Su vista estaba fija en el reflejo del espejo, veía cada parte de su rostro y su pecho, se veía terrible. Había estado toda la noche trabajando en arreglar la bicicleta roja, no le importó que fuese domingo y que al otro día tebiera su primer día de clases, daba igual, a él le daba igual llegar tarde su primer día.
Miró la porcelana blanca del lava manos, la acarició dibujando el borde de éste hasta llegar a la máquina verde petróleo para cortar su cabello, la tomó con sus manos y la observó amenazante por un momento, acomodó su cabello y decisivamente prendió la máquina para pasarla por los costados de su cabeza. Aún miraba el reflejo de su rostro en el espejo, sonreía al ver el cambio mientras sus manos se llenaban del cabello castaño.
Se veía bastante bien.
Cuando apagó la máquina la devolvió a la porcelana fría, sacudió los cabellos de sus hombros y clavícula, giró la llave del agua caliente, esperó al menos unos diez segundos para temperar el agua, mojó sus manos y luego con estas su rostro. Le sonrió a su reflejo.
— ¡Anthony, se te hará tarde! — pudo escuchar a su padre y el sonido de las tazas de té golpeando en la mesa de madera — ¡Debes comer algo!
— ¡Voy!
Salió del baño camino a su habitación, miró el uniforme colgado en la ventana, ayer lo había dejado planchado, su madre cuando estaba sobria lo hacía por él, pero llevaba al menos dos años de que no la veía, a pesar de todo la extrañaba, odiaba planchar.
— Ya, estoy listo — tomó la una taza para beber con cuidado.
— Siéntate a comer — ordenó su padre —. Note hace bien comer de pie.
— No pasa nada, papá — sonrió —. Debo irme.
— Lleva al menos el pan para el camino — Frank asintió —. Oe Frank, hoy terminaré esa bicicleta — le sonrió.
~🌻~
— ¡Frankie! — escuchó gritar a Gerard, apenas volteó cuando el pelinegro ya estaba abrazándolo por su cuello, escondiendo su rostro en éste.A pesar de todo, Gerard no estaba molesto con Frank, el avellana sólo había sido sincero, el miedoso cobarde había sido él, él dejo ir a Bert sin responderle si quiera una mísera pregunta de las tantas que le formuló.
Aparte, había extrañado mucho a Frank.
— Gee — lo tomó por la cintura —. Hola, Mikey — le sonrió al pequeño sin dejar de sostener al esmeralda.
— ¡Hola! — sonrió ampliamente.
— Frankie — se separó lentamente de él —, te extrañé el fin de semana.
— Creí que estabas ocupado — arqueó una de sus cejas.
— Oh no... Bert se fue esa misma noche, se molestó con Gerard — respondió Mikey.
— ¿Por qué tienes que responder por mí? Vete a tu clase, niñito — el pequeño rodó los ojos y se marchó —. Se fue por tu culpa.
— ¿Mi culpa? Me ofendes — dijo sorprendido — . Sólo le dí una bienvenida.
— Que cálida bienvenida, Frankie ¿quieres saber cómo conocí a Bert? Bueno, te diré — suspiró —. Bert tiene cáncer — Frank tragó saliva, un mal estar lleno de vergüenza se instaló en su manzana —. Lo conocí cuando comenzaba hacerme el tratamiento para mi operación, estaba igual que yo, aún que diría que estaba peor.
— Gerard, no quie... —trató de interrumpirlo.
— Si quieres, tu preguntaste y te estoy contestando, si no lo hice antes fue porqué a Bert no le gusta hablar de eso — acomodó la corbata de Frank —. Te envié una última carta pero jamás llegó, Donna no se la entregó a Christian — suspiró —. Cuando conocí a Bert te extrañaba demasiado, no tenía con quien más hablar y él me regaló su apoyo, me sentía bien y es difícil sentirse bien estando en la cuerda floja entre la vida y la muerte ¿sabes? — Frank negó —. Así como tu fuiste una esperanza para mi, yo soy una esperanza para Bert — sonrió —. No seas malo con él, es un buen chico.
— ¿Tuvieron sexo? — preguntó con un tono molesto, Gerard lo miró extrañado —. Dime, Gee — insistió, el pelinegro suspiró y luego asintió —. Está bien — tomó las manos de Gerard que aún seguían arreglando su corbata —. Seré bueno con Bert — las besó para luego apartarlas y soltarlas —. Nos vemos luego.
Frank se fue sin decir más nada, hora sentía demasiada culpa y no solía pensar bien cuando se sentía así. Él no era el típico idiota sin corazón, solía no reconocer bien sus emociones pero trataba en lo posible de controlarlas. Ahora sabía que debía apartarse de Gerard, no quería dañar a nadie y si seguía con este juego de querer ganar algo que jamás le perteneció, sería el esmeralda quien saldría más dañado, y no, no estaba dispuesto a hacerle daño a su pelinegro.
Durante las primeras horas estuvo con Bob, hablando un par de cosas sobre lo vieja que se veía la profesora de castellano y lo peludo que estaba ese año el lunar que llevaba sobre su labio. La señora Williams tenía casi setenta años y seguía dando clases en la escuela, era bastante correcta y cada año que pasaba se ponía peor de actitud. Aún así, Frank admiraba el hecho de que a su edad no olvidará absolutamente nada y fuese capaz de recordar cada página de los gigantes libros que le hacía leer a los alumnos.
Cuando el timbre sonó anunciando un descanso, ambos jovenes fueron a una de las bancas blancas de madera, con la pintura bastante desgastadas y las tablas blandas por la humedad. Podían ver desde ahí a Gerard, quien observaba a Frank desde el asiento de cemento que hacía juego con una palmera en medio del patio de la escuela, a pesar de que estaban en el mismo año, no estaban en la misma clase, excepto la de historia, sólo esa clase compartían. El vellana notó su vista fija en él, lo miró y le sonrió.
— ¿Por qué no lo besas? — Bob lo interrumpió.
— ¿De qué hablas, idiota? — lo miró molesto.
— Oye, Iero... Se nota demasiado que has estado enamorado de él prácticamente desde pequeños — Frank frunció el ceño—. No me mires así, te comportas como un idiota cuando estas con él.
— Ajá, ahora amo a Gerard porqué me comporto como un idiota ¿Es tu mejor teoría? — Bob asintió —. Te odio.
— La gente suele ponerse idiota cuando se enamora, mamá se puso así cuando conoció a Georg — se encogió de hombros.
— Tu madre es drogadicta, Bobby — rió.
— Oh... Por eso lo digo, tu también eres un drogadicto.
— Cállate idiota — su puño fue a dar al brazo del rubio, rieron por un rato.
¿Estaría enamorado de Gerard?
Bob seguramente estaba delirando, lo qué él sentía por el pelinegro era un cariño inexplicable, algo que inundaba su corazón y le hacía bombear sangre con mayor rapidez, pero no, eso no era enamoramiento. Seguramente Bob no podía entender el lazo que tenían ambos, no, no podía entender que aquella amistad tan fuerte era lo que los unía, nada más que eso.
¿Y los celos, Frank? Bob se lo preguntó en la última clase que tuvieron, el castaño se quedó en silencio y lo degolló con la mirada. Frank no tenía celos, Frank estaba preocupado por su amigo y porqué ese idiota no le rompiera el corazón, aún que se veía un buen chico, de todas formas tenía que ser precavido. Si ese idiota de Bert le rompía el corazón a Gee pues, él estaría ahí para ir a matarlo a dónde fuese necesario ir. Pero a Frank algo lo atormentaba desde aquella conversación en la mañana. Bert había sufrido bastante, es que recordaba lo que vivió junto a Gerard, verlo tan mal, tan delgado y tan frágil. No quería herir tampoco a Bert, pero sabía lo obstinado que era y no se quedaría tranquilo hasta ver a su esmeralda sin nadie, cien por ciento solo para así estar seguro de que no le hicieran daño.
Y pensó ¿Eso de verdad era estar enamorado? ¿De verdad era un comportamiento celopata?
Entonces Frank decidió retroceder unos cuantos pasos ¿Bert se merecía a Gerard? Eso no lo sabía con exactitud, pero si merecía vivir lo que estaban viviendo. Tomó una decisión.
Se alejaría del lado de Gerard.