El limbo

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AIKA

—No sé qué hacer—dijo esperando a que Blake le iluminara. Había tenido que salir de la casa para poder hablar con él. Tenía que hacerlo donde no pudieran verle. No era necesario que le hicieran preguntas que no le gustaba responder.

—¿Me abandonas y esperas que te ayude?—contestó el chico, acercándose a Aika de forma amenazante—. Te va a salir el tiro por la culata.

El castaño le miró con lástima. Quería con todas sus fuerzas que por una vez, y solo por una, Blake fuera agradable con él. En el fondo le dolía ser tratado con tanto desprecio y solo con él llegaba a sentirse así pero, a la vez, no podía dejarle a su suerte. Le quería demasiado como para hacerlo y eso aún le molestaba más. Lo odiaba.

—¿Alguna vez me has ayudado?—dijo dejando escapar un aliento de rabia. Blake levantó una ceja y movió los dedos de sus manos como si fuera a golpearlo, pero comenzó a caminar, dando vueltas a su alrededor, como un carroñero preparándose para picotear un cadáver.

—¿Que si alguna vez te he ayudado?—dijo entre dientes—. ¿Quién te salvó de Leslie? Yo. ¿Quien evitó que te violaran? Yo. ¿Quién te dio amigos? Yo. ¿Quién ha estado siempre a tu lado? ¿Eh, Aika? ¿Quién?

El castaño se tapó la cabeza con la capucha de su sudadera y escondió su rostro como pudo. No quería escuchar nada de aquello ni imaginar su cara ante aquella situación.

—Eres un desagradecido—volvió Blake.

—Solo escúchame, por favor—musitó Aika.

—¿Por qué yo no puedo vivir aquí, también?—siguió el otro, apoyando sus manos a las paredes de la casa.

—Ellos no te querrán.

—¿Por qué?

Aika sintió sus frías manos sobre sus hombros.

—¿Quién querría estar contigo?

Sus manos dejaron de tocarlo. Tal vez se había ofendido por haberle dicho eso o estaba preparando un ataque sorpresa. Fuese como fuese, Aika no quería quitarse la capucha. Se sentía desprotegido sin ella.

—Quieres saber por qué el apellido de Nico estaba en las fotos que quemaste—escuchó decir de su voz, proveniente de enfrente—. ¿Por qué no se lo preguntas?

—Puede ser algo imprudente hacerlo—murmuró con los ojos cerrados.

—Todo lo que haces es imprudente.

Aika suspiró. Al menos, mantener la cabeza bajo la capucha y los ojos cerrados le ayudaba a no perder la calma. Con solo ver el color negro era suficiente para volver a su serenidad especial. Blake no iba a sacarle de sus casillas.

—Si solo has venido para molestarme, vete—terminó el castaño.

—Estás bien jodido, lo sabes, ¿verdad? Tú sabes perfectamente que tu amigo Nico es un peligro y cuando llegue el momento vas a tener que acabar con él o él acabará contigo. Solo ve metiéndote eso en la cabeza. Crees que es como nosotros, pero te has equivocado—dijo sonando cada vez más lejos—. Si pasas de esto, no cuentes más conmigo.

Y allí terminó su conversación. Aika quiso mirar para ver si Blake seguía allí, pero en cuanto abrió los ojos escuchó una voz diferente.

—¿Qué estás haciendo?—vio a Nico a un metro de distancia de él, con su rostro serio y tenebroso. Acababa de aparcar el coche delante del hogar de Jago, y Aika ni se había dado cuenta de eso. Volvió la mirada hacia donde podía seguir Blake, pero él ya no estaba. Ya debía haberse percatado de la llegada de Nico.
Así que decidió cambiar su aspecto y volver a ser el de siempre.

AMÉN, NICO, AMÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora