Capítulo 20

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Giré sobre mis talones y corrí a la residencia de EE

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Giré sobre mis talones y corrí a la residencia de EE.UU al notar que Jaitch me espiaba entre unos arbustos. Apreté los dientes, sin voltearme a ver la expresión frustrada del hombre.

No era la primera vez que lo encontraba en lo mismo, oculto entre la vegetación, intentando descubrir si estaba metida en algún lío ilegal. Vaya, cómo cambiaban las cosas ¿No? Desde la fuga de Michael ya nada era igual. Escuchaban nuestras conversaciones, nos seguían, realizaban interrogatorios sin sentido y más. Nuestras libertades fueron disminuyendo en la medida en que aumentaron las normas, en que comenzaron a controlarnos abiertamente.

De todo el Team, Sebastian y Asher fueron a los que más interrogaron. Los llamaban a menudo, incluso a veces los sacaban de clases y regresaban con nosotros entrada la noche. A Sebastian le preguntaban por Michael, lo sé porque él me lo confesó una mañana en que ambos nos levantamos temprano y aprovechamos la paz y soledad del edifico para conversar, sin miedo a que Jaitch o alguien más interceptara nuestras palabras. Aunque tampoco podíamos fiarnos del todo, pues existía la gran posibilidad de que hubiera cámaras o micrófonos ocultos en alguna parte. A ese extremo habíamos llegado.

—No sé por qué la tienen conmigo. —Sebastian talló sus ojos y suspiró con cansancio—. Ojalá yo supiera algo...Mike, digo, Michael, apenas me conocía, ¿Cómo...?

Lo miré de hito en hito. Él apartó su vista de mí y jugueteó con un botón de su cazadora.

—¿De verdad que no sabes nada? —le pregunté, elevando mis cejas.

—No, nada.

Me encogí de hombros y dejé pasar el tema pese a que no pude creerle. Yo..., los había visto hablar en reiteradas ocasiones y sabía que se llevaban bien, que eran más cercanos de lo que Sebastian quería hacerme creer. Pero, ¿Para qué presionarlo? Estaba agradecida de que confiara en mí y si algún día se animaba a contarme los detalles de su relación con Michael, estaría lista para escucharlo. Hasta que ese momento llegara no habría más preguntas incómodas de mi parte.

Ojalá con Asher hubiese sido así. Recuerdo que un día, después de la cena, intenté que me dijera qué sucedía durante las largas horas en que desaparecía tras ser escoltado por un guía o inspector quién sabe a dónde. No tuve éxito. En cambio, él se mostró esquivo y acabó por rehuir mi presencia bajo la excusa de tener trabajos que terminar. Supuse que tal vez era cierto y dejé que se fuera, pero al ver que los días transcurrían sin ningún cambio en su actitud, comencé a preocuparme. Lo cierto es que Ash cada vez se volvía más inaccesible.

Lo veía mal, su faceta reservada lo dominaba, casi no sonreía y cuando con el resto de los chicos hacíamos bromas, apenas se esforzaba por demostrar algo de interés; imponía un muro entre él y nosotros. Era como si su mente estuviera ajena a todo lo que sucedía a su alrededor, enfocada en asuntos que sólo él conocía y arrastraba como pesadas cadenas.

Quizá en otros tiempos Matt hubiese podido conversar con Asher de forma franca, al menos teniendo en cuenta que eran amigos desde hacía años y ambos sabían cuando el otro mentía. Sin embargo, con el fallecimiento de Kath, Matt dejó que la tristeza se adueñara de su corazón y muchas cosas dejaron de importarle. Por ejemplo, ya no se estresaba por asuntos académicos y evitaba cualquier problema.

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