La chica borraba de manera compulsiva todos los cálculos que había realizado en una de las tantas hojas de papel cuadriculado que tenía dispersas sobre la mesa.
Suspiró y con cansancio quitó los restos de goma. Se disponía a intentar resolver el ejercicio una vez más—la última—, cuando escuchó que la silla a su lado se deslizaba.
Alzó la vista y recorrió al individuo que estaba frente a ella desde sus piernas delgadas y largas hasta el mismo rostro altivo que le sonreía. La pelirroja volcó los ojos, decidida a ignorarlo. Él se sentó y frunciendo los labios dijo:
—Me has estado evitando, ¿Por qué?
Samantha continuó garabateando números y símbolos, sin inmutarse ni un poco.
—Y el otro día no fuiste a ver el documental—prosiguió el chico, acercándose a la española que se mostraba reacia a hablarle.
—¿Quién te dijo que estaba aquí, Sebastian?—Sam soltó bruscamente el lápiz que tenía entre las manos—¿Fue Madison? Oh, ya veo, te quedas callado porque fue ella, ¿Cierto? Ya verá esa sabandija traicionera.
—Uff, qué bueno, pensé que estabas enojada.
—Puedo asegurarte que lo estoy.
Por lacónicos segundos ambos se observaron y Sebastian presionó una de las mejillas de Sam con su dedo índice. Ella gruñó y apartó la cara hacia un costado.
A pesar de estar molesta con el ruloso, no tenía ganas de discutir. En realidad, le agradecía a Madie por haberle dado su ubicación, pues entre lidiar con matemáticas o Sebastian, lo prefería a él. Al menos así no correría el riesgo de quedarse dormida en la biblioteca.
—Oyee..
—¿Qué?
—No respondiste a mi pregunta.
Los párpados de Sam decayeron y la chica apoyó su mentón sobre la mesa. A veces en serio odiaba la memoria de Sebastian, pues siempre recordaba lo que le convenía. Ese pensamiento la hizo rememorar el motivo por el cual se habían peleado.
Una semana atrás, los dos acordaron ir a dar un paseo después de la cena. Era una cita de amigos, ellos la catalogaron así. Desde que llegaron a aquel planeta no pasaban mucho tiempo juntos, una cuestión obvia considerando que pertenecían a categorías diferentes. Por lo tanto, necesitaban ponerse al corriente, conversar sobre banalidades y molestarse el uno al otro, como antes.
La "cita" era importante para ambos. Pero Samantha comenzó a dudarlo cuando luego de esperar un largo rato afuera de la residencia de EE.UU, no veía a Sebastian por ninguna parte.
—Sam, ¿Esperas a alguien?—Asher se detuvo y la observó con las cejas fruncidas.
—Sí.—la chica se abrazó a si misma al sentir que una corriente de aire frío le recorría el cuerpo—, Pero no creo que venga, ¿Es muy tarde?
ESTÁS LEYENDO
Only The Brave
Science Fiction"Y al ver la decisión y coraje en sus rostros supe que estaba en el bando correcto. Solo esperaba que también fuera el vencedor"