Capítulo 14

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KRISTA

Los profesores entran, algunos nos dedican sonrisas y otros nos ignoran. Dejan sus cosas en la mesa y se acercan a la pequeña mesa en la que estamos Luke y yo. Nos van pidiendo los cafés preparados a sus respectivas maneras y los vamos entregando, Luke me sorprende haciendo malabares con los vasos, la cafetera, la leche y el azúcar, los sirve tan rápido y tan ágil que sus manos son sólo movimientos borrosos.

Cuando ya todos tienen café, Luke y yo nos sentamos en las sillas que hay junto a la mesita y nos quedamos en silencio. La junta comienza y yo aprovecho para sacar unas páginas que un profesor me ha dado y comienzo a leer, con la intención de llegar a mi habitación a hacer la tarea. El tiempo va pasando, algunos profesores se acercan a pedir más café de vez en cuando y Luke se pierde en su celular, lo atrapo mirándome varias veces, pero eso sólo significa que yo he volteado para mirarlo también.

Me pone muy nerviosa su presencia, pero, al mismo tiempo, me siento cómoda, no sé cómo explicarlo. Al cabo de dos horas, más tiempo del que yo creí, la junta termina y Luke y yo salimos a la calle en silencio.

—¿Te gusta el hockey?— Pregunta caminando a mi lado.

—Me gusta gritar en el público, claro.— Me encojo de hombros, haciéndolo soltar una risa ronca que me hace estremecer.

—Quiero decir, teniendo un novio que lo juega, me imagino que te ha enseñado un poco.

Yo niego con la cabeza.

—Nunca he puesto un pie sobre el hielo.— Admito.

Me detengo unos pasos después cuando noto que Luke ya no está a mi lado, me doy la vuelta y lo veo de pie mirándome con la mandíbula en el suelo y los ojos abiertos como platos. Pongo los ojos en blanco y me dedico a seguir caminando, pero intento disimular la risa que sale de mi garganta al verlo así.

—¿Sabes que tienes al peor novio del mundo verdad?— Dice después de trotar hasta mi lado. —¿¡Cómo es posible que nunca hayas patinado!?

—Tengo al mejor novio del mundo, pero no soy fanática del hielo.

Miento. La verdad es que siempre me ha gustado la idea de poder deslizarme con tanta fluidez como lo hace Ethan, pero siempre está ocupado en entrenamientos y partidos y yo nunca he querido sacar el tema porque sé que, cuando tiene tiempo libre, quiere hacer de todo menos patinar.

—No puedes decir eso si nunca has sentido lo que se siente patinar.— Dice Luke.

—No debe ser la gran cosa.

—¿¡No debe ser la gra...!?— Suelta un gruñido lleno de frustración. —Estar sobre el hielo es como caminar en las nubes. El aire frío te golpea, sientes cómo tu cuerpo queda liviano y, si estiras los brazos, sientes que estás volando.

Lo dice con tanta pasión que comienzo a sentir la emoción dentro de mí, puede ser un idiota, pero siempre es lindo cuando alguien habla sobre algo que le gusta.

—¿En serio te gusta, eh?— Lo miro.

Llegamos a mi auto y espero su respuesta.

—No hay nada más que ame en el mundo.— Dice encogiéndose de hombros.

Nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos a los ojos y su mirada es tan intensa que me deja inmóvil, pero luego me obligo a reaccionar y me aclaro la garganta antes de hablar para que mi voz no salga ronca.

—Ya debo irme, tengo tarea.— Digo mientras abro la puerta del auto.

—Nos vemos luego.— Dice metiéndose las manos a los bolsillos.

—No lo creo.— Digo con una sonrisa sarcástica.

Me subo al auto, arranco el motor y comienzo a alejarme. Miro por el retrovisor y veo que sigue ahí de pie, hasta que lo pierdo de vista.

Ya son casi las dos de la madrugada, me la he pasado todo este tiempo con los ojos pegados a la pantalla y los dedos al teclado haciendo la tarea. Un rato después, escucho unos golpes en la puerta de mi habitación. Me levanto de la silla extrañada, ya que no me llevo con ninguna chica de mi piso y no sé qué querría alguien a estas horas, pero mi corazón se queda atrapado en mi garganta cuando abro la puerta. Es Luke.

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