8. AFLICCIÓN

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Cuan terrible era el sentimiento que la dejaba al descubierto, la vulnerabilidad acechando lo que jamás había imaginado, Raizel se vio asimisma como débil, incapaz de prevenir lo ocurrido, por miedo. La verdad se mostraba inclemente ante su poco interés por saber lo que ocurría en su Reino. Volvió a tomar conciencia del entorno después de que alguien la empujara levemente. Los guardias la condujeron al imponente palacio. Pocos eran los privilegiados que ingresaban en aquel lugar. Después de caminar se acercaron a la entrada de la parte trasera del castillo. Raizel estaba sorprendida por los muros principales incrustados con figuras de varias esfinges del Sol, la Tierra y la Luna incorporados asombrosamente al igual que las enormes ventanas de un estilo gótico. Eso le recordó los palacetes europeos que había visto en los diccionarios que tenían en la biblioteca.

A pesar de su admiración por los detalles del palacio, no fueron sufrientes para distraerla por mucho tiempo, obligándose voltear la mirada por los pasos que se acercaban más a ella. Sintió convalecencia al ver que era su madre quien la seguía.

Raizel estaba a punto de echarse a correr hacía ella cuando Dimitri apareció en un lado del corredor, lo siguieron en silencio. Él se dirigió a una habitación que se encontraba al final de varios enormes ventanales que daban vista hacia otra parte llena de puentes sinuosos que se perdían entre muros y estanques de agua. Entraron a una oficina pequeña, Dimitri ingresó rápidamente junto con la madre de Raizel.

—Cierren la puerta y vigilen cada parte principal de Reino, no deseo más sorpresas como las de hoy. El resto del consejo llegará pronto preparen el salón de reuniones.

Los soldados asintieron las órdenes de Dimitri y se marcharon.

—Raizel, ¿dime qué sabes? —Su voz expresaba disgusto—. Hoy te vi muy cariñosa con Lain. —Dimitri se quitó el saco que traía puesto dejando entrever una camisa formal celeste.

—Jamás imaginé que haría algo así. No tengo nada que ver con él. ¡Lo juro! Sólo quiero a mi hermana de vuelta para luego matar a Lain yo misma.

—Si me ocultas algo estaré muy decepcionado de ti. —Indicó magullando la mesa con su puño.

—¡Basta! —Interrumpió la madre de Raizel—, esto no solucionará nada, debemos encontrar el Ida. El equilibrio de todos los Reinos está en peligro.

—Aurora lo ves tan fácil. ¿Puedes imaginar las vidas en peligro? Pareciera que te importa más ese objeto antes que la supervivencia de tu propia hija. Primero debemos trazar un plan.

Tocaron la puerta. Uno de los guardias hizo saber que los demás miembros del consejo ya estaban esperándolo.

—¡Acompáñenme! —Indicó Dimitri, salió con mucha rapidez de la oficina. Apenas y pudieron seguirle el ritmo.

Se dirigieron al salón donde se encontraba el Consejo. Al ingresar Raizel se dio cuenta que ahí estaba Eudett con la mirada fría. Los Miembros de Consejo estaban sentados en forma circular, la única mujer que integraba el consejo era Padme del Reino de Adhara; hermosa a pesar de ser una persona mayor; la elegancia con la que hablaba y vestía era admirable. Al ver a la madre de Raizel se levantó de su silla y se acercó a ella.

—Es una situación caótica Aurora. —Padme le dedicó una sonrisa de consuelo.

—Lo es, sólo quiero que vuelva sana y salva; su cumpleaños ha sido totalmente arruinado. No sé qué pensar. —respondió Aurora entrelazando sus dedos en lo que se sentaba en una silla cerca de la entrada del salón.

—¡Lo sé! —Aquellas palabras sonaron reconfortantes, pasó del lado de Raizel ignorándola por completo.

Padme se incorporó de nuevo en su silla. Fue la primera en tomar la palabra.

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