La fuga de Elliot

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NICO

Tenía un a línea negra tatuada alrededor de su cuello. Cuando lo vio por primera vez lo había confundido con un collar. Pero no, aquello era tinta. Tal vez sus dos únicos encuentros habían sido en lugares demasiado oscuros y por eso no se había dado cuenta antes.
Aika permanecía de pie en la entrada con ojos de cachorro abandonado. Nico ya se esperaba aquella visita, pero sentía que tenía diferentes propósitos; no solo coger el violín y marcharse. Lo miró de arriba a abajo examinando su ropa y se detuvo de nuevo en su rostro. No decía nada. Solo se había dignado a llamar al timbre y, teniendo ya la puerta del piso abierta, seguía sin pronunciar palabra. Así que Nico tampoco lo hizo, quería una explicación sin tener que pedirla. Lo consiguió, únicamente, haciendo de muro entre el pasillo y su apartamento, frente la mirada del castaño.

—Me he quedado sin casa—dijo con la voz apagada. Nico se lo temía. Viendo sus pintas no era extraño que le dijera algo como aquello. Era muy probable que sus intenciones desde el principio fueran encontrar a alguien que lo ayudara con ello. Pero no podía ser Nico quien lo hiciera. Tenía demasiadas cosas por las que preocuparse y su casa ya no era segura para nadie, ni siquiera para él.

—No puedes quedarte aquí. Ya no...

—No te he pedido un techo—le interrumpió Aika encogiéndose de hombros. Nico no supo si con ello intentaba bromear o es que tenía muy poco sentido común—. Solo lo he comentado—dijo haciendo un paso adelante para que se apartara y le dejara entrar.

—¿Es que ahora te apetece hablar de tu vida?

Aika soltó un "ja" sarcástico mientras caminaba hacia la habitación. Sabía perfectamente dónde había dejado el violín por última vez, eso significaba que lo había hecho a posta.

—¿Sabes, Nico? Tienes que pagar las consecuencias.

—¿Qué consecuencias?

—Fuiste tú quien me habló por primera vez y también por segunda. Pudiste haberlo evitado y no lo hiciste. Cuando yo tengo interés por algo me sumerjo tan profundamente que nada ni nadie es capaz de sacarme de ese trance, o como quieras llamarlo—dijo subiendo la carcasa del instrumento a la cama—. Ahora tendrás que aguantarme.

Nico quedó algo desconcertado con aquella explicación. Sabía a lo que se refería, pero no entendía su interés por él. No creía haber hecho nada de suma importancia o ser alguien que llamara la atención. De la misma manera que él sentía curiosidad por Aika, Aika la sentía por él, pero había algo muy extraño de por medio. Hasta entonces habían hablado como dos personas normales que se acababan de conocer. Prácticamente no sabían nada el uno del otro y no habían revelado ninguna intimidad ni nada interesante, a su parecer. Era como si algo no hubiera quedado zanjado. El tema de Jussara, tal vez. Se suponía que ya no había nada más que hablar respecto a eso, pero el sentimiento no era ese.

—No has cambiado tu ropa desde que te conocí—dijo Nico apoyándose a la columna y cruzándose de brazos.

—No, pero hasta ahora la limpiaba cada día y dejaba que se secara durante toda a noche. No soy un guarro—hizo correr las cremalleras de la funda y la abrió como si abriera un cofre del tesoro.

—De tanto hacerlo se va a desgastar. ¿No tienes nada más?

—De momento, estoy bien con esto.

Nico asintió y observó el complacido rostro del chico al ver su instrumento. Le tenía mucho aprecio. No le sorprendía. Además era curioso que pareciendo tan miserable se hubiera permitido pagar un violín como ese. Debió depositar todo su dinero en él o se trataba de un objeto heredado, tal vez de un regalo.

—Ni lo has tocado—le dijo Aika levantando su mirada.

—¿Por qué lo dejaste aquí?

—¿Qué te hace pensar que lo dejé expresamente?

AMÉN, NICO, AMÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora