31.

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Rusia se encontraba acostado boca abajo leyendo un folleto del colchón que habían comprado, la sábana tapaba la mitad de su espalda desnuda, pues ambos chicos habían tenido una noche amorosa en su nuevo colchón.

Al escuchar la puerta de su habitación abrirse, alzó la mirada encontrándose con su amado con una bandeja con comida en manos y con su camiseta puesta junto con su ushanka.

— Buenos días, amor. — dijo amablemente mientras se acercaba a ponerle en la mesita de noche la bandeja para acercarse a darle un beso de piquito rápido. — Te traje un rico desayuno. —

— Gracias amor, y también, buenos días. — contesto, acariciando los cabellos negros de su pareja, quien río ligeramente ante ese acto.

Sintió como las manos de su acompañante alemán se posaban en su cuello, al igual que su mirada risueña a sus ojos y una bella sonrisa.

— Eres tan hermoso. — halago el ruso, acercando sus labios a los del contrario, dándose un beso, que a los pocos segundos fue separado. — Tan hermoso. —

El alemán sólo desvío su mirada, avergonzado ante tales palabras de su amado, quien lo tomó de la cintura para acercarlo más a él, quedando sus cuerpos pegados.

— Oh no, Rusia. No seas tan goloso, anoche lo hicimos y hiciste que me dolieran otra vez las caderas, tienes que esperar a lo menos hasta que sea de noche. Mejor desayuna antes de que se enfríe tu comida — reclamó con cierta molestia en su tono de voz, haciendo reír al mayor.

— Oh vamos, eres un egoísta. Anoche lo hicimos porque tú insiste que le diéramos uso a la cama, dame el amor que yo merezco. — en un movimiento rápido, el ruso se puso encima del alemán, quien se encontraba boca arriba siendo atrapado por el cuerpo del ruso, metiéndose entre las delgadas piernas de su amado.

Comenzó a repartir besos por el cuello cosquilludo y sensible del alemán, quien suspiraba entre unas ligeras risas, tornándose su rostro como una pequeña cereza.

— ¡Rusia, Rusia!, ¿¡adivina qué!?, ¡fui al correo y!-- ¿que están haciendo?. — La presencia de la pequeña rubia, hizo aparición de la nada, causando los sumos nervios de los dos adultos, quienes seguían en esa posición erótica y ante tal pregunta, sus mejillas ardieron.

— Demonios.. — susurró para sí mismo el de ushanka, para después alzar su mirada y formar, intentar mejor dicho, una sonrisa. — Nada nena, sólo.. sólo quería ver si Alemania tenía algo en el cuello y por eso me acerqué a ver. — respondió.

La excusa más tonta que existe, pensó Alemania. Quien rodó los ojos ante tales palabras del ruso.

— Oh, está bien. — contestó como si nada, observando al heredero del nazi con confusión, agitando suavemente su cabeza. — Como sea, ¿¡adivinen que!?, ¡fui al correo y me encontré una carta, para mí!. — dijo, abrazando dicha carta con un sobre color lila.

— ¿Una carta?, ¿para ti?. — pregunto curioso y un poco molesto el de rojo, azul y blanco, levantándose para acercarse hacia esta, de la cual asistió ante las dos preguntas.

Los dos adultos se miraron entre sí, para seguidamente mirar a la menor.

— ¿Podemos leerla?. — la menor asistió rápidamente con su cabeza, dándole al ruso el sobre con la carta dentro.

Al sacarla, pudieron ver un poema muy cursi y demasiado largo, junto un delicioso y suave aroma que se podía oler a distancias.

Los dos adultos comenzaron a leerla rápidamente, causando que el ruso, ante cada palabra escrita, fuera apretando aquella nota con notable furia.

— ¿Y.. que tal?. — pregunto con notables nervios la menor.

— Aw, es muy romántico. — contestó el alemán, quien se acercó a la de rubio para abrazarla. — Al parecer tienes un enamorado secreto. — río.

— ¡Ni que enamorado ni que nada!, ¡Bielo es una bebé!. — responde molesto, apretando aquella nota entre manos, mirando a los dos contrarios. — ¡Es demasiado pequeña como para tener un novio!. —

— Rusia, ya va a cumplir diecisiete en dentro de poco. — dijo el alemán quien rodó los ojos. — ¿Que te molesta?. —

— ¡Que mi nenita crezca!. — respondió entre solloceos, causando sorpresa entre los dos contrarios. — ¡No quiero que crezca porque un imbécil quiere que se la meta!. — la abrazo con todas sus fuerzas, aún solloceando.

— ¿Que me la que?. —

— Rusia, no seas dramático, es algo inevitable; ella se enamorará, se casará y tendrá una familia. Cómo algunos de nosotros quiere. — contesto con simpleza el de lentes.

— Bueno, tienes razón.. — limpio sus aquellas lágrimas amenazando con caer, luciendo una sonrisa amigable, dándole a la menor el sobre y la nota. — Toma pequeña. —

— ¿Ya no estás molesto?. — el ruso negó con la cabeza, acariciando suavemente sus cabellos.

La menor sonrió aliviada, tomando la carta para después irse de ahí, dejando a los adultos solos.

— ¿Enserio no estás molesto?. —

— ¿Molesto?.. no, claro que no. — respondió, enrojeciendo sus mejillas ante el coraje que sentía en esos momentos, apretando sus puños. — Estoy muy.. muy feliz. Tan feliz que cuando me encuentre al imbécil lo abrazaré tan fuerte hasta todos sus huesos se rompan y estos se claven en sus órganos. —

Alemania solamente tragó saliva con preocupación y temor ante lo dicho.

Vaya que sí estaba muy feliz.

📌 En busca de MI PAZ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora