Como una ráfaga de luz el panorama se había tornado cálido. Raizel estaba desorientada, sus ojos apesadumbrados se demoraron en adaptarse a la luz del sol, intentó reconocer donde se encontraba. A la distancia divisó a Zed acercarse a ella con una niña en sus brazos.
—Eire, ve con mamá. —Matizó Zed bajando a la niña de sus brazos.
La niña se acercó a ella. Raizel se desconcertó ante aquellas palabras. Pensó que podría ser una visión del futuro. Lo que no cabía en su cabeza; ¿podría ser un mundo alterno donde ella y Zed tuviesen una vida juntos? Eso la hizo reaccionar de golpe: entonces la niña... «¡Oh! Es mi hija —dijo dentro de sí.»
—¿Estas bien? —preguntó Zed observándola con premura.
—¡Si! Solo me distraje. —Respondió ella con una sonrisa forzada al tiempo que ordenaba sus pensamientos alborotados por la repentina situación que estaba viviendo.
Eire estaba junto al ella. Una niña de ojos negros y luminosos como la noche, sobre sus hombros descansaban unas trenzas largas y oscuras. Sonriéndole a Raizel tomó una manzana de una canasta que se encontraba delante de ellos, luego alzó la mano para que la abrazará. A Raizel le pareció extraño e irreal, insegura; levantó a la pequeña mientras le daba un mordisco a su jugosa manzana.
—Deberíamos de visitar a tu madre —propuso Zed mientras la abrazaba.
—Es una idea excelente. —Respondió Raizel tratando de animarse.
Cuando Raizel volteó a ver a Zed, su rostro lucía aterrador. Lanzó un grito. Pero las manos de la niña en su cuello la comenzaron a sofocar. Ella quedó inconsciente.
—¡Despierta! —dijo la voz de su padre resonar como un eco.
Nuevamente volvió a abrir los ojos.
—¡Papá! —No podía creerlo... era él— ¡Qué ha pasado!
—¿Estás bien? estamos preocupados. —señaló su madre acercándose a ella.
—¡Lo siento! Tuve una pesadilla.
—¡Oh cariño! Todo estará bien. —su padre le dio un beso en la frente.
Aquel beso desató sentimientos encontrados en ella. No pudo evitar que las lágrimas surcaran sus mejillas. Ambos la abrazaron, segundos después tuvo una sensación extraña. Su instinto no le había fallado, pues su padre había clavado una daga en su pecho. Raizel estaba sin aliento. Cuando ella vio su rostro distinguió que era aquella criatura.
Ella cayó inconsciente de nuevo, sintiendo la muerte tan real y difícil de eludir, los latidos de su corazón se fueron apagando con ella...
Raizel despertó, al abrir los ojos, le ardieron como si tuviese algo que le irritara cada parpadeo. Se levantó del suelo para recobrar la compostura que el suelo le ofreció escasamente, cuando sus manos tocaron algo grumoso bajó la mirada, estaba encima de un charco de sangre. Su alma se hizo añicos al reconocer a Eileen. Ella corrió donde se encontraba el cuerpo, al verla de esa manera gritó tanto que se quedó sin voz, sus lágrimas parecieron inacabables.
—¡Lo ves! —Dije que la mataría si no me traías lo que te había pedido. Ahora ya es muy tarde. —Matizo la voz de Lain.
—¡Basta! —Gritaba desecha, parecía la peor de sus pesadillas.
Comenzó a desestabilizarse, sus emociones le aturdían, algunas voces emergieron de su cabeza sin poder definir si eran producto de un delirio o es que estaba muriendo. Se enfrascó en su dolor, cuando sintió unas manos cálidas. Una luz irradió en su interior, luego escuchó una voz aguda.
—Tranquilízate. ¡Puedes hacerlo!
Sintió un cambio repentino, sus ojos buscaron entender aquel territorio extraño, se encontraba en un lugar repleto de luz, sin un ápice de oscuridad alguna, no había más nada. Solo luz.
Dejó de batallar con su dolor, se tranquilizó. Sintió que ese mundo formaba parte de ella, su piel la reconocía del algún modo, aunque su mente se lo negara.
—¡Despierta!
Raizel abrió los ojos. Se encontraba dentro de una esfera plateada traslucida. La desconcertó ver a sus compañeros sumergidos a su lado, había cientos de esas esferas, pero ya solo tenían huesos. Era una muerte silenciosa pero agobiante. La forma de matar a sus presas era despiadada. Raizel se imaginó a los demás sufriendo. Lo curioso era que podía respirar dentro de ella, hasta que se dio cuenta de que sus pies estaban conectados a un extraño cordón negro y viscoso con varias ramas extendidas hasta su rodilla. Trató de mover sus pies de modo que pudiese librarse de ellos impulsándose con todas sus fuerzas, poco a poco lo fue consiguiendo.
Aquel cordón comenzó a moverse como una serpiente, Raizel actuó de forma instintiva situando la mano encima de la esfera, se hizo añicos dejándole preguntas que despejó rápidamente, no tenía idea de cómo lo había hecho, tal vez era suerte... Cuando Raizel comenzó a nadar la criatura apareció a varios metros frente a ella. Su rapidez era sorprendente. Pese que impulsaba su cuerpo con todo lo que tenía, parecía no poder escapar a la velocidad del centinela, nadó del lado opuesto encontrando en una de las esferas a Nait, se le retorció el estómago de solo imaginar cuanto estaba sufriendo.
Posó sus manos en la esfera con la esperanza que también esta desapareciera; no estaba segura si funcionaría, pero su mente le dictaba que debía de internarlo. Había logrado romperla con tenacidad. Impulsó a Nait hacia la superficie, no tenía tiempo. Se apresuró a hacer lo mismo con los demás, uno por uno. No obstante, las palabras de aquel centinela fueron su condena.
—¿Cómo lo hiciste? —Dijo con la voz quebrada y furiosa al tiempo que sus hendiduras branquias se amainaban con el ritmo del agua—. ¡Nadie puede romper la esfera! tendrías que estar muerta. ¿Quién eres? ¿acaso eres uno de los nuestros? Sangre antigua y maldita es la que debe correr por tus venas.
Como una ráfaga de viento fue hacía ella con impetuosidad, rápidamente el centinela sujetó a Raizel por el cabello. Como si ella hubiese despertado de un trance, su oxígeno se acabó. Ya no podía respirar bajo el agua; al final comenzó a ahogarse. La criatura aun la sostenía, con la poca fuerza que le quedaba forcejeaba para liberarse, sin embargo, todo se nubló...
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ADMONICIÓN
FantasyPortada elaborada por @Meganhezert LIBRO -I- TRILOGÍA "GLORIA Y DESTRUCCIÓN" Un mundo atado a una maldición empieza a desmoronarse por los actos humanos en contra de la Tierra. Para mantener el balance en Clarus y evitar su extinción emerge la po...