Capítulo 5

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LUKE

Terminamos el entrenamiento y todos vamos a las duchas, jadeando como perros y sudando inhumanamente. El entrenador siempre ha sido muy duro, pero siempre es mucho peor al iniciar el año para que los de primero vayan entendiendo que los entrenamientos no son un juego, palabras de él, no mías, pero estoy completamente de acuerdo. Quiero decir, todos nos tomamos muy enserio el hockey, si no, no estaríamos aquí, pero este tipo de entrenamientos excesivos no nos dejan bajar la guardia ni un segundo y eso nos beneficia en el hielo.

Termino de ducharme y me cuelgo la mochila en el hombro mientras que seco un poco mi cabello con una toalla.

—¡Nos vemos en veinte minutos en mi casa para la noche de casino!— Grito, llamando la atención de todos. —El aviso va para los de tercero.— Recalco mirando a los demás.

Todos los chicos de primero y de segundo rápidamente regresan a lo suyo, menos uno, que pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. 

Ethan Williams. Escuché que era el capitán del equipo en el instituto y fueron campeones los tres años consecutivos que él estuvo en ese puesto. Lo veo jugar y, por más que odie admitirlo, no importa que sea de primero, es uno de los mejores del equipo.

—¿Te pasa algo, Williams?— Digo alzando la voz, claramente, todos dirigen su mirada a mí y luego al de primero.

—Nada, Davis.— Dice sin dejar de guardar sus cosas, en un tono que dice "que hueva discutir contigo".

Me acerco a él y le doy un pequeño empujón en el hombro para que me mire, él sólo suspira agotado.

—Deberías mostrarle un poco de respeto a tu capitán.— Susurro, para dar un aire amenazador y para mantener el misterio en los rostros que nos miran.

Los de primero nos miran un poco asustados, los de segundo sin ninguna expresión y los de tercero están cubriéndose las bocas para aguantarse la risa.

—No te he faltado al respeto.— Se encoge de hombros, como si mi presencia no le afectara en lo absoluto. —Pero creo que es una inmadurez anunciar algo frente a todos y luego decir que sólo algunos están invitados.

—¡Oh, lo siento!— Digo frunciendo el ceño, fingiendo estar preocupado. —He herido tus sentimientos.

Ethan suelta una pequeña risa, pero, cuando me mira, esa mirada divertida sigue en sus ojos y no puedo evitar que me moleste.

—No es eso, Davis. No sé cómo sean tus padres, pero los míos me han enseñado modales, eso es todo.— Se encoge de hombros de nuevo y comienza a dirigirse a la salida, pero se detiene antes de llegar y se da la vuelta para mirarme. —Y, antes de que preguntes, no, no me da vergüenza decir que tengo modales.

Y se va.

Mis amigos estallan en carcajadas que llenan toda la habitación, los de primero me están viendo con un aire divertido, pero cuando los miro, se aclaran la garganta y se apresuran a salir.

—Y, ¿a ustedes qué les pasa, idiotas?— Les digo a todos los que siguen riéndose.

—Hombre, creíste que asustarías al chico y te ha cerrado el hocico.— Dice Zack, con lágrimas en los ojos de tanto reír.

—Tiene agallas.— Dice Ashton, dándole una mordida a su barra de proteína. —Me agrada.

—Sí, las tiene.— Digo mirando la puerta por la que ha salido hace unos instantes. —Se nota a kilómetros que no sabe cómo son las cosas por aquí.

—Vamos, hermano, deja al pobre chico.— Dice Tom, poniendo una mano en mi hombro. —Sólo ha expresado sus sentimientos.

Y todos comienzan a reír de nuevo. Me quito la mano de Tom con una sacudida y les alzo el dedo mientras que voy a la salida.

—El que llegue tarde prepara los bocadillos.— Digo antes de salir.


Antes de ir a la casa, paso a comprar varias botellas de alcohol porque, aunque tenemos en la casa, es mejor que sobre a que falte. Cuando llego, meto la cabeza en la cocina con cautela y suspiro aliviado al ver que Winnie, o como se llame, no está ahí. Voy a la sala y la mesa redonda de cristal está cubierta con un mantel verde oscuro, las cartas y las fichas a están sobre la mesa y los chicos están sirviéndose tragos en la barra.

—Nada de fumar adentro si las ventanas están cerradas.— Digo arrancando el cigarro de la boca de Ashton y dejándolo en la mesa, él pone los ojos en blanco y se va a abrirlas.

Es una regla que yo he establecido: está completamente prohibido fumar dentro de la casa. La única excepción es la noche de casino, en donde se puede fumar adentro si todas las ventanas están abiertas.

Al cabo de unos minutos, ya estamos a la mitad de  la primera mano. Le doy un trago a mi whiskey y suspiro mientras todos esperamos impacientes a que Aaron haga algún movimiento, siempre ha sido el más tardado en pensar.

—Ya que nos quedaremos una eternidad aquí.— Digo mirando a Aaron, que no me escucha porque está muy concentrado mirando sus cartas con el ceño fruncido. —¿Por qué carajos han contratado a una cocinera?

—¿No es lindo?— Dice Zack. —Llegar a casa después de un duro entrenamiento y que esa muñequita tenga la comida lista.

—¿Debo preguntar con qué le están pagando?— Los miro con cautela.

—Ahora que lo mencionas, mañana te toca a ti.— Dice Ashton.

Los miro confundido por un segundo, pero al ver sus caras sé de qué están hablando.

—Ni hablar.— Digo negando con la cabeza.— Conocen mis reglas.

—Nos hemos turnado y le prometimos que todos lo haríamos.— Dice Tom.

—Ninguna chica duerme en mi habitación, lo saben.— Niego con la cabeza de nuevo.

—No tiene que dormir en tu habitación, puedes sacarla luego.— Dice Ashton.

—No tengo sexo con alguna chica que sé que veré de nuevo. La respuesta es no.

Todos suspiran y comienzan a sacar cuentas para ver quién es el siguiente en cogérsela si me han quitado a mí de la lista, hasta que Aaron hace un movimiento rápido y deja una carta mientras que toma otra de la mesa y todos comienzan a frustrarse.

—¡Carajo, no vi lo qué carta se llevó!— Grita Zack.

—Un nueve de corazones.— Digo fingiendo una tos.

—Gracias, hermano, te quiero tanto.— Dice Aaron sarcástico mientras me alza el dedo.

Y así, la noche de casino continúa, pero yo sólo estoy esperando a que den las doce.

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