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Se despertó por el rugido de su estómago, con el riquísimo aroma a pino que entraba por la ventana y por el frío que entraba también por ahí. Se levantó y se cubrió con la sábana, adolorida de la espalda.

–¿Gae...? –buscó con su mirada la de su amante, encontrándolo con su mano en su cintura y con sus facciones somnolientas.

Besó su frente con amor y tomó la camiseta blanca que había usado Gae ayer, poniéndosela sobre su ropa interior negra. Al llegar abajo tomó unas galletas y un poco de jugo, sentándose a beber.

–¿Mark? –aquel nombre se le vino a la mente cuando volteó y no le vio en el sofá, supuso que se había ido a dormir arriba, con Sarah. El frío de anoche debió haber sido horrible.

Tomando su jugo volvió a la habitación, durmiendo un poco más antes de poder levantarse a empezar un nuevo día.

Los brazos que le apresaron cuando tocó la cama le dio el calor que perdió al levantarse.

[. . .]

La luz que le dio en la cara fue suficiente para poder despertar, sintiendo el vacío a su lado. Gruñó bajo.

–¿Ya estás despierta? –la voz proveniente de la puerta le hizo sonreír.

–Buenas tardes.

–Buenas tardes, preciosa –se acercó con cuidado, sentándose a su lado y besar sus labios.

–¿Ya están todos abajo?

–No, faltas tú, Mark, HyunSik hyung y Sarah.

–¿Hyung? –preguntó divertida, era raro volver a escuchar a Gae tratar con honorífico a todos.

–Sí –rió y suspiró– Ayer me regañaron mientras que tú habías ido a buscar las cosas, me dijeron que debía empezar a respetar.

–Bueno, siendo así, yo lo haré también –sonrió y acarició su mejilla.

–Tonta –sus mejillas se sonrojaron cuando vio el puchero que hizo su mejor, besándolo con ternura antes de ponerse de pie– Vístete, te estaremos esperando con los chicos abajo.

–Bien.

Viéndolo ir pudo levantarse de la cama, estirando su cuerpo y tomando toallas para poder ir a darse una ducha. Se sentía floja y necesitaba despertar bien. Además, lo pegajoso de su cuerpo por la última ronda de la noche anterior era incómodo.

Al acabar, tomó ropa abrigada para salir a desayunar con los demás. Encontrando a todos menor a uno.

–¿Y Mark? –su vista divagó por todos, sin encontrar la cabellera azabache.

–No lo sé, creímos que estaba con Sarah, pero no han salido de la habitación, sólo hyung y se está bañando.

–Entiendo. Gracias, por la comida, Tae oppa –sonrió en agradecimiento cuando el plato de comida fue puesto frente a ella. El nombrado la miró sorprendido.

–¿Acabas de llamarme oppa? –su cara no tenía precio.

–Sí, como yo empezaré a hablar con honoríficos, ella igual quiere.

La menor sonrió inocente cuando las miradas se posaron en ella.

–Ya decía yo que era raro –suspiró y sonrió, volviendo a la cocina.

–Buenos días, chicos –una soñolienta Sarah bajaba junto a HyunSik a su lado, siendo este quién estaba más despierto.

–Buenos días, Sarah ¿Mark ya baja? –SunHe volvió la vista a Sarah, la pregunta de SoMin era la misma que iba a hacer ella.

–¿Mark? Pero si él duerme acá abajo.

–No, no estaba acá hoy cuando despertamos con Jiwoo –SoMin la miró, extrañada.

–¿Cómo que no está? Mark no es de salir temprano de la cama –su ceño se frunció, volviendo la vista a SunHe, quien la apartó de inmediato.

–No lo sé, no estaba.

–Hey, chicos –Jae llegó junto a Kim, ambos en la puerta– ¿Alguien sabe del hacha? Hay leña por picar cerca y no la encuentro por ningún lado.

–Un momento... –y ahí fue cuando el frío del miedo recorrió la espalda de la menor del grupo, sintiendo verdadero miedo.

Mark no estaba, faltaba el hacha y nadie sabía de su paradero o el porqué de su desaparición.

SunHe tuvo miedo.

Se puso de pie, alertando a todos cuando, torpemente, salió en busca de sus zapatos y abrigo. Saliendo de casa despeinada y con claro terror en su cara.

No sabía si Mark estaba sobrio, ebrio o siquiera si estaba bien de ánimos.

Salió de casa, buscando algún indicio de donde había ido, estar rodeados de pino no era útil en esos momentos. No había indicios de donde pudo haber ido, las huellas habían sido borradas por el viento y algo de agua de la llovizna de la noche anterior y no había algún rastro de tela como para dar algún indicio de qué camino había tomado.

–¡Mark! –llamó, pero no recibió respuesta. Tomó la mayor cantidad de aire que sus pulmones permitieron, gritando- ¡¿MARK DÓNDE ESTÁS?! –juraría que ese grito había sido suficiente para que él la escuchara.

Y pronto, se sintió una mierda. Seguro se había ido por su culpa. Las lágrimas amenazaron cuando la acusatoria y filosa mirada de Sarah se posó sobre ella, de verdad era su culpa.

–¿Dónde estás...? –ese susurró salió de sus labios mientras ingresaba al bosque.

La imagen que vio le hizo correr por el bosque, asustada por lo que sus ojos presenciaban. No le importó que sus piernas empezarán a sangrar producto de la zarza que había, mucho menos le importó el ardor en su mejilla cuando una rama cortó superficialmente su piel.

Sólo supo que todo estaba bien cuando pudo verle completamente.

–¡Mark! –corrió a él, con miedo.

El nombrado alzó la cabeza, frunciendo el ceño al instante en que la vio.

No quería verla ahora.

Mark estaba frente a ella, con su torso desnudo y con heridas en algunas partes, unos cortes entre costillas y algún que otro corte en sus brazos, su pie sangraba mucho y se notaba infectado, su cabello algo sucio y su piel con manchas de tierra y sangre.

¿Qué le había pasado?

Lo único que se mantenía bien eran los pantalones, siendo la única prenda que traía, estando algo sucia. La mirada de la menor bajó donde estaba el arma.

¿Qué has hecho...?

Se acercó más rápido, estrellándose contra el cuerpo frío de Mark, tratando de darle calor.

–Quítate. –el golpe en su pecho fue doloroso, sintiéndose mal con solo el filo de sus palabras. Con un leve empujón, la separó de él. Sus brazos fueron extendidos a otra muchacha, quién pudo haber sido ella.

Sarah había saltado a los brazos de su mayor, abrazándolo con miedo y lágrimas brotando de sus ojos con la simple imagen de su hermano herido. Mark ocultó su cabeza en la curvatura del cuello de su hermana, ella se escondió en el hombro de Mark. Asustada.

–Vamos a casa, princesa mía... –y ese fue el golpe bajo que recibió SunHe.

Ella no era su princesa, ya no más. El puesto había sido borrado. Sólo pudo quedarse en silencio, con su corazón siendo apresado en silencio por un dolor que jamás había sentido.

Mark cargó a su hermana en sus brazos hasta la casa cual koala, esta aun llorando en su hombro, sollozando y balbuceando cosas que solo Mark podía entender, siendo seguidos por SunHe, quién no paraba de llorar silenciosamente.

Lo jodí.

Amantes Enmascarados | Mark Lee | Libro#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora