Raizel observaba cada pasó de Dimitri; tan cauteloso como un depredador. Sus ojos centrados al frente igual que sus sentidos agudizados como un felino resguardaban cualquier indicio de amenaza, ahora que estaban más lejos y expuestos al peligro. Intimidada por la mirada voraz de Luka apartó la mirada fugazmente antes de que los nervios la traicionarán. Debía estudiar mejor su situación, más allá de la agradable compañía de Zed al igual que sus palabras conmovedoras.
Profundizó sus sentimientos aduciendo aquel desbalance que Zed le estaba provocando, se dio cuenta que ella cambiaría por alguien más. ¿Y si solo era ella? ¿Qué clase de amor buscaba y esperaba? No lo había pensado, pues ella había creído en Lain, no resultó como esperaba. Había recibido el primer golpe por parte del amor y ahora que se había cruzado con un humano interesante la ponía de nuevo entre la espada y la pared. Se obligó a si misma a dejar a un lado esas emociones que al final no la conducirían a nada.
Concentrándose en sus pasos, levantó la mirada para asegurarse de avanzar igual que los demás. Las gotas de agua al chocar contra el suelo sonaban como una aguja de reloj, la atmosfera húmeda reducía de a poco la temperatura y la elevaba de nuevo. La naturaleza se mostraba ruda e impredecible...
Al cabo de varios minutos la tierra comenzaba a sentirse diferente bajo sus pies, como si la tierra fuera mostrando el misterio resguardado en su interior a través de la complejidad de cambios en su suelo, Raizel pensó que se había mareado cuando tambaleó, notó rápidamente arena debajo de sus pies cansados, luego fue arrastrada junto a los demás hacía una pared de espinas que se movía como remolinos hambrientos. El Abaddon no mostraba piedad alguna a la hora de recordarle una vez más cuan impredecible era... después de ser succionados dieron boca abajo sobre tierra desértica y acalorada.
Se encontraban por fin en la cuarta sección. A comparación con las demás esta era desolada carente de vivacidad y predominada por la asonancia de la corriente trémula. No se divisaba vida alguna ni rastro de nada más que arena. Al comenzar a caminar sus pasos se hundieron, el aire seco hostigó su respiración como si cortara sus pulmones a cada inspiración, a pesar de que no hubiese un Sol que iluminase el lugar, el calor era desgastante a medida que avanzaban.
—Quien haya diseñado Tenebris debe estar completamente loco. Y si fueron los dioses, ¿qué creen que somos, inmortales?
—Por fin dices algo modesto, no puedo no estar de acuerdo contigo. —Respondió Tairy dedicándole una sonrisa a Raizel, se había vuelto el primer contacto cercano entre ellas—. Si tuviéramos más vidas como un gato no me quejaría, pero ¡en serio! No me gustaría morir en este lugar. Tengo planes que no puedo dejar pasar.
—¿Y esos planes también me incluyen verdad? —la voz cálida de Nait había regresado listo para entonar sus bromas a todo pulso y hacer reír o enfadar a Tairy de todas las formas posibles.
Tairy no respondió, pero le advirtió con los ojos que tuviese más cuidado. Ellos tres caminaron juntos. Mientras los demás estaban detrás de ellos.
—¿Qué? —Dijo Nait fingiendo una voz dolida—. De todas formas, se van a enterar.
—Acaso ustedes... —Raizel los señaló, ella iba a preguntarles si ellos estaban saliendo, pero Nait se adelantó.
—¡Si! Ty y yo estamos saliendo; y pronto nos casaremos... —afirmó muy animado—. Si quieres ser invitada debes ganar la aprobación de Ty.
—Cuando vas a mantener la boca cerrada Nait. —Ella lo devoró con la mirada—. Sabes que mi padre no lo aprueba, él cree que no estás listo para mí.
—Te equivocas. Me ha dado su aprobación. Él sabe lo genial que soy; y el único que podría merecerte.
Tairy sonrió, luego con un mohín burlón le dio un codazo a Nait.
ESTÁS LEYENDO
ADMONICIÓN
FantasyPortada elaborada por @Meganhezert LIBRO -I- TRILOGÍA "GLORIA Y DESTRUCCIÓN" Un mundo atado a una maldición empieza a desmoronarse por los actos humanos en contra de la Tierra. Para mantener el balance en Clarus y evitar su extinción emerge la po...