Gerard decoraba un pastel junto a su madre y pequeño hermano, trataba de dibujar telarañas con una manga rellena de chocolate blanco, su madre hacía figuras con gomitas de gusanos y Mikey miraba como el pulso de Gerard era tan malo, a pesar de que dibujaba muy bien pero esa telaraña de chocolate le estaba ganando.
Su pequeño hermano vestía de vampiro, llevaba una capa negra con cuello rojo que lo haría tropezar en cualquier momento, su cabello estaba lleno de gel que lo ayudaba a formar un triángulo invertido en su entrecejo, los colmillos le quedaban grandes que sorbeteaba la saliva que estos le ayudaban a acumular debes en cuando, su madre llevaba un cintillo en la cabeza con un cuchillo de juguete que atravesaba por ella, un delantal ensagrentado y sucio por la harina del pastel, él sólo tenía puesta una capa negra con su pijama de Batman de principio de los70's.
Halloween fue siempre una fecha especial, la esperaba todo el año y no sólo por los dulces, también porqué tenía la excusa perfecta para vestirse como los personajes de sus comics y películas favoritas, hacer una maratón de terror junto a su padre en el viejo televisor conectado al VHS, recolectar dulces para comerlos todos en una noche, quedar con dolor de estomago e hiperactividad por el efecto de la glucosa en sus celulas, pero éste Halloween era diferente, su padre no estaba, su madre odiaba las películas de terror y Mikey era un miedoso, ah... También estaba enfermo.
Al terminar el pastel los tres se observaron cómplices del desastre que habían provocado, el más pequeño soltó la primera carcajada para luego hacer una armonía de risas. Pero un pastel terrorífico estaba perfectamente bien para la fecha. Su madre fue a la sala y miró por la pequeña ventana que daba hacía la calle, los niños habían salido muy temprano a pedir dulces pero aun quedaban algunos grupos de ellos a pesar de que la noche daba avisos.
— ¡Dulce o travesura! — se escuchó en la puerta después del timbre con un sonido peculiar.
— ¡Dulces! — gritó la mujer luego de abrir la puerta — . Aquí tienen, para ti y para ti... Hola Lindsey, te ves preciosa — ponía puñados de dulces en las canastas de calabazas y bolsas de murciélagos — . Tienen unos disfraces increíbles.
— Tía Donna — preguntó la muchacha de tes blanca que vestía de Merlina — ¿Cuándo podrá venir Gerard a mi casa?
— Pronto cariño — le sonrió — . Que disfruten sus dulces.
Cerró la puerta para luego voltear a mirar a Gerard, tenía sus ojos llorosos, no se imaginaba las ganas que le recorrían el cuerpo por salir corriendo a la casa de Lindsey y jugar en su casa de muñecas de madera pintada con un barniz oscuro, porqué Lindsey no gustaba del rosa, o estar con ella pidiendo dulces en todas las casas y asustandose por aquellas que estaban perfectamente decoradas con telarañas y espeluznantes muñecos de terror; extrañaba a su amiga y no comprendía porqué no podía visitarlo.
Subió las escaleras secando sus lágrimas, entró a su habitación y tiró la puerta, gastó todas sus fuerzas para que sonara fuerte y claro, para que su madre entendiera que estaba cansado, y no, no estaba cansado de la enfermedad, en parte sí, pero estaba cansado de estar aislado, él no era un monstruo contagioso, de hecho su enfermedad no contagiaba, él quería tener amigos nuevamente, sólo eso pedía.
Después de un rato únicamente le quedó mirar por el ventanal viejo donde caía su cortina azul marino.
Seguramente no quedarían muchos niños en las calles pero si se podrían ver las casas decoradas y las calabazas en su jardín que habían hecho con su hermano pequeño esa misma tarde.
Observó los adornos y luces que logró captar de las casas aledañas y luego bajó la vista hacía su calle.En la cuneta de su casa visualizó una silueta que estaba dándole la espalda, estaba un poco encorbada, debió suponer que se encontraba abrazando sus piernas. Le preocupó, Gerard siempre había sido un buen amigo, sabía que esta silueta estaba llorando porqué él conocía esa posición, solía abrazar sus piernas mientras lloraba a escondidas en su cama, bajo las sabanas. Se envolvió en una frazada de polar y bajó despacio, su madre dormía abrazando a su hermano menor en el sofá, caminó lento, sin hacer ruido, abrió la puerta de su casa, la maldita puerta chillaba queriendo acusarlo de que algo malo estaba haciendo, pero logró ganarle y salió sin cerrarla.
El hermoso viento de otoño dio en su rostro, que agrable era sentir el aire de su estación favorita.
Se acercó a la silueta — Oye ¿Estás bien? — preguntó curioso.
— ¿Eh? — el joven dueño de la silueta volteó su rostro para mirarlo — ¡No te acerques! — Se levantó, luego limpió sus ojos, tenía pequeñas lágrimas, Gerard alcanzó a notar por el reflejo que hizo la luz de los faroles en la humedad de ellas.
— No me acercaré, tranquilo — suspiró —. Soy Gerard — el otro muchucho apuntó su mascarilla — ¿Esto? No es nada — la soltó de un lado dejando ver su respingada nariz y pequeños labios — . Es para protegerme, a veces me cuesta respirar por las partículas del aire.
— ¿Qué tienes?
— Leucemia — el muchacho ladió su cabeza en forma de pregunta, Gerard rió — Es un tipo de cancer.
— ¿Se pega? — preguntó asustado, inocente.
— No — volvió a reír haciendo un sonido nasal — . Para nada ¿Cuál es tu nombre?
— Me llamo Frank, Frank Iero — le estrechó su mano y Gerard la tomó.
— ¡Gerard! ¿Qué crees que haces? — escuchó gritar a su madre.
— Ya voy, mamá — suspiró — . Oye, tengo que irme, ésta es mi casa, puedes venir cuando quieras — caminó hacía la puerta.
— ¿Puedo ir ahora? — preguntó, Gerard volteó para asintir con una leve sonrisa en su rostro, caminaron juntos a la entrada.
— Mamá, él es Frank, estaba solo y me preocupe — se encogió se hombros —. Disculpa.
— Está bien — suspiró —. Hola Frank — la mujer arregló la mascarilla de su hijo, observó que el otro muchucho tenía sus ojos hinchados — ¿Tus padres dónde están?
— Papá está trabajando y mamá no lo sé — levantó sus hombros destacando su indiferencia —. Se suponía que hoy estarían conmigo, es mi cumpleaños
— ¿En serio estás de cumpleaños en Halloween? ¡Eso es muy cool! — dijo Gerard emocionado —. Mamá, cantemosle cumpleaños con la torta que hicimos ¿Si?
— Gee — suspiró su madre, hace demasiado tiempo que no lo veía así de feliz y entusiasmado — . Bien, luego llamarás a tus padres y les dirás que estas aquí — Frank asintió.
Gerard entró emocionado a la casa, Frank lo hizo tras de él, siguiéndolo hasta la cocina. Habían ido a buscar la torta que ya le faltaba un trozo, supuso que fue su hermano pequeño pero estaba bien, a Frank eso no le importaba. Donna ayudó a llevarla al comedor y despertaron a Mikey, improvisaron con un par de velas aromática que guardaba la mujer dentro de uno de los cajones del estante que sostenía el televisor. Al cantar feliz cumpleaños quisieron intentar sonar bien, al mismo compás pero aquella errónea melodía los hizo reír y disfrutar.
Definitivamente Halloween mejoró para todos con aquella osada decisión de Gerard y la monstruosa torta que a Frank le pareció increíblemente deliciosa y espeluznante.
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