22

948 200 11
                                    

Dejaron al Guiliano en estado inconveniente y siguieron su camino hasta su casa en un mutismo que parecía haberse instalado desde que los amigos se lograron separar sin quererse golpear nuevamente.

—No entiendo por qué Guiliano actuó así —dijo Nina de pronto—, parecía otra persona.

—Eso pasa cuando te consumen los celos —negó—, pero alguien se los ha incentivado.

—¿Qué quieres decir? ¿Un malum?

—Posiblemente, y uno poderoso.

—¿Por qué crees que se metería con Guiliano? —negó extrañada—, no hace ningún mal, no tiene ningún vicio y...

—Y está enamorado de ti —terminó—, me lo ha dicho hoy.

—¿Guiliano? —dijo sorprendida—, pero... ¡ni siquiera somos amigos!

—Se junta contigo desde que eres mi novia, te portas agradable a pesar de que antes te molestaba y eres condenadamente guapa —la miró—, no puedo quitarle crédito a su buen gusto, pero no te vio a tiempo.

Nina sonrió y le acarició la mejilla tiernamente.

—Es verdad, tú fuiste el único que si lo hiciste —ella sintió que en su interior algo se revolcaba con intensidad, lo había sentido antes, era la sensación de sentirse enamorada de Henry—, pero... ¿qué quería decir con que me engañaste?

—No tengo ni la menor idea —frunció el ceño y la miró—: pero sabes que jamás lo haría ¿verdad?

—Espero que no —asintió—, me dolería demasiado.

Henry alargó su mano y la colocó sobre la pierna de su novia, acariciando un poco su rodilla para tranquilizarla y demostrarle solo a ella todo el cariño del que era capaz. Cuando aparcó en el estacionamiento y bajaron de la camioneta, Henry se sintió poseído por algo cuando la tomó en brazos y la hizo besarlo pese a que le dolía el labio roto.

—Espera —sonrió Nina y le tomó la cara—, mira nada más tu labio, y ni qué decir de ese pómulo. ¡Ah! ¡Hombres! Vamos, tengo hielo en casa... ¿Quieres ir a mi casa? Es un poco tarde y tus padres...

—Les he dicho que me quedaría con Piero.

—Pero verán tu camioneta mañana —se sonrojó.

—Te traje de última hora y me quedé contigo —sonrió—, vamos Nina, no pensarás que cuando estamos en tu loft ellos piensan que estamos viendo televisión.

—¡Henry! —Él hizo caso omiso y la incitó a rodearle la cintura con las piernas, subiéndola a la camioneta y besándola o más bien, devorándola ahí mismo—. Vamos a la casa... le estaremos dando una buena noche al guardia si nos quedamos aquí.

—Bien —la bajó, pero en cuanto estuvieron en las escaleras para ir al departamento de Nina, él volvió a tomar sus labios, preso de una sensación insaciable que gritaba por ella.

Llegaron dando tumbones a la casa y abrieron la puerta como pudieron mientras siguieron besándose y quitándose la ropa de camino a la habitación de Nina, ambos se reían y jugueteaban con esa pasión desmedida que los había acosado de un instante a otro, Henry la hizo volver a rodear su cadera y la llevó en ropa interior hasta la cama y siguió besándola con parsimonia en todo el cuerpo, ella sonreía y acariciaba su cabello con ternura, sabía que Henry estaba enojado con lo de Guiliano y por eso reaccionaba tan ferozmente en ese momento, no era brusco, quizá solo demasiado dominante.

Henry terminó de quitarle la ropa  y sintió el placer de tenerla totalmente desnuda contra su piel, era embriagante, todo en ella lo era, sus caricias, los dulces gemidos que escapaban de sus labios, la forma en la que lo rodea con las piernas, el olor que emanaba de cada uno de sus poros, su piel tan sensible a su tacto y la forma en la que sus ojos azules se negaban a despegarse de los de él, buscando siempre su aprobación como si no comprendiera que él no podía hacer otra cosa más que tratar de hacerla feliz en todo lo que le fuese posible.

El misterio de los SahasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora