NICO
Imitó aquella vez que vio a Aika sacar el humo del cigarro de su boca, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, en dirección al cielo. Fue allí cuando se interesó por su tatuaje, y ahora, después de saber más de lo que debía, lo maldecía porque significaba más de lo que se había imaginado.
Inhaló por última vez el humo y dejó caer el cigarro al suelo. Se iría consumiendo poco a poco hasta apagarse. Entró en la casa y fue directo a su cuarto, ignorando cualquier obstáculo y pensando en todo lo que le había contado el castaño. Se sentía el pecho comprimido. Sus ánimos estaban por los suelos. Aika había logrado hacerle olvidar todo cuanto le preocupaba para centrarse en lo sentimientos que debía guardar detrás de su alegre energía.
Abrió la puerta de su habitación. Caminó hasta la cama y al mirar sobre su almohada, dudó sobre lo que estaba viendo. Se acercó curioso y agarró el pequeño papel cuadriculado que se encontraba allí acomodado. Vio su apellido escrito en el borde y dio la vuelta al papel para darse cuenta de lo que realmente era: la fotografía de una mujer partida en dos partes. Se volvió pálido al verlo y, en seguida reaccionó. Alterado, dio media vuelta y empujó la puerta del cuarto con fuerza para no perder el ritmo de su paso. No iba corriendo, aún. No era momento de desesperarse. Pero el corazón empezó a latirle rápidamente y el aire del pasillo movía sus ropas por poco que fuera el ímpetu de su andar. Se cruzó con Jago en medio del pasadizo, casi chocando con él y empezando a perder la calma.
—¿Dónde está Aika?—preguntó con la voz airada. Jago frunció al ceño al verlo de esa manera.
—Está bañándose. ¿Qué pasa?
—Nada.
Empezó a morderse la uña del pulgar y a caminar con nerviosismo, arriba y abajo.
—Dime qué sucede. ¿Qué ha pasado?—insistió Jago siguiéndole con la mirada de un lado al otro.
—Tengo que hablar con él.
Llamaron a la puerta de casa. Nico lo ignoró por completo, pero Jago se lo pensó dos veces sin saber si debía ayudar a su amigo o atender a la visita. Nico no iba darle respuesta, así que caminó hasta la entrada y al abrirla se encontró con Lisa, a quien le había dado la dirección de su casa durante la visita al hospital de Elliot.
—Es un placer verte, pero ahora...
—Tengo que hablar con Nico—dijo ella, también con prisas y alterada. Entró sin permiso.
—¿Qué os pasa a todos?—murmuró el chico.
Lisa tenía localizado a Nico desde la entrada. Fue directo hacia él y le mostró un papel diferente.
—Bernardo Arcangeletti está muerto y quien lo ha matado a dejado una nota para ti.
Nico puso los ojos como platos, algo que inquietó a Lisa e hizo que se apartara en cuanto él agarró la nota que le traía: "Nico Di Adezzio, alguien muy importante quiere verte. No le hagas esperar".
—Lo sabía—dijo haciendo una bola de papel con la nota y aplastándola bajo su puño. Entonces se apresuró a llegar a la puerta del baño y empezó a dar portazos—. Aika, sal. ¡Aika!
Intentó abrir con la manecilla pero, por dentro, el castaño había cerrado con pestillo. Nico golpeó más fuerte y le llamó muchas veces más, pero no obtuvo respuesta. Con la llegada de Lisa, había perdido los estribos. Solo necesitaba que su amigo le prestara un mínimo de atención pero, de repente, las cosas empezaron a ir en su contra y no tenía por dónde agarrarlas.
Tiró la nota al suelo y apartó a Lisa hacia un lado para hacerse paso hacia la salida. Se detuvo frente a Jago, quien le estaba observando sin aliento desde la distancia.
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AMÉN, NICO, AMÉN
General FictionNico vive atrapado en un trauma de infancia que mantiene oculto y callado en su cabeza. Cree haber empezado una vida nueva, lejos de todo lo que le había hecho mal, pero el encuentro con un chico llamado Elliot le regala una pista de algo que podría...