Celos

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Pasaron dos días desde la propuesta de Emilio, aún estaban de vacaciones  cada día lo disfrutaron al máximo, y claramente el día de hoy no sería la excepción. Ya se encuentran cambiados de ropa, después de bañarse, bueno en realidad Emilio fue básicamente obligado.

Ahora estan esperando el elevador para poder bajar a desayunar, una vez que llego ambos entran con sus manos entrelazadas presionando el botón que los llevará al primer piso, donde esta el restaurante. El rizado coloco sus manos en la cintura descubierta de Joaquín mientras lo apega a su cuerpo, logrando que la espalda quede pegada a su pecho, inclinandose para besar delicadamente el cuello.

— Mhg Emi no hagas eso, ¿Acaso no tuviste suficiente con ayer? —preguntó el menor mordiendo el labio inferior, recordando todo lo que hicieron anoche, sonrojandose inevitablemente.

— Ya te dije que jamás, tendré suficiente de ti, precioso —murmuró Emilio mientras vuelve a besar el cuello del castaño, logrando estremecerlo — Anda vamos a desayunar antes que te coma a ti —dijo una vez que las puertas del elevador se abrieran.

Caminan tomados de la mano, hacia  las mesas del ventanal. El mayor recorre la silla para ayudar a Joaquín a sentarse, esté le agradece con una gran sonrisa, se sienta en la silla que está a un lado.

Algunos momentos después llega un mesero, quien les trae el menú, con una gran sonrisa; ellos rápidamente deciden que ordenar, le dicen al mesero este asiente, antes de irse le sonríe al menor y le guiña el ojo. Emilio de inmediato lo noto, aprieta su mandíbula, gruñendo ligeramente, su ahora prometido lo nota y entrelaza sus manos.

— Amor tranquilo, no te pongas así —murmuró Joaquín calmándo un poco al mayor, separando sus manos.

Esperan algunos minutos, cuando regresa el mesero con sus pedidos, se los da y antes de irse le sonríe de nuevo al castaño y esté le da una media sonrisa. Claramente Emilio lo nota de nuevo y eso lo hace enojar aún más.

El desayuno pasa tranquilo dentro de lo que cabe, ya que no hablaron demasiado, solo se concentraron a comer algo. Mientras que el mayor continúa bastante enojado por el mesero ese.

Al finalizar el desayuno piden la cuenta, cuando llega el mesero a entregarla, nuevamente le sonríe al castaño.

—Podrías dejar de coquetearle a mi prometido, estoy aquí —pidió enojado Emilio.

El mesero solo se encoje de los hombros, le vuelve a sonreír al menor y este solo da una sonrisa tímida, agradece el servicio, antes de salir del restaurante caminando bueno arrastrando básicamente al rizado.

— Déjame regresaré y partir le toda la cara al estúpido ese por coquetearte —exigió Emilio enojado.

— No, Emi no vale la pena — susurró el castaño tomando de las mejillas al mayor obligandolo a que lo vea, le da un beso, pero no le corresponden, así que al separarse mira hacia todas direcciones, al no ver a nadie decide hacer algo. Toma las manos del mayor colocándola en sus caderas, lleva las suyas al cuello, vuelve a unir sus labios, esta vez tampoco es correspondido, toma de nuevo las manos hasta colocarlas en su trasero, sube de nuevo sus manos y lo vuelve a besar, solo que esta vez es de inmediato correspondido, mientras siente como amasan su trasero.

— Eso es trampa, yo estoy enojado contigo, que me sobornes contigo no se vale, sabes que soy débil —dijo el rizado con un gran puchero, que Joaquín besa.

— No seas celoso, mi amor —murmuró antes de poder volver a besarlo.

Emilio muerde el labio del castaño entre el beso, cuando se separa lo mira con el ceño fruncido .

— No debiste sonreírle, solo me puedes sonreír a mi —comentó mostrando su enojo— No puedes hablar con otros chicos.

— ¿O si no qué? —retó Joaquín mirando al rizado desafiante, con una gran sonrisa.

Emilio no dice nada, lo toma de la muñeca, guiándolo; ignora por completo las preguntas del menor, lo lleva al elevador.

— ¿A donde me llevas? —preguntó, justo en ese momento las puertas del elevador se abren, vuelve a ser guiado por su prometido quien no se detiene hasta llegar a su habitación— ¿Qué hacemos aquí? —intrigó cruzandose de brazos intentando mostrar su inconformidad.

— Voy a castigarte —dijo el rizado, antes de que Joaquín pueda reprochar, lo jala hacia él besandolo de manera brusca y necesitada.

Al principio el beso no es correspondido pero después de unos segundos es correspondido. Cuando se separan con las respiraciones agitadas, el mayor  toma a Joaquín y lo avienta a la cama, escuchando como suelta un gritito por la sorpresa. Lo mira detenidamente, ágilmente comienza a desvestirlo, sin ningún reproche del menor; cuando quita la última prenda de ropa, nota la erección que tiene. Analiza el cuerpo con detalle notando las numerales marcas rojimoradas que tiene en pecho, caderas, muslos, abdomen, sonríe satisfecho, al recordar como es que el cuerpo terminó así. Gira al castaño dejándolo apoyado a sus rodillas, coloca una almohada en la cadera para levantarlo a un más, dejándolo recargado en su pecho. Se desviste rápidamente a sí mismo.

— ¡Emi! —gimió Joaquín al sentir como acarician el interior de sus muslos, y comienzan a besar la misma zona causándole escalofríos — Por favor —pidió al sentir el glande del mayor rozando su sensible entrada.

— ¿Por favor que cariño? —preguntó Emilio, acariciando con sus dedos la entrada, logrando sacarle un gemido.

— Castigame —al terminar de decir esas palabras, el rizado se introduce de una estocada, sacandole un fuerte gemido, mientras se recarga más en el colchón. Siente como las estocadas rápidas y profundas, golpean directo en su próstata, llevándolo a un punto de placer inexplicable.

El mayor comienza a gruñir cada vez más fuerte, mientras refuerza el agarre en las caderas del menor, clavándose aún más dentro de esté. El sudor comienza a hacerse presente en su cuerpo, sonríe levemente al escuchar como le piden más, con mucho gusto él se lo da, logrando que el sonido del chocar de sus cuerpos se haga más presente.

Continúan con el ritmo, proporcionándoles muchas gratas sensaciones, gimiendo sin descaro alguno. El castaño se encuentra al límite, su cuerpo comienza a sentir pequeños espasmos, pero antes de su liberación escucha un fuerte gemido y segundos después siente un líquido caliente en su interior. Emilio continúa moviéndose, pero aún ritmo más lento, mientras disfruta de su orgasmo, llevando a su prometido al suyo, logrando que se venga en las sábanas del colchón, mientras gime y tiembla ligeramente.

Una vez con las respiraciones más reguladas, se separan dejándose caer totalmente exhaustos, en la cama, con una gran sonrisa.

— Me portare, más mal si este es mi castigo —murmuró Joaquín mientras sonríe ampliamente, escuchando la risita de su pareja.

— Me agrada el castigo, pero odio que te coqueten y más que tú lo hagas de regreso— dijo el mayor.

— Se que lo odias —admitió el castaño se inclinó para poder darle un beso a Emilio — ¿Me llevas al baño? —pidió estirando los brazos, su prometido sonríe cargandolo, llevándolo al baño.

El rizado  le da un baño de esponja a Joaquín entre algunos besos. Era una de las partes que más amaba de su pareja, era demasiado lindo con él, en todo momento, pero aún más después del sexo.

Nuestra Vida Sexual ~Emiliaco~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora