¿Existe alguien qué quiera borrar Halloween de su calendario? Probablemente Frank, y no porqué la festividad no fuera de su agrado, si no porqué los únicos buenos recuerdos que tiene de aquella fecha eran aquellos que vivió junto a Gerard y unos que otros junto a su padre, después de que su madre se marchara.
Al contrario del avellana, el pelinegro sólo deseaba que llegara ese día para esconderse en la oscuridad de la noche con los trajes hechos por su madre, pero éste año le tocaría encargarse de Mikey, ya era bastante grande para salir a pedir dulces y la verdad es que las fiestas no eran de su total agrado, ah... Y prepararle un pastel a Frank, había mejorado su pulso así que aquellas telarañas si quedarían perfectas, si es qué le quedaba tiempo para ello.
Frank aún seguía inquieto por aquella conversación con Gerard y la verdad es que durante casi diez días - que sinceramente fueron un castigo - evitó lo más que pudo al pelinegro, o por lo menos lo intentó, y aun que falló tantas veces en aquellos intentos, le dejó claro el mensaje.
Frank no volvería a sentirse culpable por besar sus labios o tocar su cuerpo, a pesar de que aquella sensación traía consigo la liberación de adrenalina, no era la adrenalina más agradable, la culpa la opacaba por completo.Mientras caminaba por los pasillos fríos de la escuela, uno que otro imbécil - como les solía decir - lo saludaban. Iero, como siempre llevaba la mitad de la camisa blanca a fuera, a pesar del frío de la mañana sus mangas estaban arremangadas, su corbata estaba algo suelta y los pantalones solían quedarle muy olgados. Frank era aquél intento de chico punk que no le temía a nada, quizás sólo le temía a una cosa, o a alguien, pero aquella ya se había ido de su vida.
Algunos saludos los recibía con displicencia, otros con una sonrisa de medio lado, levantando su cabeza para dar las gracias, al final no siempre era tan descortés.
— ¡Frankie! — ahí venía de nuevo, su intento por no tomarle atención al pelinegro — ¡Feliz cumpleaños, FRANKIEnstein! — hizo énfasis, Frank, quien daba la espalda, decidió voltear
— Gee — falló, nuevamente había fallado en ignorarlo — ¿Qué es esto? — rió al ver que el pelinegro traía consigo una pequeña caja cuadrada, no muy alta, de color verde, envuelta con papel de navidad.
— Es tu regalo, Frankie — sonrió — sé que no es navidad, pero fue el único papel que encontré — se encogió de hombros — Ten, ábrelo — el avellana lo miró dudoso, le causaba ternura lo del papel y sobre todo aquella mirada de atención que le exigía — Ten, no seas así — Gerard infló sus mejillas.
— Está bien — lo recibió — ¿Sabes? Cuando era pequeño me daba miedo Papá Noel, así que es terrorífico para mí — rió — Mi tío Ed se vistió de él en una navidad y no te imaginas lo que es ver a un drogadicto en un disfraz barato de ese viejo.
— Idiota — rió — ábrelo ya — exigió.
— Está bien — sin cuidado alguno rompió el papel que cubría la caja, cuando logró romper un lado del cartón sacó de ella una polera negra con un estampado de Misfits — ¡Mierda, Gee! — dejó caer el envoltorio y observó la polera — ¿Cómo lo recuerdas? — sonreía emocionado.
— En la última carta que me enviaste recuerdo que mencionaste sobre Misfits, y bueno, tienes un dibujo gigante en tu bicicleta, no fue tan difícil — sonrió.
— Gracias — con una de sus manos lo acercó por su cintura — en serio gracias — besó su frente — quiero que hoy conozcas donde vivo, jamás te he mostrado mi espacio — Gerard asintió.
— Me acompañas primero a buscar dulces con Mikey — Frank rodó los ojos — No seas así — besó su mejilla — por favor.
— Uno más y me convences — rieron.
Nuevamente el pelinegro lograba hacer que Frank no arrancara cada treinta y uno de octubre de los calendarios. La magia de sus actos y la conexión entre ambos mejoraba todo lo malo que podía existir, es que cuando ambos estaban juntos, había una burbuja que los protegía, que los apartaba de todo, y aunque sonara demasiado romántico, eran la descripción gráfica de lo que Platón llamó amor.
~🎃~
Mikey vestía un traje de Robin, ese traje de colores fuertes de la serie de los 70's, como si fuese ritual había sido confeccionado por Donna. Gerard esta vez no quería vestirse, pero le había prometido a Mikey que se pondría un disfraz de Batman, para acompañarlo. El peligro se lo había prometido cuando se confirmó que su operación había sido un éxito, este sería el primer Halloween que saldría luego de haber pasado por ese largo proceso.— No digas nada — exigió el pelinegro luego de abrir la puerta, Frank lo miraba con una sonrisa burlesca — Se lo prometí — suspiró.
— Te quedan bien los calzoncillos sobre medias — rió — y tú voz es igual de grave que la de Batman — volvió a reír.
— Cállate — le golpeo el hombro con su puño.
Recorrieron cada casa, apreciaron cada calabaza mal cortada y jugaron como si hubiesen sido niños aún. Ambos se sentían libres de ser ellos cada vez que estaban juntos y la verdad, es que nunca antes, ni siquiera aquellos dos Halloween juntos, lo habían disfrutado como éste, Frank no necesitaba nada más para darle sentido a esta fecha en su calendario y decretarla como su favorita desde hoy, definitivamente, era el mejor cumpleaños, sin torta, sin tantos regalos, sin mamá.
Mikey se había sentado sobre la mecedora del patio trasero de la casa, sostenía su canasta con forma de caldera, sacaba uno a uno los dulces, contándolos, dividiendolos por color y tamaño, mientras sus pies se movían al ritmo del vaivén del columpio de dos cuerpos. Ese columpio estaba viejo, incluso rechinaba con el mínimo peso que tenía el menor, pero había sido un regalo de su abuelo, Donna lo dejo y le pidió a cada familia que alquiló la casa que no lo sacaran de ese lugar.
Gerard y Frank estaban sentados sobre el corto escalón de la salida trasera de la casa, el esmeralda observaba a su pequeño hermano mecerse, mientras su mano sostenía su mentón, el avellana observaba el perfil de Gerard, apreciando el antifas negro que hacía lucir su nariz aún más respingada, los labios rojizos se veían hermosos en aquellos colores grises del disfraz y la pálida piel del esmeralda.
Ante sus ojos y seguramente de cualquiera, era hermoso.
— ¿Quieres ir ya casa? — interrumpió el silencio — suena raro — rió — hace unos días pensaba en que jamás conociste nada de mí más allá, y hoy mi padre seguramente me tendrá un pastel o qué sé yo — rió — pero me gustaría que estuvieras, somos sólo los dos — suspiró — ¿Te gustaría?
— Claro que sí, de hecho me lo preguntaste en la mañana — rió — me encantaría conocer más de ti — apoyó su cabeza en el hombro de Frank — Donna debe estar por llegar — suspiró — ¿Tu madre estará? — El avellana negó — ¿Qué hay de ella?
— Larga historia — miró al menor que ahora había empezado a comer algunos dulces
— Bueno — Gerard tomó la mano de Frank y entrelazo sus dedos con los de él, abrazando la cálida mano del avellana con la fría de éste — tenemos toda la noche — levantó un poco su rostro para besar la barbilla del avellana, Frank con sólo sentir los labios del pelinegro libero una risa nerviosa, su cuerpo se volvió una tormenta eléctrica
_