Cena Familiar

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— Emi no quiero ir —reprochó haciendo puchero, se negaba a ir a cenar con la familia de su prometido.

— Ya dije que si no quieres no vamos a ir bonito —murmuró Emilio, abrazo al castaño intentando reconfortarlo.

— Es que si no vamos me voy a sentir mal, además quieras o no es tu madre y mi suegra  aunque me odie —dijo Joaquín abultado sus labios.

— Se que es mi madre, pero no me gusta como te trata, si embargo tampoco te odia —comentó el mayor.

— Ambos sabemos que me detesta, iremos a esa cena, y de una vez la invitaremos a la boda, así nos ahorramos la ida a su casa —musitó el castaño en verdad solo quería acabar con todo eso lo mas pronto posible.

— ¿Seguro? Porque puedo decir que me enferme y por eso faltamos. —mencionó, a lo que el castaño negó— De acuerdo, ahora vamos por esas pruebas de pastel —agregó  emocionado.

Se tomaron de las manos para salir del departamento, hacia el auto, hoy tendrían la prueba de pasteles y ambos estaban emocionados, eran de los últimos detalles por arreglar.

[...]

— Te ves precioso —susurró Emilio, abrazando a su prometido por la espalda recargando su barbilla en el hombro de esté.

— Me he cambiado de ropa cinco veces —suspiró— No entiendo porque sigo intentando caerle bien a tu madre, cuando es definitivo que me odiara por siempre.

— Te he dicho que no hay porque ir, la invitación se la mandamos por correo y nos libramos de la tortura para ambos —murmuró Emilio, dejo un beso en la mejilla contraria.

— Ya dije que no, solo cenaremos y regresamos a casa, no creo que sea tan malo —comentó bastante seguro.

[...]

Al parecer Joaquín se equivocó y demasiado, su suegra parecía más desatada que nunca, lo había insultado de tres maneras diferentes en tan sólo el saludo; Emilio lo iba a defender pero él lo evitó, quería solo terminar con esto e irse.

— Esta muy rica la cena —dijo el rizado intentando hablar de otro tema.

— Ni tanto, pero supongo que con lo mal que te cocinan, debe parecer una delicia —habló la madre de Emilio.

De nueva cuenta Joaquín colocó su mano en la rodilla de su prometido evitando que le dijera algo a su progenitora.

— No digas nada, solo empeoraras las cosas —susurró el castaño, en el oído del mayor.

La cena continuó, tal como los malos comentarios e insultos, por más que intento ignorarlos llegó un punto donde no pudo más y se levantó de la mesa caminando rápidamente al baño, conteniendo las lágrimas. Al entrar se metió a uno de los baños para ahí comenzar a llorar.

— ¿Bebé? —susurró el rizado tocando la puerta— Abreme, o me meteré por debajo de la puerta —sentenció causando una pequeña risita en el castaño.

Joaquín abrió la puerta aún con los ojos llorosos, de inmediato se acercó a Emilio quien lo recibió los brazos abiertos, abrazándola fuertemente.

— Odio verte así, mi madre deberá atenerse a las consecuencias. —susurró para sí mismo, pero fue escuchado por su pareja.

— ¿Qué consecuencias? —preguntó mirando con confusión, el rizado entró en pánico —Quiero la verdad.

— Bueno mi madre... —hizo una pausa para colocarse junto a los lavabos, tomando el rostro de Joaquín entre sus manos, limpiando los rastros de lágrimas— La vez que fuimos a su casa, cuando tu te fuiste amenace a toda mi familia, diciéndoles que si te volvían a insultar o hacer sentir mal, se olvidarán de volver a verme.

— Emi, no debes hacer eso por mi, es tu familia.

— No, si fuera mi familia aceptaría a la persona que amo con todo lo que soy, de la que estoy mas que enamorado —murmuró, dejó un casto beso en los labios— Te amo Joaquín Bondoni.

El castaño se quedó sin palabras lo amaba tanto, lo abrazó del cuello acercando lo para poder besarlo, moviendo sus labios con suavidad; aumentando el ritmo poco a poco, hasta que llegó a un beso profundo y necesitado.

— Hazme al amor —susurró jadeante Joaquín, lo tomó de la mano llevándolo al cubículo más alejado de todos, entraron ahí, para volver a besarse.

Al principio a Emilio no le agradaba la idea de hacerlo en el baño, pero al sentir las caricias en su miembro cada una de esas ideas desaparecieron; tomó el pantalón del castaño, quitándole por completo llevándose la ropa interior también; haciendo después lo mismo con el propio.

Joaquín enrollo sus piernas en la cadera del rizado, mientras lo abraza a por los hombros sosteniéndose, escondió su cabeza en el cuello de su prometido, jadeo al sentir como empezaban a introducir en él.

— Ah Emi —gimió sintiendo como tocaban su punto.

— Shhh bebé, no deben escucharnos —habló con voz ronca por la excitación.

El castaño asintió, mordió su labios intentando callar los gemidos, que le provocan las embestidas.

El ritmo aumentó, con ello aumentaron los gemidos; Emilio detico el ritmo para bajar a Joaquín, colocándolo de espaldas a él, se introdujo de nuevo, empezando a embestirlo, de nuevo.

Bastaron unas estocadas, para que el menor tuviera su orgasmo, soltando un gemido, sin poder evitarlo, su prometido lo acompañó el el éxtasis algunos segundos después, viniendose en su interior.

Aún jadeantes se separaron, empezando a vestirse, cuando escucharon como la puerta fue abierta, ambos se dieron una mirada cómplice, terminado de arreglarse un poco. Salieron del cubículo.

— Iré por nuestros abrigos, esperame en el auto, iremos a casa a darnos un baño  —dijo el rizado, Joaquín asintió.

Emilio caminó a la mesa donde aún estaba su madre, tomó sus abrigos.

— Vaya hasta que vienes —reprochó.

— Ya nos vamos, gracias por la invitación, por cierto ten —le extendió la invitación a su boda— Es la invitación a nuestra boda, solo espero que si vas no fastidies a mi prometido.

— Paso por ti, para llegar juntos y te entregue. —dijo.

— Tú no me entregarás al altar, lo hará mi tía julia, ella fue más madre desde que llegó Joaquín que tú, además que lo adora; si te invito es por cortesía y porque Joaquín a pesar de todo quiere que estés ahí, solo te digo que después de eso ni siquiera te molestes en llamarme. —sentenció.

— ¿Por qué? —preguntó.

— La última vez te lo dije, Joaquín es el hombre de mi vida y si no lo van a respetar, no tengo porque llamarlos familia, él es lo único indispensable para mi, cuidate —dijo, le dedicó una última mirada, antes de irse, dejando a su madre más que en shock.

Emilio subió al auto, dando un beso en los labios de su prometido.

— Listo, ahora vamos a casa —comentó feliz el rizado.

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Gracias por leer, los amo 💜



Nuestra Vida Sexual ~Emiliaco~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora