Valentín estaba recostado en mis piernas, con sus ojos cerrados y su respiración tranquila. Yo, por otro lado, no podía estar menos tranquilo.
No es por la situación, cuando estaba afuera pasé por lo mismo con mis amigos muchas veces, supongo que es por la falta de confianza con Valentín. Apenas lo vengo conociendo y ya hace este tipo de cosas, no quiero ni imaginarme cuando entre un poco más en confianza.
Traté de calmarme un poco, después de todo puede que no sea para tanto, puede que simplemente yo sea un poco quisquilloso para ese tipo de cosas y todo esté bien.
Nos quedamos así un rato, yo tiré mi cabeza hacia atrás y la recosté en la pared, recuerdos de cuando salía con mis amigos inundaron mi mente, vi la misma situación en la que me encontraba ahora pero con alguno de esos imbéciles y una sonrisa me nació, sin poder evitarlo me olvidé que era Valentín y llevé mi mano a su pelo, haciéndole mimos.
Él parecía a gusto con eso, se revolvió un poco para estar más cómodo y escuché como soltó un suspiro.
- Podría acostumbrarme a esto Manu- me dijo Valen, con una voz que empezaba a sonar adormilada.
Yo solo bajé mi vista cuando habló, recordando que era él y no alguno de mis viejos amigos. Iba a dejar de jugar con su pelo, pero cuando vi sus ojos y la sonrisita que tenía en su cara me sentí más cómodo, y no paré, tampoco quité mi vista de él, que por un rato también me devolvió la mirada, antes de volver a cerrar sus ojos y descansar.
Estuvimos así otro rato, no sabría decir ni cuanto, hasta que un enfermero se nos acercó y nos dijo que ya era hora del almuerzo. No me di cuenta en qué momento pasó todo ese tiempo, pero no me quejaba, ganas de comer sí que tenía. Me tocó despertar a Valen, ya que parece que con un par de cariños y pasa a la tierra de los sueños.
La imagen suya despertándose, tallandose sus ojitos y estirando su cuerpo me pareció cuando menos divertida, y bizarramente tierna.
Nos dirijimos ambos al comedor, al que también fui arrastrado, ya que una vez recuperó su energía de despierto me tomó de la mano y empezó a caminar directo al comedor. Arrastrar gente parecía ser un hobbie suyo.
Cuando llegamos estaban los mismos pacientes que vi cuando llegamos al salón de antes y algunos otros más. Nos pusimos al final de la pequeña fila que había, esperando nuestro turno, que no tardó mucho en llegar. Cuando llegamos a donde servían los alimentos las mujeres que estaban repartiendo la comida saludaron muy amablemente a Valentín, que a su vez me presentó a mí como su nuevo amigo. Yo solo sonreí tímido y tomé la bandeja que me extendían.
Valentín empezó a caminar hacia una mesa que estaba desocupada en el fondo, y mientras caminábamos noté que tenía tres tarritos de gelatina, ¡tres! Yo no tenía ninguno y los demás que vi tenían uno. Pero él tenía tres.
Cuando nos sentamos no pude contener mi curiosidad y le pregunté:
- Valentín, ¿por qué te dieron tres tarritos de gelatina? Eso no parece muy justo que digamos- mi voz salió inesperadamente dolida.
Volví mi vista a él, ya que todo el rato estuve viendo sus gelatinas, él me estaba viendo con una sonrisa, y antes de responderme tomo dos de sus gelatinas y las pasó a mi bandeja.
- Te dije que soy el favorito de todos aquí, hasta de las cocineras, así que siempre me dan más postre que a los demás- dijo simple, encogiendo sus hombros y comiendo una vez que terminó.
Yo me quedé viendo las gelatinas que puso en mi bandeja y sonreí, luego empecé a comer igual que él, en realidad no estaba tan mal la comida, digo, no es la comida de mi mamá, pero no está tan mal como pintan la comida de hospital.
La pasamos en silencio, de vez en cuando volteaba a mirarlo, a veces lo encontraba viéndome también y nos reíamos, otras veces lo encontraba concentrado en su comida. La verdad no sabía que era lo que tenía ese tipo, pero poco a poco iba entendiendo por qué era el favorito de todos. No las razones concretas, pero definitivamente era imposible no sentirse bien con él.
Cuando abrí mi primera gelatina me sentí como niño chiquito, me encanta la gelatina, supuse que mi emoción se reflejaba en mi cara porque cuando vi a Valentín luego de abrirla me estaba sonriendo divertido mientras comía de su gelatina. Empecé a sentir mi cara caliente, no podía creer que había dejado que me viera así.
Me comí mi gelatina sin levantar la vista del contenedor de esta, sentía como él me estaba viendo y los nervios me estaban matando. En este momento me encantaría tener un cigarrillo.
Cuando iba a empezar la segunda, me empecé a sentir mal por comerme sus postres, así que tomé la segunda y la devolví a su bandeja. Levanté la vista y él me miraba confundido.
- Creí que las querías, y por tu cara de emoción de hace rato, pude ver que te encantan, cométela, yo no tengo problema- dijo sonriéndome de nuevo, Dios, ¿no le dolía la cara de hacer eso?
- Sí me gustan mucho, pero no puedo llegar y empezar a comerme tus gelatinas, no sé, no siento que esté bien- le respondí yo.
- Bueno, hagamos algo, la comemos los dos- dijo abriendo la gelatina y tomando una cucharada.
Me acercó el botecito para que tomara yo también, iba a replicar de nuevo, pero la seriedad en su cara me hizo desistir y tomar de la gelatina. Cuando lo hice, su expresión volvió a ser risueña como siempre y así pasamos hasta que nos terminamos la gelatina.
Estar con él y verlo a los ojos me generaba una mezcla extraña de sentimientos, me mantenía en calma pero a la vez me llenaba de nervios, no lo entendía.
Pero ya no tenía tiempo para pensar en nada de eso, tenía que ir a mi cuarto a recoger mi cepillo para lavarme los dientes y llegar a mi sesión con uno de los doctores del lugar.
Así que nos apuramos a recoger nuestras cosas e ir a los baños, en el camino muchos enfermeros y enfermeras saludaban a Valentín, como si fuese un amigo más que se encuentran por la calle. Dios, cuando dijo que era el más querido no bromeaba.
Nos lavamos los dientes entre risas y empujones, no era un comportamiento usual en mí, pero es como si con él mi parte infantil se saliera de su jaula y no la pudiera controlar. Extrañamente mi estadía en ese lugar había sido bastante divertida y agradable, mucho más de lo que me pude haber imaginado. Supongo que es gracias a él.
Cuando terminamos me despedí de él para ir con el psiquiatra o psicólogo o lo que sea que vaya a ver. Valen por otro lado, dijo que saldría al patio a jugar, parece que él sí se ha ganado ese privilegio. Y él tiene su sesión justo cuando la mía termina, así que tendré que pasar una hora solo.
Llegué a la puerta del doctor que se supone debía atenderme y una placa negra con letras doradas estaba pegada a esta.
Dr. Alejandro L.
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San Maximiliano (Wosplik)
Hayran KurguManuel es enviado por sus padres al hospital de rehabilitación San Maximiliano, luego de que estos descubrieran la marihuana que escondía en su habitación. Ahí conocerá a Valentín, un paciente "modelo", pero que recae cada vez que lo dejan salir. El...