—Queremos saber qué tipo de relación tenía usted con esa muchacha.
—No hablo con ella desde que teníamos quince años, no sabía nada de su vida.
El policía anotó varias cosas en su libreta mientras la otra oficial observaba los movimientos de Nico. Ella permanecía de pie al lado del sofá mientras su compañero utilizaba la mesa de cristal para apoyar sus notas.
—Usted es la única persona que aparece en su lista de contactos, tiene que haber una razón.
Él negó insistentemente.
—No tengo ni idea del porqué. Un día, simplemente desapareció de mi vida y no supe más de ella.
—¿Dónde se conocieron?—preguntó la mujer forzando una expresión seria.
—En el centro de menores, Don Bosco.
—¿Por qué perdieron el contacto? ¿Qué era de su vida entonces?
Nico hizo rodar los ojos y entrelazó sus manos antes de apoyar los codos a sus muslos.
—A mí me sacaron del centro. Mi madrina quiso hacerse cargo de mí así que fui a vivir con ella. Jussara se escapaba de vez en cuando para ir a verme y a veces hablábamos por teléfono. Un día dejó de hacerlo y cuando la llamaba no respondía.
—¿Cuando cumplió la mayoría de edad, no se interesó en saber de su vida?—volvió el policía.
—No. Nunca fui muy apegado a nadie. Ella y yo nos considerábamos pareja porque teníamos miedo de perder el único lazo con alguien. Aún así, entre nosotros no había mucho afecto.
—Muy bien, creo que es suficiente. ¿Algo más que no sepamos y quiera contarnos?
—Absolutamente nada.
—De acuerdo—se levantó de su asiento y cerró la libreta para situarse al lado de la mujer—. Eso es todo.
Nico los acompañó a la salida sin ánimos de verlos más. No se mostró descortés pero tampoco hizo el esfuerzo de serlo.
—Sentimos haberle molestado. Que tenga un buen día.
Cerró la puerta sin decir nada. Solo verlos aparecer al principio ya le había provocado un desagradable escalofrío.
Negó ligeramente con la cabeza y caminó hasta la cocina. Tenía el mostrador repleto de naranjas. Algunas estaban cortadas por la mitad desde antes de la inesperada visita de los agentes. Se remangó. A un lado había el exprimidor de plástico preparado para ser usado. Cogió media naranja y la prensó en el artilugio. Todo el jugo se derramó en el interior del cuenco. Se quedó viendo las venas de su mano mientras hacía retorcer la fruta. Se habían hinchado como si hubiera vuelto el calor del verano. A cada apretón que daba, le subía la temperatura. No solo su mano lo notaba, también su cabeza. En lugar de perder fuerzas parecía que aumentaban. Cada vez apretaba más fuerte la naranja. Su humor iba a peor, algo le atormentaba. Intentó respirar hondo y se deshizo de la piel para coger la otra mitad del fruto. Continuó haciendo su trabajo, pero entonces un destello de cólera le recorrió el cuerpo entero hasta llegar a la cabeza. Gruñó y dio un fuerte golpe sobre el mármol con el puño de la mano que tenía libre. Todas las naranjas temblaron.
Se detuvo, se deshizo de todo y encendió el grifo del fregadero para limpiar sus manos. Las secó con el trapo de cocina que había colgando del mango de uno de los armarios. Después caminó hasta la ventana que había al lado de su cama. No quiso acercarse demasiado, se estiró un poco para ver cómo era el ambiente en la calle y luego de reflexionar unos segundos, se dirigió al ropero, agarró su abrigo y salió por la puerta sin siquiera cerrarla con llave.
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AMÉN, NICO, AMÉN
Fiksi UmumNico vive atrapado en un trauma de infancia que mantiene oculto y callado en su cabeza. Cree haber empezado una vida nueva, lejos de todo lo que le había hecho mal, pero el encuentro con un chico llamado Elliot le regala una pista de algo que podría...