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—No puedo creer que esté aquí a las cuatro de la mañana —dijo disgustado Henry, siendo jalado por la muchacha que mantenía su mano entrelazada con la de él, caminando alegremente entre las mujeres que se paseaban a esas horas para sacar algo de dinero a los turistas o a los mismos citadinos.

—Deja de quejarte ¿vale? —lo alejó de una mujer que estaba a punto de insinuársele, era una verdadera fortuna que Henry tuviera tanto sueño o que le interesara tan poco lo que tenía a su alrededor.

—¿Por qué no salvas a todas estas mujeres? ¿No están en las mismas circunstancias que Sara Becker? —inquirió cuando se detuvo, pasando sus brazos por la cintura de ella y recargando su barbilla sobre la cabeza de su pequeña novia.

—No, estas mujeres no han pedido ayuda, sea por las razones que sea, pero no están obligadas a estar aquí, nadie las encerró, no son presa de la lujuria.

—Pero quizá de otra cosa sí.

—Quizá es algo que yo no puedo manejar, pese a que soy un Sahasbonum, no soy tan poderosa como para ir por la vida liberando a las personas con las que me topo, ojalá pudiera, pero sería demasiado desgaste para mí, moriría joven.

—Claro —volvió a bostezar y sintió de pronto como era jalado de la posición relajada, en la cual había transformado a su novia en una especie de bastón que lo mantenía de pie—... ¡Ey!

—¿Quieres de mis servicios guapo? —una mujer se acercó al cuello del muchacho y lo olió sedienta.

Henry suspiró tranquilamente a pesar de tener una hermosa mujer hociqueándolo, al menos había sido algo rápido.

—Eh, Nina, creo que encontré lo que buscas, más bien, ella me encontró a mí —la chica volvió la cabeza y miró a la mujer que prácticamente parecía saborearse un bocadillo al momento de olerlo y pasar sus manos por la figura gallarda y fuerte de su novio.

—¿Sara Becker?

La mujer soltó a Henry y se alejó de ellos como si no comprendiera porqué era llamada de esa forma, vio como el muchacho regresaba junto a aquella mujer de cabellos grises y recuperaba su postura que le fue arrebatada por ella hace solo unos momentos.

—No desde hace mucho tiempo ¿Qué buscan?

—¡A ti! —sonrió la joven, tocando suavemente los brazos que se enredaban en ella para ser soltada y caminó hacia la mujer que dio pasos hasta topar con la pared del otro lado del callejón—, me buscaste y ahora vengo a ayudarte.

—Jamás te había visto en mi vida.

—Bueno eso lo sé, pero...

—Mira, si no quieres que alguien intente tirarse a tu novio, entonces salgan los dos de aquí ahora —dijo Sara molesta y mirando ansiosa para ver si alguien más se presentaba.

—En realidad —sonrió Nina—, quiero que... ¿te lo tires?

—¿Qué? —la soltó Henry.

—Sí, a eso he venido, le hace falta tanta experiencia y yo soy del fetiche de ver, así que, todo solucionado ¿no?

—A tu novia le falta un tornillo —Sara miró directamente hacia Henry.

—Lo sé —el chico miró a su novia— ¿qué sucede contigo?

—Sígueme la corriente —insistió con dientes apretados, simulando una sonrisa— ¡Bien! Entonces ¿A dónde vamos?

Sara Becker suspiró y se inclinó de hombros.

—Solo lo haré porque eres lo suficientemente guapo —sonrió hacia Henry—, no me molesta que ella mire, mi departamento no queda lejos ¿vamos?

El misterio de los SahasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora