Capítulo 3

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LUKE

Después de contarles a los chicos que he tenido un trío, me toman en brazos y comienzan a lanzarme en el aire como locos. Cuando me bajan, Ashton y Tom comienzan a hacer reverencias como si fuera un dios y no puedo evitar reírme.

—¿Cómo es posible que cada vez que les digo que he tenido un trío reaccionen de la misma manera?— Meneo la cabeza intentando disimular la risa. —No es nada nuevo, cabrones, es hora de madurar.

—Tal vez sea vieja historia para ti, pero a los desafortunados como nosotros, nos da alegría poder vivir a través de tu vida sexual.— Aaron se encoge de hombros.

—Como si ustedes no cogieran diario.— Digo sarcástico.

Platicamos un rato más y luego cada quien se va a su respectiva clase. Algunos de los chicos, sólo de tercero, no estudian nada, simplemente fueron aceptados en la universidad para jugar hockey y así ellos pueden ser observados por los cazatalentos que van a los partidos y la universidad se mantiene en uno de los mejores puestos de la liga universitaria, eso sí, debes ser muy bueno para ser aceptado en ese método.

Ese era mi plan desde un principio, entrar a la universidad sólo para el hockey, pero no quería decepcionar a mi padre. Desde que mi madre nos dejó, se preocupa muchísimo por mí y, aunque me dolió que no tuviera suficiente fe en mi futuro, no le agradaba la idea de no estudiar nada por si mi carrera como hockista no llegaba lejos, así que me la pasé meses decidiendo entre todas las carreras y la que menos me aburrió fue contabilidad. Podré ser un cabezota, pero los números se me dan bien y, además, no tengo que preocuparme mucho por eso porque sé que terminando la universidad, no ejerceré la profesión, me la pasaré en el hielo todos los años que pueda.

Las clases terminan aburridas como siempre, los maestros hablan demasiado y gastan todas sus energías gritándome cuando llego tarde, la verdad es que no entiendo por qué se siguen molestando si ya deberían de estar acostumbrados.

Ahora estoy en el almuerzo con los chicos, hablan de una fiesta que se hará el viernes y sueltan nombres de chicas por todos lados, pero yo estoy en encerrado en mi cabeza. Nunca me he perdido una fiesta, jamás, y mucho menos si la fiesta es en nuestra casa, pero el viernes es cumpleaños de mi madre y, aunque llevo años intentando superarlo y que no me afecte, la verdad es que todos los años, sin falta, la llamo por teléfono, tardé meses en conseguir su número, y espero a que conteste, cuando lo hace, termino la llamada porque sé que no tengo nada que decirle y es recíproco.

Podrá ser una completa pendejada, pero escuchar su voz una vez al año, aunque sea una mísera palabra, me hace sentir tranquilo, me hace saber que está bien, en donde quiera que esté.

—¿Estás bien?— Pregunta Ashton, dándome un codazo en el hombro para hacerme reaccionar.

—Está pensando en la noche que tuvo ayer.— Se ríe Zack.

Le lanzo un puño de uvas, pero me obligo a reír y a alzarle el dedo como si nada serio estuviera pasado en mi cabeza. Cuando los conocí, les dije que mi madre murió cuando era pequeño, no los conocía mucho y yo no quería hablar del tema y, aunque llevan siendo mis hermanos por tres años, me digo a mí mismo que no mentí para dormir tranquilo por las noches. Mi madre murió cuando me abandonó, fin.

—Estaba pensando que deberíamos tener noche de casino el jueves.— Propongo, más que nada para desviar la atención de mí, pero igual se me antoja la idea.

—No me hagan esto.— Dice Aaron. —He gastado todo mi dinero en condones.

—¿Qué?— Pregunta Tom extrañado.

—Bueno, es inicio de año, se vienen muchas fiestas y, ¿por qué gastar gasolina cuando puedes comprar todos de una vez y dar una sola vuelta?— Se excusa.

—Eres un imbécil.— Digo negando con la cabeza, pero luego la sacudo y decido fingir que no he escuchado nada. —Entonces, ¿noche de casino el jueves o qué?

—Yo me apunto.— Dice Tom.

—No me vendría mal demostrarles de nuevo quién es el rey.— Alardea Zack.

Todos los demás aceptan y luego vuelven a la conversación de la fiesta, y ahí es donde me pierdo de nuevo.

Cuando las clases terminan por completo, me subo a mi Jeep y me dirijo a la casa, dispuesto a darme una ducha e ir al gimnasio un rato. Al llegar, estaciono el auto y entro, oliendo un delicioso aroma.

—Justo a tiempo.— Escucho la voz de Zack a lo lejos. —El almuerzo está casi listo.

Sigo su voz hasta el comedor, pero retrocedo para darle un vistazo a la cocina. Algo no me cuadra, ¿qué será? ¡Ah, sí! Hay una rubia que sólo lleva lencería de encaje negro y tacones altísimos sacando galletas del horno. Cuando me mira, sólo me sonríe y me guiña el ojo, así que me apresuro a ir con los demás.

Aaron, Tom, Zack, Ashton y yo tenemos esta casa desde el año pasado. Consideramos a todo el equipo familia, tal vez a los nuevos todavía no tanto, o sea a los de primero, pero, aun así, nosotros cinco siempre hemos sido muchísimo más unidos, así que, ¿por qué no vivir juntos? Además era esto o una residencia y ahí no se puede tener privacidad, además la casa queda a quince minutos de la universidad, lo cual se nos da genial ya que tenemos la mala costumbre de despertarnos treinta minutos después de que el despertador comienza a sonar.

La casa es de madera, pero tiene muchísimas ventanas y no hay paredes que divida los salones, lo cual da un estilo más moderno, en el segundo piso hay cinco habitaciones, tenemos una piscina, un pequeño jardín y, al parecer, ahora tenemos cocinera.

—¿Se puede saber por qué hay una chica desnuda en nuestra cocina?— Digo señalando a mis espaldas.

Los cuatro, que están sentados ya listos para comer, me miran como si no entendieran el problema.

—Ah, hablas de Cindy.— Dice Zack al cabo de unos segundos. —Es nuestra nueva cocinera.

—Estoy seguro de que se llama Mindy.— Corrige Ashton. —Y no está desnuda, hombre, si no somos unos descarados.

Antes de poder decir nada, Cindy o Mindy, llega a la mesa y comienza a acomodar platos, uno con pasta, otro con ensalada, otro con carne, otro con con panes que huelen a ajo.

—Linda, ¿cómo te llamas?— Le pregunto.

—Lizzie.— Contesta con una sonrisa pícara.

—He estado más cerca yo.— Dice Ashton, sirviéndose ensalada.

La chica desaparece en la cocina y, aunque no sé cómo sentirme al respecto, no puedo desperdiciar esta obra de arte que huele a gloria, así que me siento a comer mientras que platicamos de cosas sin importancia.

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