Capítulo 27 (Parte II)

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-Vamos, Madison, ¿Qué esperas? Esas cortinas no se encenderán solas

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-Vamos, Madison, ¿Qué esperas? Esas cortinas no se encenderán solas.

La chica se abstuvo de rodar los ojos solo porque Michael la vigilaba con una atención desmesurada. No quería discutir, por lo que contempló con detenimiento el lanzallamas entre sus manos y lo disparó hacia el lugar indicado. Entonces, tuvo que retroceder varios pasos para alejarse de la gran masa de fuego que ella misma había creado. La llama se extendió por toda la cortina a una velocidad impresionante, provocando que la sala, antes en penumbras, ahora estuviera iluminada por la fogata encendida puertas adentro.

-Seba, trae la gasolina.

Madie volteó una pila de libros que estaban en la esquina de una mesa al ver que Sebastian sacaba un pequeño frasco plástico del bolsillo de su cazadora. Comenzaba a sentirse sofocada, y una opresión tan grande se extendía por su pecho que incluso mantenerse de pie le demandaba un esfuerzo mental extenuante. De repente, el olor de algo quemándose se filtró por sus fosas nasales, pero no lograba conectar las ideas, y aunque una parte de sí sabía que debía huir, sus piernas no reaccionaban.

Sebastian la jaló por el antebrazo. Un humo denso llenaba la habitación, el chico corría delante de ella, arrastrándola consigo a través de un largo pasillo. La cabellera de Michael se perdía entre todos los giros que daban. Madie no veía bien, le pareció que durante el trayecto había botado unos abrigos y una silla, tal vez, sin embargo, no se detuvo a comprobarlo. El agarre de Sebastian en su brazo se volvía más fuerte a medida que avanzaban, lo cual agradeció enormemente; no sabía qué sería de ella si el chico llegaba a soltarla.

Al llegar al pie de una escalera hubo dos cosas que los hicieron detenerse: 1) Mike no lograba abrir la puerta principal de la casa y 2) una figura bajaba los escalones con rapidez, acortando a cada paso la distancia que los mantenía separados. Por fin, luego de varios forcejeos, Michael le ganó a la cerradura y, en un suspiro de alivio, les indicó a Madison y Sebastian que lo siguieran hacia la intemperie.

- ¿Qué pasa? ¡Vamos, hay que salir de aquí lo antes posible! ¿Acaso quieren que nos atrapen o...?

Una mueca de disgusto se dibujó en el semblante del pelirrojo al mirar en la misma dirección que sus compañeros. No le cabía en la cabeza cómo es que después de todo lo que les había ocultado, de todas las mentiras y jugadas en falso, ellos todavía lo consideraran su amigo. Michael en cambio, tenía la película muy clara: para él, Asher Timberlake pertenecía al bando enemigo desde el preciso momento en que fue nombrado uno de los 21 elegidos.

-Ash. -Madie se acercó al castaño con los ojos vidriosos.

Había imaginado la escena un millón de veces, pensó que sabría qué decir, pero una sola mirada de Asher bastó para derrumbar sus planes. Y con ello su mundo entero. Volver a verlo dolía más que aplicar alcohol sobre una herida abierta.

Al observarlo bien, Madison notó que no llevaba pijama, por lo que intuyó que, a pesar de lo tarde que era, aún no se iba a la cama. Había bajado de peso. Sus pómulos estaban más hundidos que antes y resultaba abrumador mirar su cuello, donde el hueso de su clavícula se marcaba con definición. Lucía tan cansado que Madison tuvo el impulso de abrazarlo, sin embargo, se arrepintió a medio camino, abochornada por la idea de invadir el espacio personal de su exnovio.

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