25 de Abril, 2041.
A un mes de la llegada de los veintiún elegidos, sutiles cambios comenzaban a fluctuarse entre los neoyorquinos. En la isla de Manhattan, por ejemplo, algunos jóvenes se quedaban charlando en los parques hasta bien entrada la tarde e iniciaban su lánguida retirada cuando las camionetas militares se instalaban en cada esquina de la ciudad. Lo mismo sucedía en los sectores industriales, donde la gente iba a comprar incluso restando diez minutos para el toque de queda y eran pocos los que bajaban la mirada al cruzarse con algún soldado. El respeto iba en decadencia mientras que la sublevación cada vez se interiorizaba más en el alma de los ciudadanos, cansados ya de la represión.
Pero existía una buena razón para explicar esta repentina transformación. Distintos jóvenes que destacaban por su corta edad, así como por su elocuencia al hablar, habían impartido portentosos discursos en casas donde llegaban a reunirse cerca de cuarenta personas, que se las arreglaban como podían para captar cada palabra. Sentados sobre el suelo o en sillas y sofás los que llegaban primero, no importaba el frío, el calor ni la incomodidad que pudiesen sentir. Todo valía la pena con tal de llenarse de esas ideas, de ese remezón de rebeldía que era capaz de despertar el espíritu beligerante de cualquiera, hasta de los que nunca se atrevían a quejarse del régimen en voz alta, pero que en sus mentes, ya habían apedreado a varios vehículos policiales e insultado a cientos de uniformados.
Los miembros del p.p.p no veían con positivismo la posibilidad de un levantamiento popular, no después de saber que aquellos chicos que cautivaban a su audiencia en cada sesión, eran controlados por entes de otro planeta, cuyos planes podían desatar una guerra sin precedentes. Había que actuar rápido, con diligencia, para evitar que el movimiento tomara fuerza. Si los grupos paramilitares se enteraban de lo que ocurría, sería cuestión de tiempo para que el estado de Nueva York se revelara, y a continuación, como en una hilera de fichas de dominó, el resto de los estados caería.
Madison podía imaginar lo que vendría después. Actualmente, Estados Unidos estaba implicado en un conflicto bélico con Inglaterra; la delincuencia aumentaba a pasos agigantados pese a la marcada presencia policial, y cada vez eran más las personas que se hacían con algún arma de fuego, decididas a hacer justicia con sus propias manos. De no frenar aquella situación, todo acabaría en una guerra civil y entonces, sería imposible reestablecer la paz en un país que desde hace años parecía envuelto por las brumas de una violencia sin límites.
A pesar de las razones repetidas hasta el cansancio, el plan del People Protect People no terminaba de convencer a la chica. Iba en contra de sus principios y pensaba que también en contra de los de una sociedad que se hacía llamar «las personas protegen a las personas»
Era consciente de que su opinión no tenía ningún peso dentro de la entidad. Pensaba que era lo justo considerando que era nueva allí, pero nunca había sido de las que se quedan calladas, por lo que intentó persuadir a Thomas de que se uniera a su causa. Aún le resultaba algo extraño volver a hablarle después de un año sin verlo, ambos habían cambiado mucho, seguido caminos diferentes, pero hubo un tiempo en que se contaban todo, ¿No? Animada por esta idea, Madison fue a buscarlo a su trabajo en el supermercado.
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Only The Brave
Ciencia Ficción"Y al ver la decisión y coraje en sus rostros supe que estaba en el bando correcto. Solo esperaba que también fuera el vencedor"