Veintidós {Bert}

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Osea que no vendrás ¿Verdad?

— No, no puedo — sostenía el auricular de un teléfono azul entre sus manos — en unos días me van a hospitalizar — suspiró — así que creo que no nos volveremos a ver — sus labios estaban morados, la cabina telefónica estaba fría, demasiado fría, era sólo de vidrios y podía ver tras ellos la gente caminar desinteresados por su vida

No digas eso, todo saldrá bien

— Sí, bien... Como sea Gerard, disfruta todo por allá — sonrió para si mismo — se acabará el saldo, te... — y el pitido sonó — quiero — suspiró, acto seguido colgó el teléfono, esperando paciente, creyendo que quizás sonaría

— ¡Hey! ¿Puedes salir ya? Debo llamar — gritó desde a fuera un hombre de sombrero y abrigo largo, que tocaba el vidrio con una moneda entre sus dedos

— Lo siento — salió de la cabina — disculpe — sonrió pasivamente para luego irse

~🥀~

El abrazo cálido de la habitación donde vivía con su padre lo contenía, le hacía mantener un poco el calor que había perdido al salir para ir hacer aquella llamada.

Había dejado un té de matico sobre la mesa desplegable, el vapor de éste se disipaba hacía su nariz entregándole una tibia sensación junto al abundante aroma de la hierba.
Según su madre, el matico hacía bien para el estomago, Bert no lo creía, porqué jamás le detuvo el cáncer ni a ella ni a él.

Arregló la capucha de su chaqueta gris, movió su pierna derecha de arriba abajo, estaba ansioso, angustiado, inquieto. Sus manos estaban apoyadas sobre sus muslos, jugando con sus dedos y la piel de su muñeca, su mirada estaba fija en el reloj, esperando que este dejara de avanzar aunque fuese un segundo.

Impaciente.

— ¿Qué haces aquí? — escuchó la voz de su padre, junto a él el sonido de las pesadas botas de seguridad que usaba

— Nada — miró su té

— Creí que ibas a ir donde Gerard — lo observó confundido — ¿Todo bien? — Bert asintió sin mirarlo — iré al taller, llegaron dos veleros ¿Quieres ir?

— No papá, ve tú — sonrió — estoy cansado, ya sabes — sostuvo su estómago

— Bien — se acercó — cualquier cosa le pides el teléfono a la vecina — besó su frente — nos vemos en la tarde

— Seguro — sonrió con tristeza, su padre caminó hasta la puerta — papá — él volteó — cuídate — su padre asintió para luego salir — y te quiero — suspiró con un nudo en la garganta

El padre de Bert tenía un taller cercano al puerto deportivo Dristrict Wharf.

Habían llegado desde Provo, Utah, para hacer el tratamiento de su madre en el centro Hospitalario de Oncologia en Washington. Cuando su madre murió, volvieron a su hogar, dos años después tuvieron que volver por el estado de salud de Bert.

— El cáncer puede ser hereditario, Señor McCracken — comentó el Dr. Schaffer — debemos hacer análisis a las úlceras

Tiempo después estaban volviendo con maletas más grandes, el cáncer de Bert era agresivo.

Su padre no tenía trabajo, pero tenía conocimientos mecánicos sobre botes y barcos, entonces decidió buscar algún taller cercano a los puertos donde trabajar. Según las historias que le contaba a su hijo, su abuelo había sido almirante de un barco.
Fuera cierto o no, era divertido escuchar aquellas historias, y era más divertido acompañarlo al taller, perderse en la puesta de sol desde el puente de palo en el club de yates, ahí olvidaba todo dolor.

Leucemia [×Frerard×] ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora