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Con el peso de las horas había logrado acabar casi por completo sus evaluaciones del día, teniendo solo una última que empezaba a las siete de la tarde. Debía soportar aquello si quería pasar.

Se encerró en el último cubículo de los baños, vomitando todo lo que había tenido encerrado en su garganta durante la mañana, dejando caer lágrimas cuando su garganta liberó todo. Dios, finalmente se sentía más libre.

Al acabar salió, no sin antes evitar dejar evidencia, enjuagando su garganta y arreglando su cabello en el espejo, tomando agua antes de salir. Ni bien abrió la puerta la cara enfadada de Kim la recibió con un golpe en su frente.

– ¡Te escuché! –gritó ni bien la vista confundida de su mayor se posó en ella.

– ¿El qué? Solo estaba en el baño.

– ¡Te escuché vomitar! Creí que habías dejado aquello. –los ojos que estaban cargados de furia pronto se empezaron a acuosos. Mientras que solamente la mayor la miraba, frunciendo cada vez su ceño. Aquel tema ya no era importante, y lo que haga o deje de hacer es su problema.

–No te metas –aquello había salido con un enojo y rencor que ella desconocía.

– ¿Qué no se meta en qué? –la voz furiosa en sus espaldas la hizo hacer una fina línea con sus labios– Estas nuevamente vomitando y dices que no se meta en ello, es tu jodida amiga.

–Mi cuerpo, yo veré que hacerle.

Mark juntó aún más sus cejas: –te recuerdo todo el tiempo lo bella que eres, sin importar qué e insistes en arruinarte. Deja de hacer aquello o de verdad habrá problemas. Ahora, vete a clases.

–No tengo clases hasta dentro de unos minutos.

–No me interesa, solo aléjate del baño y si me llego a enterar de que vomitaste de nuevo, enserio habrá problemas.

–No eres mi jodido padre.

–Pero si tu novio.

–No somos nada –aquello ultimo lo dijo sin siquiera alzar la cabeza, no pudiendo ver como la cara de Mark decaía. El chico asintió con sus labios planos.

–Perfecto, me iré yo. –la menor no le detuvo, siendo aquello más doloroso que cualquier otra palabra saliente de sus labios.

Okay, tenía razón cuando decían que las palabras si dolían más que una herida.

La menor por otro lado miró con claro enojo a su mejor amiga, quien negó y se fue con lágrimas escapando de sus ojos. Mierda. Intentó seguirla, pero pronto se perdió en los pasillos de la facultad. Suspiró, la había jodido.

La alarma de su teléfono anunciando una próxima clase la hizo girar sobre sus talones, lista para la próxima clase.

[. . .]

Había iniciado un nuevo día, despertando sola en su cama y con cierta presión. Había comenzado a acostumbrarse a ver al pelinegro por las tardes, que este se quedara con ella hasta que el sueño acabara con su día y verlo durante las mañanas, en la cocina. Pero ayer Mar no fue a su casa, mucho menos había escuchado algo en la cocina.

–Joder... –suspiró, pasando una mano por la cara– Vendrá a buscarme –se recordó, seguro que sería así.

[. . .]

Suspiró, bebiendo su café mientras miraba frente a ella una taza blanca vacía, una tostada sin nada sobre ella y un poco de frutos rojos en un pequeño bol.

–No viniste... –susurró.

Tomó su teléfono, no había llamadas, mensajes ni mucho menos una señal de que Mark iba a llegar esa mañana a acompañarla a desayunar. Cerró sus ojos, suspirando y dejando la taza vacía sobre el pequeño plato blanco, mirando por última vez la mesa se puso de pie, tomando su bolso para poder irse a sus clases.

Amantes Enmascarados | Mark Lee | Libro#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora