34. ALGUIEN AGRADABLE

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Raizel tosió varias veces expulsando agua de sus pulmones y al respirar con rapidez sintió que el propio aire le cortaba.

—¡Raizel! Me has puesto los pelos de punta. —El cabello de Zed estaba mojado, unas cuantas gotas eran notorias en la punta de sus cabellos.

—No sé lo que ha pasado. —Declaró con voz entrecortada.

—¡Tus ojos! —Zed quedo inmóvil.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Son radiantes —pronunció Zed con admiración.

Raizel sitió que le ardían los ojos. Trató de parpadear varias veces a modo de disipar ese ardor que sentía. Luego su vista se aclaró.

—¿Me estas tomando el pelo? —Zed tenía su mirada clavada en sus ojos, no pudo evitar sentirse intimidada.

—Tú eres el que está diciendo cosas sin sentido. No estoy de humor para tus bromas Zed.

—Creo que estoy imaginando cosas. —Suspiró apartando la vista de ella—. Después de todo te he salvado la vida. Y no haces más que reprenderme las cosas.

—¡Gracias! Estoy en deuda contigo. —Concluyó casi sin ganas de seguir hablando, hasta las palabras le sabían mal.

—¿Estas bien? —colocó la mano en su frente—. ¿Ahora estas, agradecida? Me estás dando miedo. —Se abrazó a si sismo.

—La gratitud es la mejor forma de compensar la valía de una persona.

—Me agrada que pienses así.

Raizel aún estaba aturdida, por dentro sentía un dolor de cabeza y zumbidos, luego pensó en Zed. La había salvado. Eso significaba mucho para ella, además de la forma en la que él le daba esa confianza de hablar. Hubiese sido cortante si no fuese de aquella manera, alguien agradable. Comenzó a sentir algo de frio, su ropa mojada la hizo sentirse incomoda, por lo que no quiso seguir en el suelo, Zed reaccionó rápido levantándose primero para ayudarla.

—No quiero que digas nada sobre esto.

—¡Tranquila! No pensaba decir que estuve contigo. Quiero guardar este día para mí.

—Debemos irnos. Aceleremos el paso para llegar a la llanura, —propuso—; ahí iremos más lento para que la luz del sol nos seque la ropa.

—Me parece perfecto. Después de ti. —Sonrió.

El viento se volvió inoportuno, haciéndola sentir más frio. Raizel decidió correr. Zed la alcanzó, al poco tiempo iniciaron una competencia. Ella recordó una de las cintas de blanco y negro de su padre donde veía a cientos y cientos de mortales competir entre sí. una maratón. Pero no era como lo imaginaba, las hojas se le pegaron en el cuerpo como pegamento, al igual que el polvo y plantas pequeñas. molesta por eso. Al final. Ganó.

Después de cruzar el bosque de arces japoneses, se encontraron con la pradera. El corazón le latía fuertemente. A los lejos escuchó unas voces. Pronto las siluetas fueron reconocibles, era la Directora de Witchlight y varios guardias, se dirigían hacia el castillo, demasiado tarde. Zed y ella no estarían cuando los fueran a llamar, se imaginó los repertorios a su falta de disciplina y seriedad con la que tomaba las cosas.

—Creo que ellos van por los demás.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Vamos a la academia. Si llegamos antes no habrá problema.

—Ellos se demorarán. —Dijo Zed confiado.

—No lo creo. —Raizel negó con la cabeza—. Naroa tiene la capacidad de abrir portales. Ella habría usado uno de ellos para llegar al castillo. Que este caminando por estos rumbos es extraño. Debemos tomar el camino por donde pasaron. —Apuntó con él índice al otro lado de la llanura.

Raizel caminó a toda prisa olvidándose de su ropa mojada, deseó que se entretuvieran unos minutos más. Eso sería suficiente para ellos; al menos para llegar, aunque ella debía de inventar una buena excusa si no llegase a tiempo. Sin pronunciar una palabra y a pasos acelerados, ambos habían cruzado gran parte de la llanura. Estaban a punto de llegar a la senda para ir hacia Witchlight. 

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