Capítulo XXI

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Ethan

—¿Estás lista? —le pregunto a Anna, doblando mi brazo para que ella envolviese el suyo alrededor. Estábamos frente a las puertas de la iglesia. 

—Creo que sí.

—Aún estás a tiempo de echarte atrás — bromeé. 

Anna rio. —No, estoy dejando todo el dramatismo para la boda de papá.

—Escucha —dije, poniendo mi mano sobre la suya —. Este es tu momento. Tuyo y de Nicholas. Deja de preocuparte por papá. Ya lo conocemos. Deja que viva su vida a su antojo. Deberías preocuparte solo por tu felicidad y por hacer feliz a mi amigo. Ese bastardo se lo merece.

Anna suspiró y luego sonrió. —Tienes razón. 

—Muy bien, no hagamos esperar más al novio. Estoy seguro de que está a punto de venir a buscarte. 

Anna rio y las puertas frente a nosotros se abrieron. 

—¿Sabes? Siempre pensé que serías tú el primero de nosotros en caminar por este pasillo —comenta Anna en un susurro.

—Sí, supongo que es lo que se esperaba.

—¿No te cansas de eso?

—¿A qué te refieres?

—A hacer siempre lo que se espera de ti. Es decir, desde que tengo uso de razón, has hecho lo que se espera de ti. Creo que es hora de que dejes de hacer lo que los demás esperan y hagas lo que tú quieres hacer.

—¿Te refieres a Sophia?

—Sí. ¿Sabes? Nunca pensé que podría ser tan feliz como lo he sido este último tiempo. Quiero lo mismo para ti. Quiero que seas feliz, Ethan. Te lo mereces.

No supe que responderle y tampoco tuve tiempo porque ya casi habíamos llegado al altar.

—Cuídala —le dije a Nicholas mientras le entregaba el brazo de mi hermana.

—Con mi vida entera —me respondió sin mirarme. Sus ojos estaban completamente enfocados en Anna. 

Me corrí a un costado y ocupé mi lugar en la ceremonia. I mediatamente, mis ojos buscaron a Sophia. El corazón dio un vuelco. Se veía maravillosa.  Tan cálida que se mimetizaba con la decoración del lugar. Parecía un ángel. Sus mejillas sonrojadas, sus ojos vidriosos por la emoción del momento, sus labios apenas maquillados eran una invitación a besarlos. No podía quitar mis ojos de ella.

Sacudí la cabeza y me obligué a mirar hacia el costado. A Isabelle. 

Cuando nuestros ojos se encontraron, noté una mezcla de emociones en ellos. Me miraba con tristeza. En ese momento, supe que había metido la pata. Era a ella a quién debía buscar con la mirada luego de dejar a Anna.  En su lugar, había buscado a Sophia. ¿Cuánto tiempo había pasado mirándola? Dios. Isa se había dado cuenta. Estaba seguro, sin embargo, solo me sonrió y apartó la mirada. Me sentí un cretino, un sentimiento al que ya me había acostumbrado. 

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