Dieciocho: No te tengo lastima.

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De nuevo la vista del techo era entretenida, las mismas manchas de humedad, el mismo torso desnudo y la mano derecha acariciando su pecho, pensando, elaborando. Su otra mano sostenía un porro de marihuana, era temprano para fumar uno, pero la situación ameritaba distraer su mente, inundar sus ojos de un rojo intenso y sonreír a todo sin alguna excusa.

Necesitaba calmar su vergüenza.

El reloj de pared marcaba las las 12:32 p.m y el segundero se movía acorde al ruido del tic toc. Maldita marihuana, escuchaba ese tic toc tan cerca de su oído que lo estaba mareando y era por culpa de la sativa, ya se había concentrado en la hora y en el segundero, ahora el relajo se estaba llendo.

— ¡Cállate, puto! — tomó la almohada bajo su cabeza y la lanzó, al caer su nuca olvidó que tenía apenas una almohada, cayó en la rigidez del colchón — que idiota — comenzó a reír a carcajadas.

Se sentó sobre la cama, puso saliva entre sus dedos pulgar e índice y ahogó el porro entre ellos, había quedado un jachis para la tarde. Lo dejó sobre la mesa de noche y restregó sus ojos con ambas manos.

Era un desastre.

Miró sus manos y pudo sentir en ellas las caricias que había repartido la noche del viernes sobre el pálido cuerpo, un cuerpo delgado; recordó las caricias tímidas sobre aquella mediana cicatriz en el pecho de Gerard, ese tacto agitó su corazón y erizó cada cabello de su cuerpo. Nunca se había sentido tan placentero tocar a alguien, nunca se había sentido tan llenador hacer gemir a alguien.

Gerard era un angel. Un angel que lo había hecho perderse entre sentimientos que trató de evitar por años, desde que su madre se fue y vió cada noche llorar a su padre por su partida. La mujer había decidido dejar su familia por las drogas y el alcohol. Ahora miraba con una ironía melancólica el jachis.

"Tu madre comenzó con la mierda esa de la marihuana" le gritó su padre cuando le encontró los papelillos en el jeans que se disponía a lavar “Eres un chico inteligente Frank, fuma con la seguridad de que no te va atrapar" pero ya lo había atrapado, y consigo el alcohol ayudó a ponerle más cuerdas a su cuerpo, y consigo alguna que otra sepa de marihuana más y más fuerte. Pero ¿cómo calmaba el dolor? Esos eran los sedantes para su cuerpo, energía para su mente, controlaba sus impulsos, lo convertía en un idiota.

Escuchó a su padre remover algunas cosas del taller, el ruido de los metales llegaban con ecos agudos a su cabeza. Ese era la contra, los sentidos tan alertas. Su cabeza siempre terminaba doliendo.

Se levantó, arregló su bóxer, se puso unos pantalones negros, los mismos que el día anterior, arregló sus calcetines y salió de su habitación, dando un bostezo, tallando sus ojos nuevamente. Entró al baño a mojar su cara, que bien se veían sus avellanas perdidos en el rojo de su esclerótica, el color se resaltaba. Mojó su pecho y despeinó los cabellos largos de su moicano, cuando salió del baño llegó a la cocina, el congelador tenía un jugo acolchado, pero qué más daba, ese porro de mierda le había dejado la boca seca y la saliva era demasiado áspera y espesa. Lo sacó, batió y luego bebió poniendo mala cara. Estaba asqueroso, pero cumplió con hidratar las paredes internas de sus mejillas.

Sí, esta durmiendo — escuchó la voz de su padre — claro, iré por él — la puerta trasera del patio se escuchó abrirse, las botas de su padre rechinaron con los pasos que dió — ¡Frank! ¡Tú amigo ese, el rubio!

Leucemia [×Frerard×] ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora