52.

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En ese mismo día, los cinco países se encontraban paseando a casi horas de la noche, podía ver a trabajadores irse a su casa después de un cansado labor.

Se acercaron a comer a cualquier puesto callejero que estuviera por ahí, mientras reían y se divertían, pasando un buen rato como amigos y familia. ¿Quién podría pensar que algo malo pasaría? absolutamente nadie.

— Estoy cansada, ¿podemos irnos a casa? — dijo la de cabellos rubios, que ahora estaban en una cola de cabello, limpiando una de sus cuencas cansadas con el borde de su sudadera.

— Pero es muy temprano, mi niña — el ruso miro a su hermana, quien hizo un puchero para ya poder irse.

— Yo la puedo llevar, ustedes pueden seguir divirtiéndose — exclamó con una sonrisa el oriental, causando de igual manera una sonrisa en su amigo.

— Está bien, nos vemos en la casa — ambos se despidieron y se alejaron de los tres, para irse al auto del rojo.

Siguieron en lo suyo, sin ninguna interrupción o molestia alguna, sino fuera por el celular de Rusia, del cual vibraba por algunos mensajes.

Fastidiado, decide contestar, ya estando sentado en cualquier banca del hermoso parque.

Eran mensajes de un número extraño, eso lo supo al no tenerlo registrado con algún nombre, arqueo la ceja con curiosidad, dando click para ver los mensajes. Al apenas entrar, sus ojos casi parecían salir de su lugar ante lo que estaban observando.

Eran un par de fotos en donde se podía ver a China y Bielorrusia besándose, y un vídeo en donde se ve parte de su acto íntimo con aquella escena donde el asiático le regala la caja de madera con joyas.

No podía creerlo, estaba apunto de preguntar a ese extraño como consiguió todo eso. Pero el “escribiendo” de ese sujeto lo hizo parar para saber que iba a decir.

«Espero te gusten, Rusia, ya pudiste observar que tu hermanita no es la santa qué sueles creer ni tampoco China, el fiel y confiable amigo que siempre has visto, ambos te traicionaron y te vieron la cara de estúpido. Triste, ¿no lo crees?».

Su respiraron se agitaba y su expresión facial lentamente se formaba una furia que ni el mismo dios controlaría. Apretó con fuerzas su celular, pareciendo que en cualquier momento lo aplastaría. Llamando la atención de los dos amigos.

— Rusia, ¿sucede algo? — pregunto el alemán al percatarse de como se encontraba.

— Tenemos que irnos a casa.. — respondió en un grueso susurro.

— Pero.. —

— ¡HE DICHO QUE TENEMOS QUE IRNOS, YA! — grito con enojo, los contrarios tan sólo asistieron con la cabeza, nerviosos, levantándose al son de el de ushanka, quien parecía estar hirviendo.

Apenas y lograron acomodarse en el vehículo, porque Rusia ya había empezado a manejar con velocidad.

— ¡R- Rusia!, ¿¡q- qué demonios sucede!? — pregunto con preocupación el alemán.

Éste no se resigno a responder, no estaba enfocado para otras tonterías. Bajo rápidamente de ese transporte para ir a paso largo y brusco al inferior de su hogar, encontrándose con aquellos dos.

— Uh, hola Rusia, ¿cómo se la pasaron? — hablo el asiático con una sonrisa amable en su rostro, no pudo terminar bien sus palabras al recibir un golpe por del nombrado, botandolo al suelo.

— ¡Señor China! — vociferó con alteración la menor, acercándose para poder levantarlo, pero fue tomada con brusquedad y detenida por las fuerzas de su hermano.

— ¿Es verdad que estás saliendo con China? — con seriedad, miraba fijos a los ojos temblorosos y aterrador de la pequeña.

— N- No — negó.

— ¡MENTIROSA! — grito con fuerzas, sacando su celular para mostrar la evidencia — ¿¡Y ESTA MIERDA, QUE ES!?, ¡NO ME PUEDES DECIR QUE ES FALSO! — mostraba las fotos y reprodujo ese vídeo.

— ¿P- Pero cómo lo conseguiste?, ¿quién te mando eso?.. —

— ¡Eso no importa!, ¿¡cómo es posible que me hicieras esto!?, ¿¡cómo te pudiste enamorar de él!? — apunto al país asiático, quien era levantando por el polaco con esas pocas fuerzas suyas.

— ¿¡De quién querías que me enamorará!?, ¡él fue al único hombre con quien estuve la mayoría de mi vida!, ¡no me dejabas salir, no me dejabas hacer nada!, ¡él es un buen hombre y me trata bien, me pone atención y me da el amor que necesito, cosa que ni mi padre ni tú hacen no hicieron! — reprochó, siendo liberada por ese agarre.

— ¡Es mucho más mayor que tú! —

— ¿¡Y qué!?, para el amor no existe edad, religión, raza, lo importante es el sentimiento mutuo, y yo amo al Señor China — miro unos instantes a su pareja — ¿sabes hasta donde ha llegado mi amor por él?, ¿lo quieres saber? — retaba la ojiverde, causándole un escalofrío por toda su espalda al mayor.

— ¡Bielo, no! — con miedo, hablo, pero claramente fue ignorado y demasiado tarde para callar.

— Estoy embarazada — pausó —, y el hijo es de China —

El alemán tapo su boca al escuchar dichas noticia, mientras que el ruso, estaba atónito, sin moverse, sólo con las cuencas bien abiertas. No fue un instante, cuando levantó su mano y le daño su rostro, con una bofetada con tosquedad que la hizo dar vuelta y caer al suelo.

— ¡Bielo! — dijeron en unísono, acercándose los tres contrarios para levantar a la dicha.

La pequeña volteo a ver a su hermano, quien mantenía una expresión que jamás había visto en su vida. Miro a quien consideraba su “amigo”, y dio un gruñido, acercándose con rapidez para preparar sus puños y golpearlo hasta la muerte.

— ¡Rusia, por favor, para! — Alemania se puso enfrente de éste, pero eso no lo detuvo, es más, lo empujó, siendo aventado al sofá. Al sentir el impulso, dió un quejido al sentir un dolor en su vientre.

— ¡A- Ale! — la bielorrusa corrió hacia el nombrado, pero al sentir como era detenido al ser jalada por sus cabellos rizados, dando un quejido de dolor.

— ¡Eres una zorra! — la aventó nuevamente al suelo, mirando a todos lados para ver un cojín, lo tomo y puso en su vientre por encima de sus ropas —, ¡ese bebé nunca va a estar contigo, no va arruinar tu vida, ni la mía, ni la de nadie, ese engendro nunca será mi sobrino! — entre súplicas de su hermana, el hijo mayor de la unión soviética levantó una de sus piernas, haciendo algo horrible que tenía en mente. Tapando con sus manos su rostro, dando un feroz grito de piedad.

¡RUSIA, POR FAVOR, NO LO HAGAS, BASTA, NO LO MATES! — Rusia paro al último momento, reaccionando de la ira que lo había cegado, dándose cuenta de lo que iba hacer y provocar, miro a todos lados, el caos que había causando, para seguidamente mirar a la que tenía debajo, notando como todo su cuerpo temblaba y no paraba de llorar, suplicando aún de su perdón.

— Bielo.. — tomo sus extremidades para ponerls de pie, pero ésta comenzó a arrebatarlas y dar gritos de ayuda, gateando hacia los otros cuatro, llendo a los brazos de los tres adultos, quienes lo abrazaban con calidez para calmarla. Mirando de mala manera y decepción al de ushanka, quien mantenía su mirada perdida en otro punto, alejándose de estos para salir por la puerta del hogar y dejar a esos cuatro solos.

Bien hecho, Rusia.

📌 En busca de MI PAZ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora