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Bueno, mientras están esperando ya sea a la última entrega de Raphaela, a Dimensions u otra de los Bermont, les dejo esta nueva historia (que tengo terminada y será fácil subirla), espero que les guste, un beso enorme jeje estoy intentando que tengan que leer en esta cuarentena, espero que les guste.

Henry llevaba en Florencia aproximadamente un mes, en un principio, aceptar otro de los muchos cambios que sus padres planeaban sin siquiera pedirle opinión no le habían caído en gracia, desde que tenía consciencia suficiente, no duraban más de seis meses en un lugar y esto se debía a que sus padres eran exitosos escritores y según ellos: "era necesario contar con la experiencia", lo cual llegaba a clasificarse como un viaje continuo por el mundo, de hecho, el muchacho no podía ni contabilizar en todos los países y lugares donde había vivido a su corta edad, aunque en un inicio le pareciera divertido, puesto que todo era mágico y diferente, a sus diecisiete años ya no le placía seguirse moviendo de un lado a otro y ansiaba con todas sus fuerzas entrar a una escuela normal.

Debido a los constantes cambios, Henry estudiaba en casa la mayoría del tiempo, ocasionalmente asistía a colegios, pero sus padres preferían no encariñarlo demasiado con un lugar y si salía de casa era para aprender la lengua del lugar y estudiar algún deporte característico de la zona, lo cual, aunque no fuera una escuela, le proporcionaba amigos, amigos a los cuales no veía y solo los recordaba por medio de mensajes.

Esa era la razón principal por la cual había querido ingresar al instituto en cuanto llegaron a Florencia, no le importaba cuanto duraran ahí, no se perdería de la experiencia que significaba ir a la escuela, tener amigos con los que después salías y hasta una novia. El tema académico no se le dificultaba ni un poco, sus padres eran conocidos eruditos por lo cual Henry siempre estaba al pie del cañón en lo que información se refería, la escuela era una mera diversión para él.

Bajó de su Jeep Wangler del año y saludó a lo lejos a sus amigos que llegaban al tiempo que él, eso era algo que le había fascinado de Florencia, lo habían hecho sentir bienvenido en cuanto llegó, de hecho, sus amigos Piero, Giovanny y Guiliano prácticamente se le habían colgado al hombro desde que se bajó de su camioneta el primer día y prácticamente lo habían hecho ingresar al mismo club que ellos y jamás se volvieron a separar de él, según lo que ellos dijeron era porque: "aprovecharían la ventaja del chico nuevo", prácticamente era por las chicas que se mostraban interesadas por él sin siquiera conocerlo.

—Ey Henry, pensamos ir a casa de Piero después de la escuela, sus padres salieron de la ciudad y haremos una fiesta enorme ¿qué dices?

—Sí, estoy dentro —dijo Henry tranquilamente, caminando por los pasillos del instituto.

—Genial, aunque deberías elegir de una vez por todas a una chica y dejarnos al resto —dijo Guiliano—, llevas un mes aquí y no has hecho caso de ninguna de las chicas que se te acercan, ni siquiera de Josephine Sanders y eso que es una preciosidad.

—Josephine Sanders es más del tipo de chica a la que le gustaría salir con el capitán de rugby, no un chico sueco que practica esgrima.

—¿Bromeas? La chica está colada por ti desde que llegaste, se lo ha dicho a todo el colegio y tú sigues sin hacerle ningún caso.

—No muy seguido me pasa que estoy en una escuela, por eso quiero disfrutar con ustedes un poco antes siquiera de pensar en tener una novia... —Henry se distrajo de pronto— ¿Quién es ella?

—¿Quién? —Guiliano volvió la cabeza y enarcó las cejas—, vaya, ha vuelto Nina la loca.

—¿Nina la loca? —se sorprendió Henry—, suena un poco cruel. No la había visto desde que llegué a la escuela.

El misterio de los SahasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora