Capítulo X

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Ethan

Si corría detrás de ella, había una posibilidad de que Isabelle me siguiera y nos pudiese atrapar. Estaba seguro de que Sophia no se sentía a gusto aquí, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo para no arruinar la noche de Anna y Nicholas.

La culpa me estaba comiendo vivo.

Sacudiendo la cabeza intenté concentrarme en la conversación que se estaba desarrollando a mí alrededor.

—Así que finalmente soltarás la mano de tu padre —comentó Stephen a mi lado con tono burlón.

—Algún día tenía que hacerlo.

Bebí un trago de mi bebida. Había decidido que era hora de independizarme de mi padre definitivamente. Le vendería mis acciones a Nicholas para que continuase a cargo del negocio y abriría mi propia compañía. De hecho, el proyecto ya estaba en marcha.

Observé a la feliz pareja. Anna y Nicholas no se desprendían. Mi cuñado le susurró algo en el oído y ella se rio. Ver a Nicholas tan meloso era extraño. También resultaba un poco extraño ver su brazo enlazado a la cintura de mi hermana.

—Vaya, así que dejarás a este atorrante a cargo de la empresa. Nunca pensé vivir para verlo —comentó sin dejar el tono bromista.

—¿Qué dijo tu padre? —preguntó, curiosa Eva.

Torcí la boca y bebí otro trago. —Se lo tomó mejor de lo que pensé. Supongo que se lo esperaba —comenté, encogiéndome de hombros.

Eva lució sorprendida. — ¡Vaya! Tal vez su nueva novia está influyendo positivamente en él —meditó y sus ojos viajaron hasta el lugar donde mi padre y su prometida se encontraban —Se lo ve feliz.

También miré en su dirección. Tenía razón. Tal vez, mi padre se había enamorado de verdad esta vez, aunque me costaba reconocerlo.

—¿Es verdad que se casará con ella? —consultó con curiosidad.

—Eva, no es el momento —la reprendió Stephen, quien estaba al tanto de la incomodidad que mi hermana sentí al respecto.

Observé a Anna. Mordía su labio inferior. —Es verdad. Esta noche se trata de Anna y Nicholas —comentó Isabella, descomprimiendo el ambiente.

—Tienes razón —Eva se dio cuenta de su error — ¡No puedo creer que dentro de poco serás la mujer de Nicholas Wayne! —comentó risueña a mi hermana.

Todos reímos. Mi hermana apoyó su cabeza sobre el pecho de Nicholas. —Tampoco puedo creerlo aún —respondió con tono meloso.

—Esto merece un brindis —sugirió Stephen.

—Por los maravillosos cambios por venir —dijo con una sonrisa Nicholas, levantando su copa.

Brindamos y cada uno bebió un trago.

—¡Tengo que felicitarte por la fiesta, Anna! Todo es perfecto —señaló Eva.

Mi hermana sonrió orgullosa. —Mi cuenta bancaria no está tan feliz —bromeé.

Todos rieron. —Son las consecuencias de ser el padrino —replicó mi hermana, sacándome la lengua.

Reí.

—Quien no la está pasando nada mal es Ben —comentó Stephen con tono sugestivo y señaló con la cabeza hacia la pista exterior donde Sophia y Ben estaban bailando animadamente.

Estar cerca de ella era duro, pero verla con él era incluso más difícil. Me había convertido en un ser egoísta, tuve que reconocer.

—¿Están saliendo? —preguntó Eva, observándolos curiosa.

Tragué saliva. Anna me miró y luego a Eva. —Se están conociendo —dijo, en tono casual.

Bebí otro trago intentando disimular. No podía fingir que no me importaba, porque sí lo hacía.

—Creo que hacen una linda pareja —mencionó Isabelle, sonriendo feliz.

Anna asintió. —Sí, Sophia necesita alguien que la quiera y se preocupe por ella.

—¿Es tu mejor amiga, verdad? —consultó Eva, mirando a mi hermana.

Asintió.

—Es una gran chica —añadió Nicholas.

Anna me miraba. Podía sentir sus ojos estudiando cada uno de mis movimientos y no podía dejarle ver alguna debilidad, sin embargo, tampoco podía quedarme callado.

—No creo que Ben sea la persona indicada —comenté, tratando de sonar casual al respecto. Esquivé las miradas de mi hermana y Nicholas.

—Cariño, todos sabemos que Ben es un mujeriego, pero quien sabe, tal vez se enamore —señaló Isabelle, mirándome con expresión romántica.

Simplemente, me encogí de hombros y bebí otro trago.

—Bueno, en todo caso, eso es asunto de ellos —Nicholas estaba siendo cuidadoso. Él podía sentir la tensión que irradiaba.

Anna se removió incómoda en sus brazos y su mirada solo me dirigía palabras de reproche. No podía culparla.

—Así que, cambiando de tema, esta semana podríamos organizar para ir al club, como en los viejos tiempos —sugirió Eva.

La tensión de Anna disminuyó y sonrió. En mi mente, agradecí el cambio de conversación. —¡Sería genial! —comentó, alegre.

Por suerte, la charla ahora se centró en asuntos sin importancias y anécdotas de épocas pasadas, pero por más que me esforzaba no podía dejar de hechas ojeadas hacia la pista. Se encontraban justo frente a nosotros y era testigo de sus risas y coqueteos.

Me las arreglé para lucir despreocupado e incorporarme a la conversación. Tomé la mano de Isabelle y la presioné con fuerza. Necesitaba recordarme por qué no era yo quien estaba en esa pista junto a Sophia en este momento antes de cometer una locura.


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