El agua estaba tranquila. La superficie danzaba en forma de ondas indefinidas. El sol se filtraba en ellas creando delgadas líneas de luz encima de las blancas paredes. Absorbía el color turquesa del cielo y desprendía paz. En su interior reinaba el silencio. Nadie irrumpía en aquella calma. Nadie había quedado atrapado entre sus brazos.
De pronto, algo cae. Se rompe el silencio. El agua salta. Miles y miles de millones de burbujas envuelven un cuerpo que acaba de llegar en lo más profundo. Vuelve la excitación de las pequeñas olas y el blanco del zarandeo del aire, que quiere subir a su mundo natural. La espalda del intruso choca contra el suelo con fuerza pese a haber sido amortiguado en su llegada. Ahora él es el protagonista. La punta de sus dedos señala el sol distorsionado que hay afuera. Sus ojos están abiertos. Brillan como dos diamantes perlados. Sus cabellos de carbón se balancean como serpientes hambrientas. Tiene sueño.
Hace 16 años
NICOSu madre se había quedado en casa aquella tarde, cuando él y su padre decidieron bajar al pueblo para investigar, por primera, vez las piscinas municipales. Ambos hicieron todo el recorrido a pie, con los bañadores puestos, las toalla colgando del hombro y la mochila, sufriendo uno de los días más calurosos del verano. Gianmarco le había ofrecido a su hijo llevarlo a cuello, pero el pequeño se había negado porque no le gustaba estar quieto.
Lo primero que pudieron haber sentido al ver las piscinas eran las ansias de entrar de una vez por todas y refrescarse, pero tanto al padre como al hijo les incomodaba que, en ellas, se encontraran otros adultos aburridos con sus hijos gritones. Por suerte, ya lo habían previsto. Se colocaron, apartados, en la hierba que había alrededor. Se sentaron sobre las toallas y sacaron dos bocatas que habían preparado antes llegar. Bocatas de pollo con mayonesa y lechuga.
Estaba prohibido comer, pero no les importó porque, igualmente, no iban a volver. Gianmarco sujetó el bocata para que su hijo pudiera darle un mordisco con facilidad y, al verlo sudar, decidió acercarse al agua con él. Le hizo sentarse en el borde de la piscina más grande, a su lado. Los pies tenían que mojarse para que la temperatura de su cuerpo se regulara. Luego, hizo una mini cazuela con su mano y le pidió a su hijo que cerrara los ojos para dejar caer el agua en su rostro. Le refresco la frente con cuidado, le mojó el pelo y lo peino hacia atrás. Después le humedeció la nuca y su delicado cuello.
Actualidad
El recuerdo le estaba torturando. Se acababa de dar cuenta que le faltaba oxígeno allí abajo. Su cuerpo se había tensado. Había dado una vuelta sobre sí mismo y sus piernas se movían como si quisieran deshacerse de algún agarre invisible. Golpeó las paredes con sus puños, pero el impulso no era suficientemente fuerte para derribarlas. El agua no le dejaba escapar. Buscó con la mirada por todas partes. Sabía que la única salida era nadando hacia arriba, pero primero necesitaba deshacerse de la ira.
Gritó con todas sus fuerzas porque allí abajo nadie podía oírle. Expulsó grandes burbujas de su garganta, vaciando sus pulmones de una manera inútil.
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AMÉN, NICO, AMÉN
General FictionNico vive atrapado en un trauma de infancia que mantiene oculto y callado en su cabeza. Cree haber empezado una vida nueva, lejos de todo lo que le había hecho mal, pero el encuentro con un chico llamado Elliot le regala una pista de algo que podría...