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Nina subió a la camioneta con un overol en forma de short, una camiseta con estampado de margaritas, unos tenis estampados con las mismas flores y una larga chaqueta color olivo, parecía molesta y miraba hacia la ventana, fingiendo ignorarlo.

—Sí no quieres ir puedo hacer el trabajo yo sola.

—No sabría que decir delante del profesor.

—Podrías leerlo cuando termine.

—Dime a donde ir.

Palazzo Vecchio —dijo con brazos cruzados.

Henry al comprender que ella no pensaba dirigirle la palabra, tomó su celular y colocó la ubicación para que le indicaran como llegar, estaba bien que viviera ahí, pero aún no conocía del todo la ciudad, Nina miró el aparato y se volvió a la ventana nuevamente. Cuando no habló por quince minutos, Henry pensaba que ella explotaría, así que sacó un tema de conversación.

—Me gustan tus tenis.

—¿En serio? Los he hecho yo misma, solo hace falta que me digas qué te gusta y puedo... —ella cerró la boca y frunció los ojos —, sé lo que haces, no te hablaré.

—Siento que eres una bomba de tiempo si no lo haces.

—Puedo estar sin hablar, solo que antes me sentía con confianza de hacerlo contigo, pero ya no.

—Vale, estás enfadada, pero eso no quiere decir que no puedes hablar.

—Todo lo que digo te molesta.

—No tienes mucho filtro, estabas hablando de tu cuerpo frente a todo un grupo de hombres mientras estabas en...

¡Ah! Ahí estaba el enojo, al fin lo entendió.

—En toalla —terminó ella—, te dije que no fue por gusto, si no hubieras estado ahí, seguramente nadie me habría ayudado y habría tenido que ir por todo el campus hasta mi casillero para sacar al menos una chaqueta.

—Sí.

—¿Sí? ¿Esa es tu respuesta?

—Sí.

—¡Agh! —se cruzó de brazos—, No te soporto.

Henry sonrió hacia ella y negó un par de veces ¿había estado celoso? ¿En serio? Era totalmente ridículo y para colmo, la tenía totalmente molesta junto a él, llevándola a ver uno de sus lugares favoritos porque la había soñado en más de una ocasión totalmente embelesada entre aquellos muros, quería saber por qué razón le gustaba tanto y por qué la soñaba tan seguido en ese lugar.

—¿Es ahí? —preguntó, aunque lo sabía porque la ubicación lo marcaba.

—Sí, aparca por allá —se quitó el cinturón de seguridad.

Las calles de Florencia eran cultura pura, era claro que los florentinos se sentían conformes con sus edificios, con sus museos, iglesias, exquisito olor a café y comida deliciosa. Henry caminaba junto a Nina quién parecía ver por primera vez la ciudad.

—¿No es hermosa?

—¿Qué cosa?

—La vida —sonrió—, los colores, los olores... Ah, es verdad, no hablo contigo.

—Vale, lo siento Nina, no debí gritarte, estaba molesto por otra cosa, pero no contigo.

—Parecías molesto porque dije que era tu novia —dijo herida—, si tan abominable te parece bien no volveré a usarlocomo excusa.

—No es eso, ¿Podrías tratar de dejarlo en el pasado?

—Pues no, una chica no supera fácilmente que le digan que es vergonzoso salir con ella, lo siento si te incomoda, pero estaré molesta un rato más.

El misterio de los SahasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora