— ¿Por qué quieres ir a buscar a Mikey? — preguntó el avellana.
— Sólo le prometí que le enseñaría a andar en esta mierda — el rubio se encogió de hombros, alzó su skate para mostrárselo —, y Gerard sigue molesto con él
— Eso está muy mal, pero ve a buscarlo, Donna seguramente va a querer estar tranquila — sonrió.
— Bueno, me esperas ¿Vale? Te aviso si veo a Gerard — el rubio le sonrió para luego desaparecer sobre su skate.
Desde aquél día que Mikey mencionó lo de Gerard, no lo había vuelto a ver y sólo sabía de él por medio de Bob, quien iba la mayoría del tiempo a ver al hermano menor del esmeralda.
Se sentía bastante triste porqué estaba siendo ignorado por el pelinegro, esperó casi ocho largos años por su llegada y ahora no podía verlo. Era irónico, pero Gerard al parecer tenía muchos más prejuicios con ser gay que cualquier otra persona, le daba miedo admitirlo y quizás por eso prefirió no ver más al avellana, hasta que se le pasara aquella vergüenza innecesaria.
Frank había estado trabajando con su padre durante aquellos días, de todas maneras no tenía demasiado tiempo para lidear con sus emociones a excepción de cuando llegaba la noche y se acostaba sobre su cama mirando el techo, perdiéndose entre las manchas de humedad dibujadas en él. Su padre arreglaba bicicletas, en la parte trasera del departamento en donde vivían, tenía un pequeño taller dónde las arreglaba. La bicicleta de Gerard estaba aún ahí y pensó en devolverla.
Muchos años atrás...
—¿Por qué lloras, Gee? — preguntó un pequeño Frank mientras entraba cuidadosamente a la habitación de Gerard, después de su primer día en la escuela
— Na-nada — el pequeño limpió sus lágrimas con el borde de la camisa de su pijama y miró a Frank — Frankie ¿Trajiste tu bicicleta hoy? — el avellana asintió — ¿puedo andar en ella? Mamá rompió la mía — mencionó entre sollozos.
— Sí, claro que puedes — se acercó dejando su morral en el piso alfombrado, se sentó a un lado del esmeralda y lo abrazó — mi padre arregla bicicletas, siempre arregla la mía cuando se estropea ¿Te parece si la llevo y te dejo la mía a cambio? — el esmeralda asintió — ahora no llores más
Los recuerdos de esa tarde inundaron la garganta de Frank, trayendo consigo un sentimiento de nostalgia bastante angustiante, la bicicleta aún estaba ahí, en su casa, sin arreglar. A la mañana siguiente habló con su padre para arreglarla, hacer una nueva versión con la misma bicicleta y a su padre le pareció la excusa perfecta para pasar tiempo con su hijo adolescente.
Frank había estado trabajando en ella esa misma mañana antes de ir al skate park a prácticar con su bmx, estaba demasiado entusiasmado, pues esa seria la demostración perfecta para que Gerard entendiera que a él aquella confesión desde la boca ajena de su hermano, habían sido sólo palabras en el viento.
Apoyado sobre las frías rejas que protegían el parque, observó a Gerard pasar por la verada del frente, caminaba abrazandose asi mismo y con rapidez, el esmeralda sintió la mirada de Frank sobre sus hombros pero decidió seguir.
¿Qué hacía Gerard solo? Al avellana la intriga lo devoró y aquella necesidad de sobre protección le estaba avisando que siguiera su instinto. Un instinto erróneo, por cierto.
Al pasar unos minutos tomó su bicicleta y siguió a Gerard desde la vereda del frente, unos cuantos metros por detrás.
No dedujo el tiempo que iba a estar esperando que Gerard saliera del terminal, no pensó que el pelinegro fuese a tomar un bus para devolverse a Washington ¿Por qué haría eso? ¿Tanto amaba a su novio? De todas maneras algo en él le decía que se quedará en la esquina de la verada del frente, ahí tenía la vista perfecta a la salida del terminal.
Fumó uno, dos, tres, y muchos cigarrillos más durante los eternos minutos de espera. Pensó en entrar corriendo y detener cualquier bus que dijese Destino a Washington, pero si el esmeralda hubiera decidido irse, era muy tarde para detener un bus, porqué ya llevaría al menos media hora de su recorrido.
Decidió tomar su bicicleta para devolverse al Skate park, Bob estaría bastante molesto, también podría preguntarle a Mikey qué hacía Gerard en ese lugar. De todas maneras veria a Gerard caminar devuelta. Cuando se montó en su bmx levantó la mirada para encontrarse con una escena que no esperaba.
Gerard estaba abrazado a un muchacho un poco más alto que él, de cabellos rubios y un corte moicano. Algo hizo ruido en el pecho y estómago del avellana, una sensación que le dió escalofríos ¿Celos? Quizás, no estaba seguro de haber experimentado alguna sensación parecida en su estúpido cuerpo.
Arregló su gorro negro de siempre y puso la capucha de su poleron de éste mismo tono sobre el. Pedaleó molesto, rápido, cómo nunca, tanto que cuando se detuvo para impedirle el paso a los dos jóvenes, las gomas de las ruedas de su bmx rechinaron sobre el desgastado cemento. Gerard lo miró palideciendo aún más, lo miró fijamente a sus ojos, Bert sólo se limitó a observarlo extrañado.
— ¿Hola? — habló el rubio — ¿Necesitas algo? — no hubo respuesta.
El avellana sacó un cigarrillo de su bolsillo junto a un encendedor verde pistacho, lo prendió sin perder la vista sobre Bert y comenzo a fumar, mirándolo desafiante, desde el inicio de sus zapatillas hasta el último cabello. Bert no entendía nada, Gerard entendía todo, y es que el avellana tenía una facilidad increíble para hablar con su mirada, desde pequeño había sido igual. Se quedó un rato impidiéndoles el paso hasta que hablo.
— ¿Eres Bert? — preguntó sin expresión alguna, el rubio asintió —. Bien — se apartó hacía un lado e hizo una pequeña reverencia —. Pasen — sonrió de manera ladina.
Cuando avanzaron Frank también lo hizo sobre su bicicleta, pero pasó rápidamente por el lado de Bert, casi rozandolo, haciendo que el chico por poco perdiera su equilibrio. Estaba teniendo una actitud inmadura, celopata y no sabía porqué pero simplemente sentía esa necesidad humana de actuar por instinto. Y oh... Como odiaba ser humano, como odiaba sentir, porqué su instinto siempre le había fallado.
~🌻~
— Oye, hey... Hey — el rubio trataba de quitarle de sus manos una botella de cerveza barata, esas asperas con sabor metálico y desvanecidas — Frank, tenemos que llevar a Mikey a su casa, basta
— Deja... Mikey es un niño grande — rió volviendo a beber —. Yo a los doce ya fumaba ¿Quieres? — le preguntó al pequeño a lo que él negó.
— Bob, me quiero ir, ya se está oscureciendo
— Sí, ahora nos iremos — volvió a mirar a Frank — ¿Qué te pasa? Estás demasiado borracho.
— Ah... Para nada querido amigo — hizo un chasquido con su lengua —. Vamos Mikey — se levantó de la banca en donde estaban bebiendo, casi cayó en ella pero el rubio alcanzó a tomar su cintura —. Deja, ya, apartate — lo empujó —. Vamos a dejar al pequeñito, quiero ver a su hermano.
— Lo dejaré yo, tu me esperas lejos — Bob comenzó a caminar junto a Mikey.
Frank caminó detrás de ellos, sosteniéndose en su bicicleta y perdiendo el equilibrio de vez en cuando.
— ¡Vete a la mierda! Yo quiero darle las buenas noches al novio de Gerard.