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Caminó por el largo pasillo, sin saber qué más hacer que volver a su cama que estaba compartiendo con Gae. Estaba sola en casa de sus padres. Gae había ido a los bolos con su padre y su madre había ido con sus amigas a cenar. Ella se había quedado con la excusa de que estaba cansada y debía estudiar.

Simplemente se sentía mal estar ahí sin su hermano, la habitación aún se le hacía fría sin su compañía.

Entró con sigilo en la pequeña habitación con paredes grises, sentándose a los pies de su cama para acariciar el cuerpo a su lado. La pequeña SuJin dormía en su cama con su cuerpo cubierto por las frazadas rosas.

–Eres tan similar a él... –aquel susurro salió casi como un suspiro.

Se acercó al pequeño cuerpo, besando su frente y sonriendo cuando la menor lo hizo entre sueños. La había extrañado tanto.

Salió de la habitación en silencio, apagando la luz de la habitación y cerrando con cuidado. Suspiró con dolor una vez estuvo fuera y de cara a la habitación de su hermano, aun cerrada. Secó la fina lagrima que acaba de salir de su ojo.

Entró.

Encontró sobre la cama la guitarra barnizada de su hermano, donde estaba tallado en el brazo de la guitarra los nombres de su novia, de su mejor amigo y el de ella. Dios, su corazón dolió como nunca antes había dolido.

La tomó en sus manos, con dolor una vez el tacto se hizo tan malditamente cálido. Se sentía como si él estuviera ahí, con ella, en esos momentos. Tomando sus manos y guiándola con cuidado por las cuerdas, así como lo hacía antes.

– ¿Me ayudas? –susurró, acomodando el instrumento sobre sus piernas. Con algo de duda dejó que sus manos se guiaran por las cuerdas.

Suspiró.

–No digas nada por favor... –Comenzó tocando las finas cuerdas, envolviéndose con el dulce sonido – Que hablando el alma me destrozas...Quiero decirte tantas cosas, quiero acordarme de tu olor. –entonó. Moviendo su mano con delicadeza.

Cerró sus ojos, las lágrimas amenazando con salir de ahí– No digas nada por favor... No vaya a ser que me despierte de un sueño en el que puedo verte... Y aun puedo hablarte de mi amor...–su canto, silencioso y en un leve susurro.

Su mano guiándose como su otra estuviera sobre la propia. Sonrió con la idea de que eran las de su hermano. Tan cálidas y tan frías al mismo tiempo.

–No digas nada, ten piedad –continuó, con delicadeza sobre cada cuerda y entonando bajo el tono que solía usar– Solo te pido que mañana por la noche... Dormida me des la oportunidad. –su tono se hizo más agudo, bajándolo conforme avanzaba.

Tomó aire. Su mano se comenzó a mover con agilidad en las cuerdas.

Llevas tres meses por la noche haciéndome lo mismo. Suena mi puerta y estás tú, mi espejismo. Por dentro grito, grito de la emoción. Por fuera me hago la fuerte, como si no me temblara el corazón. Pregunto, ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? ¿Por qué estás tan raro? Y aunque tú no me hablas, me conformo al ver tu cara.

Sus lágrimas comenzaron a salir lentamente conforme el recuerdo del sueño que tuvo la semana siguiente de la muerte de su hermano aparecía en su cabeza. Sintiendo tan real aquel contacto, aquel abrazo y sintiendo sus ojos picar cuando él le dijo que la amaba. Nunca se lo dijo, solo ese día.

Quiero sentir tu mano y no puedo moverme... ¿Qué me pasa? Me siento tan rara al verte aquí en mi casa... –además de los sueños que tenía constantemente cuando la fecha de su muerte se acercaba. Evitando pensar en él. Haciendo menos doloroso el momento, el sueño.

Siempre quise tener la oportunidad –entonó alto, aun susurrando– De poder hablarte una vez más –una sonrisa inocente, y nostálgica al mismo tiempo, cruzó sus labios– No te dije que te amaba y que, aunque era lejano, siempre sentí cosas, mi corazón fue testigo.
el dolor en aquella ultima parte fue frío, sintiéndose como llagas

Siempre quise tener la oportunidad –alzó un poco más el tono al final de la palabra– De poder hablarte una vez más –suspiró, con su mano acariciando las cuerdas– Te desvaneces con el sol, no eres humano... –frunció el ceño aun con los ojos cerrados – Eres un sueño que me rompe el corazón en la mañana. –Y finalmente, una sonrisa triste salió de sus labios.

Su mano se movió con rapidez sobre las cuerdas, volviendo a entonar el coro con dolor, moviendo sus dedos sobre las cuerdas. Las lágrimas seguían bajando por sus pómulos, cálidas. Sintió, lejano, un tacto sobre sus mejillas. Cálido y familiar.

Te fuiste un veinticuatro por la noche. Me quitaste todo, te perdí en mis manos –sollozó en silencio, continuando con la tonada– Fue mi culpa, y ahora sufro... sola. –aquello salió con dolor– No entiendo a la vida –susurró– La vida me prometió estar contigo... ¡Y fue ella misma la que nunca va a dejarme estar contigo! Por las noches en mis sueños puedo verte –sonrió con las lágrimas saliendo por sus ojos, cayendo por las mejillas. Suspiró.

Detuvo la mano y lo siguiente salió con todo sentimiento cargado, doliendo como fuego del infierno en su pecho y garganta. Suspiró y continuó con la tonada.

Dormida vivo al fin un cuento de hadas, que, aunque falso, es suficiente. – suspiró, sonriendo con sus ojos abiertos ligeramente– No me importa cuánto duela despertarme, igual me duele todo y cada segundo del día estás presente. –su voz salió levemente rota. Se controló– Me acuerdo de todo, la noche perfecta... –recordó uno de los cuantos sueños que había tenido, acabando en el más reciente– En mi cuarto te miré a los ojos, sonreíste, por fin te di la mano... –sonrió– Llueve más de un millón de recuerdos juntos y me ciegan. Yo te amo hermano tanto, que me quema. – abrió los ojos, sintiendo como alguien más le secaba las lágrimas– Yo no quiero despertarme, la vida sin ti ya no tiene sentido, prefiero vivir de noche; sentir que tú no te has ido. Soñando voy a tenerte hasta que se acabe mi vida. Prefiero morir soñando, que vivir con tu partida.

Suspiró. Tragó saliva con dificultad y continuó.

No digas nada por favor... –alargando la silaba, entonó bajo y subiendo con dolor– Que hablando el alma me destrozas. –movió su cabeza con dolor, acabando por dejarla en el borde de la caja– Quiero decirte tantas cosas; quiero acordarme de tu olor. – aspiró el aire, imaginando que él estaba ahí, con ella– No digas nada por favor, no vaya a ser que me despierte... –aquello salió como súplica– De un sueño en el que puedo verte, y aun puedo hablarte de mi amor. No digas nada, ten piedad... Solo te pido que mañana por la noche... Dormida me des la oportunidad... –suspiró, repitiendo la tonada y repitiendo– Dormida me des la oportunidad –entonó con dolor.

Movió su mano en un movimiento simple, dando fin a la canción.

Nadie la escuchó, al menos así lo creía.

Escondió su cabeza entre sus brazos y el borde de la caja, llorando desconsoladamente cuando el leve susurro en su oído le llegó al alma.

"Duerme, hoy me quedo contigo, mocosa..." La leve y ya conocida risa de su hermano le lleno el alma de amor, teniendo un remolino de emociones en su interior.

Siguiendo las órdenes, se acostó en la cama, en una posición fetal. Suspiró cuando un calor se puso en su espalda, siendo frío al mismo tiempo.

–Abrázame y, por favor, no me sueltes...

Amantes Enmascarados | Mark Lee | Libro#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora