Hacer El Amor

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Era su primer día de viaje, llegaron al aeropuerto en la mañana, fueron directo a donde se hostedarian para dejar sus cosas, ahí se cambiaron para ir a conocer un poco el lugar, de manera más cómoda.

Básicamente se pasaron la tarde recorriendo el lugar, cuando llegó la noche Emilio le dio la indicación al castaño que se fuera a cambiar, porque le tenía una sorpresa. A pesar de la insistencia por saber, no logró que le dijeran algo.

Resignado Joaquín se fue a cambiar, colocándose un croptop con un short algo corto. Llegó al lugar donde el rizado lo cito,  sorprendiendo se al no verlo, aunque en unos minutos lo vio llegar, dedicándole una gran sonrisa.

— Listo bonito, ahora vámonos —dijo Emilio tomando la mano al castaño comenzando a guiarlo, al pequeño puerto que estaba a unos metros  deteniéndose justo enfrente de un bonito barco— Vamos a pasar cenar aquí— señala el barco.

— Dios mio ¿es enserio? —preguntó Joaquín, el rizado asintió.

Ambos suben al barco, Emilio le da un pequeño recorrido exceptuado una parte, que antes de enseñar esa área le pide al castaño que se vende los ojos.

Al hacer lo indicado Joaquín, siente como lo guían por unas escaleras. Cuando le piden que se destape los ojos, se queda sorprendido al ver la mesa con su platillo favoritos acompañados de unas velas.

— Amor se ve precioso todo —susurró el castaño con gran felicidad, abrazo y le dio un beso a su novio, intentando agradecerle, amaba que fuera así de detallista.

— Todo para mi precioso, ahora ¿estás listo? —intrigó Emilio, sonriendo al ver al castaño asentir.

El rizado da una señal y el barco comienza a avanzar por un rato hasta que se detiene dándoles una vista hermosa del mar y la luna.

— Anda bonito vamos a cenar, pero antes que todo creo que no te he dicho lo bien que te vez hoy. Me encanta como te queda todo lo que traes puesto —susurró Emilio.

— Emi, no me hagas sonrojar —pidió Joaquín claramente con las mejillas rojas — Gracias por el cumplido, tu tampoco te vez mal y ese milagro que usas camisa —comentó ya que no era común verlo vestir así, aunque al verlo encoge los hombros sonrió.

— Tal vez sea una ocasión especial, vamos a cenar —dijo con una sonrisa.

Disfrutaron de la comida entre alguna platica y broma. Al terminar siguieron ahí platicando un poco hasta que llegó el momento, Emilio tomó las mano del castaño, dándole un beso en el dorso de esta, sacándole una sonrísa tímida.

— Mi bonito, eres la persona más importante para mi, contigo pasé momentos increíbles y también difíciles, pero eso nos importa mietsras este contigo. Hoy frente a lo que nos rodea quiero pedirte —Emilio sé inca y saca una cajita con una anillo color oro— ¿Te casarías conmigo?

— Sí, sí y mil veces sí —gritó Joaquín tras salir del shock  jamás se lo había esperado  —Amor no me lo esperaba para nada —admitió cuando le colocaron el anillo.

— Creo que esa era la idea —musitó el rizado, dándole un corto beso — Muy bien ahora vamos a la habitación bonito —el menor hace un puchero— ¿Qué paso bonito?

— Yo no tengo sueño —musitó Joaquín remarcando su puchero, causando una risita en el rizado.

— No vamos a ir a dormir, quiero hacerle el amor a mi prometido —lo último lo susurra en la oreja del castaño causándole escalofríos y que la piel se le erizara.

Joaquín toma de la mano al rizado, caminan a la habitación una vez ahí cierran la puerta con seguro comenzando a besarse, a tientas se dirigen a la cama, una vez en el borde de esta, Emilio avienta al castaño acostándolo boca a arriba, subiendose  encima para continuar besandolo.

Las prendas de ropa comienzan a salir de sus cuerpos, mientras se besan, separándose en ocasiones, para poder tomar aire o quitar alguna prenda.

Una vez que quedan totalmente desnudos, Emilio comienza a bajar sus besos por el cuello, clavículas, pecho, abdomen, ingle, muslos y cada parte del cuerpo de su prometido. A cada beso recibía jadeos, gemidos muy bajitos de satisfacción, también mordió y chupo algunas zonas, dejando evidentes chupetones.

— ¡Emi! Te necesito, a ti —gimió Joaquín.

El rizado toma su miembro entre sus manos, lo dirige a la entrada del menor para comenzar a introducirlo lentamente, una vez dentro comienza con un vaen lento. Sintiendo como el menor se aferra a sus hombros, mientras disfruta de las sensaciones.

El ritmo aumenta un poco, sin dejar atrás la delicadeza de los movimientos. Joaquín suelta un gemido más agudo aferrándose más a los hombros incluso clavando ligeramente las uñas. El rizado sabe que toco el punto así que lo hace otra vez y otra, logrando hacer delirar de placer a su novio.

— Ah, Emi, ahí —gimió Joaquín,.

Emilio detiene sus movimientos de inmediato, sale del interior del menor  sentándose en la cama. Joaquín entiende y se coloca a horcajadas de su novio, introduciendo el miembro de nuevo, empezando a subir y bajar lentamente, en cada movimiento toca su próstata perfectamente, haciéndolo gemir.

El rizado acaricia el trasero mientras disfruta de los movimientos y la estrechez de Joaquín. Siente como su pareja comienza a jadear más, sabe que esta cerca así que levanta un poco la pelvis dando una estocada más fuerte en el punto, logrando que no dure más y se venga, retorciendose ligeramente.

Emilio toma de la cintura al castaño para continuar los movimientos aún durante el orgasmo del contrario, teniendo en cuenta, cuanto le gusta que lo haga. Siente como las paredes aprietan aún más su miembro, llevándolo a él también al límite haciendo que se libere dentro del castaño, pero aún después de su liberación continúa dando un par de estocadas más, hasta detenerse.

Una vez ambos más recuperados del orgasmo, se miran con una sonrisa.

—Te amo —murmuró Joaquín recargado en el pecho del mayor.

— También te amo —susurró Emilio acariciando  los rizos contrarios  levemente.

El rizado toma de la cintura a Joaquín para levantarlo y sacar su miembro, pero esté lo impide.

— No dejalo ahí, me gusta la sensación —admitió el castaño soltando un jadeo al acomodarse y sentir como toca su punto de nuevo.

— Amor si lo dejo voy a tener una erección después —dijo Emilio.

— No importa si pasa hacemos otra ronda —murmuró el menor acurrucandose más en el pecho del rizado mientas lo abraza por los hombros.

— Como gustes —aceptó Emilio abrazándola de la cintura, besándole la sien ligeramente.

Nuestra Vida Sexual ~Emiliaco~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora