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Henry llegó a su casa después de dos días de viajes en diferentes ciudades, había aventado a Eliza en la central y ahora por fin podía relajarse, había descubierto demasiadas cosas en ese viaje, sobre todo del plan de la chica loca que había hecho que terminara con su novia, aunque el no tener alrededor a Nina también había ayudado en el asunto, relajaba a Eliza y la hacía boca suelta con él, pensando que de alguna forma, sería más influenciable si Nina no estaba, cuando la realidad era la contraria, entre más hablaba Eliza más recordaba a su novia... exnovia.

—¡Henry! —le besó la mejilla su madre— ¡Estuviste fantástico! ¡Felicidades!

—Gracias mamá —se la quitó de encima.

—¡Hijo! ¡Al fin regresas! —le revolvió el cabello su padre—, ¿Por qué no llegaste con Nina?

—¿La han visto?

—Bueno, sí —dijo obvio—, vine en el edificio de junto.

—Claro... ¿Cómo se veía?

—Pues... —dijo la madre— ¿Gris?

—¿Gris? ¿Desprendía un aura gris? ¿Por su cabello gris? ¿O de qué hablas?

—Tranquilo, si tienes tantas ganas de verla puedes ir —dijo su padre.

—No, es tarde, seguro está dormida —se excusó, sería complicado decirles a sus padres que la había terminado—, me voy a la cama.

—Descansa cariño —le dijo su madre.

Henry le dio un beso a la mujer y un abrazo al hombre antes de subir las escaleras y tumbarse en su cama, no sin antes verificar que la recamara de Nina estaba a oscuras, era tonto imaginar que sería de otra forma, era de madrugada. Se tapó la cara con ambas manos y la frotó con fuerza, la extrañaba, sería tonto decir que no lo hacía.

—Hola.

Creyó imaginar la voz, pero cuando se levantó de golpe para ver hacía la puerta, vio a Nina, ahí estaba, recargada en el umbral de la puerta con una mirada fría y furiosa.

—Nina...

—Y bien ¿Cómo fue tu viaje?

—Estuvo... bien.

—Qué bueno ¿Me puedes decir ahora por qué me terminaste? —frunció el ceño— ¿Estás loco? Por un momento me lo creí.

—Tenía que hacerlo —él la miró—, así que lo descubriste.

—Soy la mujer más avispada cuando algo me interesa —le dijo molesta—, me di cuenta cuando te pedí las dos palabras.

—Dije que ya no te amaba.

—Sabes que esas palabras no son las que me harían creerte —se cruzó de brazos—, tendrías que decir algo como...

—Que estás loca —sonrió—, lo sé, eres una persona extraña Nina.

—Qué sepas que no te lo perdono Henry Archer —lo apuntó con un dedo acusador.

—Lo sé —se levantó—, sé que fue duro, quería abrazarte ahí mismo, pero era necesario para saber que tramaba Eliza y creo que justo ahora debemos estar separados.

—¿Lo dices en serio?

—Sí, metió cosas en ti, estás en peligro.

—Lo sé.

—¿Lo sabes?

—Sí, sentí esas cosas en cuanto las implantó, sé dónde están.

—¿En verdad?

El misterio de los SahasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora