles y estaban apagando el fuego con las mangueras mientras yo escrutaba la calle, intentando ver a los responsables de estos ataques.

Cuando los bomberos y la policía se fueron, dejaron la entrada de la mansión sucia y con charcos de agua negra. El olor a metal y plástico quemado arrugaba mi nariz y la emanación de elementos tóxicos dañaba mis ojos, pero me di la vuelta y regresé al interior de la casa. Era casi un milagro que la casa no se hubiera destruido también.

Pero lo que estaba ocurriendo no era ni el 1% del problema real.

Sinceramente, le había perdido el rastro a Megan desde hace un mes y por más que había intentado buscarla, no pude localizarla en ninguna parte. De repente, un día cualquiera dejé de recibir sus mensajes de texto y desde entonces sólo había silencio.

Estaba inquieto, temía por la seguridad de Megan pero no podía demostrarlo: en ausencia de mi esposa, yo era el líder que debía velar por su causa. Era mi obligación mantener a los demás ocupándose de sus tareas, entrenando y avanzando con todos los detalles que estuvieran pendientes.

Sin embargo, los hombres que trabajaban para Megan pronto empezaron a estar impacientes por saber cuándo atacaríamos, incluso habían comenzado a molestarse y desafiar mi autoridad, manifestando que nos habíamos retrasado en los planes originales.

Desde mi posición traté de contener la crisis lo mejor que pude, pero cada día que pasaba se tornaba más complicado. Lo peor es que nadie aparte de mí sabía lo que realmente estaba ocurriendo y la verdad era que Megan había desaparecido sin dejar rastro hace mucho tiempo. Además, ella no era la única persona de la cual ignorábamos su paradero: Luca tampoco había regresado desde su última misión.

Una de las pocas noticias buenas que tuvimos ese día fue que Nikolai finalmente había logrado conseguir el tan codiciado avión Antonov An-225, traído directamente desde Rusia para cumplir su función: transportar hacia Estados Unidos todo el armamento que utilizaríamos para el ataque.

No iba a preguntar cómo lo hizo, simplemente se lo agradecí y le di la autorización a Dmitri para que empezara a coordinar el traslado del equipo hacia el aeropuerto para que el avión pudiera despegar lo antes posible.

Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora