Veintiséis: Como en una película romántica

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«¿Cuánto amas los días grises?» le preguntó Gerard al avellana, mientras el pelinegro entrelazaba sus dedos con los contrarios y aferraba su otra mano al brazo de Frank; apoyó su mejilla en el hombro del avellana y comenzaron a caminar. El tatuado no respondió, sólo sonrió.

Los días grises eran sus favoritos, más aún si Gerard estaba en ellos.

Cumpliendo con la petición de Gerard, el avellana se había levantado temprano ese día miércoles, había tomado una tasa de café rápidamente para ir en busca del pelinegro. Al salir de su casa, la paleta de grises lo contempló atónito, enamorado del cielo sin ni una pisca de luz y nubes disipadas en él. Sin duda era un día bello. Esperaba que la lluvia se dignara aparecer y caminar bajo ella junto a Gerard, sabía cuanto le fascinaba que el cielo llorara sin previo aviso.

En cuanto llegó a la casa de los Way, notó a Gerard observándolo desde la ventana del primer piso, con su querida bufanda, una chaqueta con bolsillos negra y unos guantes negros sin dedos. Lo saludo moviendo su mano, mostrando sus pequeños dientes aperlados y regalando energía. Frank sonrió de medio lado, sintió su corazón latir casi al compás del rápido viento de esa mañana.

Lo único que necesitó aquél día fue esa sonrisa.

Al salir de la casa, Gerard le regaló un tierno beso, un suspiró y un abrazo demasiado cálido. Su corazón está vez latió más rápido que el viento.

~🥀~

El frío del hospital era deprimente, el aire en él, las ventanas, las luces blancas y las paredes pálidas; todo en él era deprimente. Y Frank sentía un escalofríos en todo su cuerpo, un hormigueo en sus piernas, en sus dedos congelados, en su nuca.

Estaban sentados en uno de los tantos pasillos, justo al lado de la puerta con un letrero amarillo claro y escrito en él "Oncologia", cada vez que Frank lo leía, aquél hormigueo causaba un espasmo en todo su cuerpo.

Su pie se movía impaciente, sentía la mirada de Gerard con una sonrisa comprensiva en su rostro, debes en cuando las caricias de un pálido dedo pulgar sobre su mano lo tranquilizaba y le daban una seguridad momentánea, también cada vez que Gerard acariciaba su barbilla la pierna del avellana dejaba de moverse, cerraba sus ojos y al momento de dejar de sentir su tacto, casi por acto reflejo la inquietud en su pierna volvía.

- ¿Estás nervioso? - preguntó el esmeralda

-¿Qué crees? - suspiró -. No quiero verte mal, no de nuevo

- Frankie - tomó el rostro del avellana con ambas manos -, pase lo que pase quiero que estés a mi lado - el avellana - asintió -. Tu eres la cura para cualquier enfermedad

- Gee...- suspiró bajando la mirada, escondiendo su sonrojo - No quiero perderte de nuevo, no puedo permitirlo

El esmeralda le sonrió sin decir más nada, lo besó y luego escondió su rostro en el pecho de Frank, dejando caer sus párpados, entregándose al tibio abrigo del pecho de Frank. Los brazos del avellana lo rodearon, le entregaron el calor necesario para sentirse más valiente que nunca.

~🥀~

Estuvo contemplando la lluvia desde el ventanal al menos media hora, dormito una media hora más y cuando el frío lo despertó, decidió abrazarse a su cuerpo, fegrando sus manos y maldiciendo no haberse puesto guantes esa mañana. Su estómago a la vez, le estaba avisando que aquél café en la mañana no fue suficiente, para peor, sus nervios le generaban una sensación en su estómago y podía sentir la bilis querer subir por su esófago.

El doctor había llamado a Gerard hace casi una hora, él se había levantado junto al pelinegro al escuchar su nombre, pero Gerard le pidió entrar sólo y ahora el avellana no aguantaba el querer correr y abrir una por una las puertas de cada habitación del hospital y dar con él. Podría haberlo hecho si los nervios no lo tuviesen tan quieto y el frío tan congelado.

Su rostro se giró violentamente al ver a Gerard salir por la puerta con manillas grises. Frank se levantó de manera inmediata, caminando hasta él sin decir nada. El esmeralda le sonrió sin ganas, enredó sus brazos en el cuello de Frank y lo besó suspirando al mismo tiempo. Sintiendo la respiración del avellana sobre su arco de cupido, la comisura tibia y la humedad que comenzaba a darse por las mismas respiraciones.

Gerard respiró el aroma que emanaban los poros de Frank, y esa combinación inconfundible de pinos, café y su propio aliento lo hizo querer perderse con él en esas mismas paredes. Cuando los párpados descendieron, Frank aferró sus manos a la cintura de Gerard y lo unió aún más a él, enamorado de cada beso y el contacto de sus cuerpos con ropa, su corazón no podía más, pero Gerard le estaba hablando, advirtiendo que algo no estaba bien, pero así, de aquella manera podría entenderse mejor.

Gerard separó el contacto, miró por el ventanal que aún llovía, tomó la mano derecha de Frank, la sacó de su cintura y caminó con él arrastrando por el pasillo al confuso adolescente.

Era difícil de explicarle que el cáncer había vuelto, pero si de alguna manera se entendían era en silencio, sin hablarse ni balbucear ni una sola palabra, sólo con acciones casi involuntarias. No quería ver llorar a Frank y él tampoco quería llorar, pero si algo había aprendido era que a veces las lágrimas valían la pena si se trataba de sinceridad.

Moriría al ver aquellas aureolas ocres entre la hinchazón rojiza de sus ojos, moriría al tener que explicarle y llenarle de esperanzas absurdas que ni él sabría si existirían, pero morir de esa manera, valdría la pena; siendo sincero con quien le ha regalado cada parte de él sin tener que pedírsela, Gerard no volvería a mentir. Lo había aprendido luego de perder a Bert.

- Gerard, está lloviendo - el pelinegro lo había arrastrado hasta la salida del hospital, quedando justo bajo el techo que podía protegerlos de la violenta lluvia que no pensaba en cesar -. Dime qué pasó

- Vamos Frankie - lo arrastró con él bajo la lluvia - ¿Te gustan las películas románticas? - preguntó volteando a mirar a Frank, sin soltar su mano, el avellana rió y negó mirando los ojos esmeraldas - ¿Podrían gustarte por hoy?

- Por ti puede gustarme todo - acercó su cuerpo al contrario y llevó sus manos a la delgada cintura de Gerard

- Entonces bésame bajo este cielo gris y bajó esta torrencial lluvia - sonrió con sinceridad, Frank asintió complaciente -. Tu beso será la misma sensación a cuando salen los rayos de sol

- Eres detestablemente cursi - ambos rieron

Gerard tomó el rostro de Frank, se acercó de manera rápida y lo besó, sintiendo esta vez la humedad de las gotas de lluvia, el frío en sus dedos y las caricias que Frank regalaba presionando con las manos su cintura.

Al final de todo, ese beso volvía a ser su calma, y cada latido y movimiento dijo más que mil palabras.

Y así el día no pudo notar como ambos lloraban y que la lluvia no fue solo la que mojó sus rostros.

Leucemia [×Frerard×] ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora