29.

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El reloj daban las ocho de la mañana, y los rayos del sol hacían su presencia, iluminando el cuarto en donde había ocurrido el momento más hermoso de las vidas de aquellos enamorados.

Rusia ya se encontraba despierto, mirando el techo como si su vida se tratase de eso. Hasta que escucho desde abajo algo caer, como si fuese algo de metal.

Se alarmo y se levanta lo más rápido posible, para salir del cuarto con solo aquellos boxers negros.

Se acercó lentamente hacia la cocina y pudo encontrar a su amado preparando, o intentando, el desayuno.

El alemán trataba de hacer un rico sandwich de crema de maní sin hacer tanto desastre, sacaba la lengua y la mordía ligeramente, talvez una mala costumbre que comenzó a aparecer desde que se fue a ese internado o un método de concentración sumamente útil.

El más grande río en silencio y se acercó lentamente, tomando con cuidado la estrecha cintura de su amado. Éste no se alertó, ya que pensó quien sería.

— Ya despertó el bello durmiente. —

— Oye, yo ya estaba despierto desde que no te sentí en la cama. —

— Quería hacerte un desayuno rico, pero ya ví que no sirvo para ser cheff. — Ambos rieron, volteandose para mirarse fijamente y sentir sus caras pegadas.

Comenzó a comer aquel sandwich, pero paró lentamente al sentir las manos traviesas del contrario meterse por su camiseta, acariciando suavemente todas las áreas que encontrase, haciendo jadear al más bajo.

— Rusia no, ayer lo hicimos tres veces y me duele la cadera. Eres un monstruo, tendrás que esperar hasta mañana o en unos días más. —

— Ah.. vamos, solo una vez más. —

— Que no, además hoy llega Bielorrusia y no quiero que nos encuentre haciendo el amor en la cocina encima de la mesa. —

— Va a llegar en la tarde, tú tranquilo. —

El alemán estaba apunto de responder aquello, pero sus palabras fueron calladas al sentir los labios de su amor pegar contra los suyos, formando un beso.

Enredo sus brazos en el cuello de su querido, para después enredar sus delgadas piernas en la cadera de el mayor.

Lo sujeto desde sus glúteos, apretando, haciendo soltar un pequeño quejido, separándose del beso.

A paso lento salieron de la cocina, sin fijarse en una cosa en especial.

— ¡RUSIA!. —

Grito el asiático, rompiendo el momento candente de los dos contrarios, separándose del beso para observar, que los dos contrarios, ya estaban en casa. Al notar eso, Rusia soltó de golpe a Alemania, dando un fuerte quejido al sentir su cuerpo golpear con el suelo.

— ¿¡Que estaban haciendo!?. —

— ¿¡Ustedes qué hacen aquí!?. —

— ¿¡Porque me soltaste!?. —

— Holi. — Dijo la menor con suma inocencia y desinterés ante la discusión que estaban teniendo, llamando la atención de todos los adultos. — ¿Porque están en ropa interior?. —

— Bielo, ¿porque no vas a la cocina? hay mermelada. —

— ¡Si, mermelada!. — Dijo rápidamente llendose de ahí, dejando a los tres adultos solos, que al ya no ver la figura de la menor presente, comenzaron a discutir nuevamente.

— ¡Creí que iban a llegar más tarde!. —

— ¿¡Acaso no leíste mi mensaje de ayer!?, te dije que íbamos a venir temprano. —

El ruso quedó callado, al revisar su celular y ver el mensaje de éste, botando un suspiro.

— Perdón, estuve ocupado anoche. —

— Ya me imagino en que. —

Dijo burlón el chino haciendo que los dos tricolores se miraron entre sí, apareciendo un sonrojo en sus mejillas para mirar nuevamente al chino, haciéndolo abrir sus ojos como dos platos.

— No jodan, ¿es enserio lo que me imaginé?. —

— Si te imaginaste a Ale y a mí en una cama y no durmiendo, entonces sí. — Rusia tomó al contrario, cargándolo como si fuese un costal de papas, comenzando a caminar hacia los cuartos. Dejando al chino con esa pequeña impresión. — Ale. —

— ¿Si, Rusi?. —

Rusia detuvo su paso, bajando al alemán para quedar frente a frente. —

— Lo que dijiste ayer, ¿es cierto, es verdad?. —

Quedaron en un pequeño silencio, Alemania tomo aire para después asistir con la cabeza.

— Claro que sí. —

— ¿Es enserio?.. —

— Rusia, jamás dije algo tan serio ni jugaría con algo así. — Rusia sonrió dulcemente.

Tomando rápidamente las mejillas de su amado, para plantarle un beso suave, haciendo que las mejillas de su amado se llenarán de un rojo cereza.

Paso un minuto así, separándose de aquel beso para mirarse mutuamente y juntar sus frentes.

— No sabes lo feliz que me siento. —

— Claro que lo sé amor, lo sé. —

📌 En busca de MI PAZ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora