34.

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— Bielo, ¿podemos hablar?. — preguntaba el ruso desde afuera de la habitación de su hermana.

— ¡Claro!, pasa. —

Rusia suspiró pesadamente, volteando a observar al alemán, que desde la mitad del pasillo le levantó el pulgar en forma de buena suerte. Realmente no quería hablar sobre ese tema que tanto le molesta con la menor; sobre su "anónimo enamoradizo". Pero como era de esperar, en cualquier momento llegaría a pasar eso, y más si es de manera forzada.

Paso lentamente, para seguidamente sentarse a un lado de la menor.

— Bielo, tenemos que hablar de.. un tema. — dijo en tono serio.

— ¿Qué tema, hermanito?. — preguntó con cierta curiosidad.

— Del tipo que te está mandando esas cartitas. — respondió, cruzándose de brazos, mirándola de frente. — Hermanita, quiero que me digas la verdad con lo que te voy a preguntar. — la menor simplemente asistió con la cabeza, haciendo suspirar al mayor. — ¿Te gusta el.. imbécil ese?. —

— Siendo honesta, no. —

— ¿¡No!?- espera, ¿no?. — la menor negó rápidamente.

— La verdad no, yo lo veo como un tipo tierno que a lo mejor quiere algo conmigo, pero sé muy bien que lo aceptaré como amigo, porque nisiquiera lo conozco ni sé quién es. Pero me gusta las cartas que manda, son muy lindas. — al oír todo aquello, mostró una sonrisa de felicidad y tranquilidad el mayor tomando las manos tersas de la de su lado.

— ¿Eso significa que no hay nadie que te llamé la atención?. —

Bielorrusia quedó callada, rascando suavemente su mejilla, desviando la mirada.

— Bueno, si hay alguien que, tal vez, me gusta. — nuevamente el ruso puso esa expresión de seriedad.

— ¿Se podría saber quién es?. — la de rulos soltó una ligera risilla, levantándose de su lugar.

— Aún quiero que viva ese "quién". — dió un pequeño besito en la frente, para seguidamente irse de ahí.

Dejando con la duda a Rusia.

(...)

Los tres tricolores junto con el asiático paseaban por el parque. Los relojes daban una hora nocturna, pero no les preocupaba, a esas horas la gente salía más a las calles a tomar paseos o divertirse.

La pequeña de rulos rubios fue corriendo a jugar con su balón de baloncesto, dejando solos a los tres adultos, quienes los dos tricolores no hacían nada más que darse mimos, dejando solo al asiático quien solo los veía.

— Que bonita pareja hacen ustedes dos. — comentó, sonriendo con levedad.

— Gracias, China. — agradeció Rusia, enrollando sus brazos en el cuerpo del contrario.

— No entiendo como no puedes tener pareja; eres muy caballeroso, inteligente y sobretodo, guapo. — dijo el alemán, quien mostró una sonrisa amplia. — ¿Acaso no hay alguien quién te guste?. —

El asiático suspiro, desviando la mirada.

— Claro que alguien que me gusta. — respondió.

— ¿Porque no se lo dices?. — preguntó ahora Rusia.

— Porque es alguien prohibido. — respondió nuevamente, volviendo su mirada a los dos contrarios. — Sería como corromper a un bello angel, hechar a perder su dulce alma, no quiero lastimar a un tesoro como ese. Jamás me lo perdonaría, además, me odiaria alguien muy especial para mí. — finalizó.

Los dos enamorados se miraron entre sí, con cierta curiosidad y pena ante el asiático.

— ¿Se podría saber quién es?. — habló Rusia, causando una pequeña risilla al asiático.

— Quiero seguir viviendo. — fue lo último que dijo, mostrando nuevamente esa sonrisa, para seguidamente acomodar sus lentes y su saco, para levantarse de su lugar y acercarse a la pequeña entretenida en anotar el balón en la canasta.

El ruso quedó atónito y confuso ante dicha "respuesta", observando como los dos contrarios comenzaban a jugar y a charlas mientras hacían sus acciones, sacando unas buenas carcajadas a la menor que se escuchaban hasta donde se encontraba sentado.

Decidió desviar la mirada y seguir con su amado.

📌 En busca de MI PAZ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora