KRISTA
He perdido la cuenta de cuántos chupitos hemos bebido ya, lo único que sé es que he comenzado a reírme de, literalmente, todo. Llevamos dos horas en el bar y el estómago me arde de tanto reír, o tal vez sea el alcohol.
—¿Estás diciendo que tu gato es hembra y se llama Diablo?— Digo carcajeándome y dando palmadas en la barra.
—Es un secreto, Kris, no se lo vayas a decir a nadie.— Dice riendo igual que yo. —Yo sólo quería asustar a los niños y no iba a servir de nada si les decía que era hembra.
—¿Estás diciendo que las chicas no podemos dar miedo?— Digo cruzándome de brazos.
—Eso estoy diciendo.— Dice burlón.
—No quiero ni saber cómo me bajaré de esta silla.— Digo mirando el suelo. —Tú has sido el que me ha dado de más para beber, tú me cargarás fuera de aquí.— Bromeo.
Su mirada se vuelve oscura y, cuando se pone de pie, me levanta en el aire y me coloca sobre su hombro como un costal de papas, pero yo no puedo evitar de reír. Camina a la puerta hasta que el señor que me ha caído mal grita desde la barra:
—¡Tienen que pagar!
—Mierda.— Susurra Luke con una carcajada y se acerca a la barra. —Quédese con el cambio, ¡gracias!
Al llegar a la acera, mis pies vuelven a tocar el suelo y me tambaleo tanto que me estrello contra el pecho de Luke, pero él sólo me rodea la cintura con el brazo y me ayuda a mantenerme de pie.
—Creo que no deberíamos conducir.— Dice rascándose la nuca mientras mira su auto, haciéndome reír.
—¡Caminemos!— Grito emocionada.
—Son unos treinta minutos hasta tu residencia, no creo que lo aguantes.
—¿Perdona?— Poso mis manos en las caderas. —Yo soy toda una atleta, ¡claro que puedo caminarlo!
—De acuerdo.— Se encoge de hombros.
Miro por ambos lados de la calle y luego pregunto:
—¿Hacia dónde es?
Luke pone los ojos en blanco con una sonrisa en el rostro y me toma de la mano, entrelazando sus dedos con los míos, calentándome al instante con su roce, sólo quiero llevarlo a un callejón y comérmelo a besos, pero me contengo.
Comenzamos a caminar cuando el sol justo comienza a esconderse, dejándonos ver el atardecer más bonito que he visto frente a nosotros. No sé cuánto tiempo llevamos caminando en silencio, observando el alrededor, cuando mis pies comienzan a pedir ayuda. Me detengo y jalo a Luke de la mano.
—¿Estás bien?— Pregunta, tomando mi barbilla para mirarme a los ojos.
—Ya no puedo más, Luke.— Jadeo. —Pidamos un taxi.
—Vaya atleta.— Se burla.
—Es el alcohol.— Me quejo.
Me acaricia la mejilla y yo intento no desmayarme justo ahí. Se pone de espaldas a mí y se pone de rodillas.
—Vamos, sube.
No lo pienso dos veces porque, ¿abrazar a Luke lo que queda de camino?, claro que sí. Me trepo en su espalda y mis piernas se enredan en su cintura y mis brazos en su cuello. Asiento mi barbilla en su hombro y disfruto del paisaje, pero luego decido jugar un poco, así que hundo mi rostro en el hueco de su cuello y deposito un beso húmedo en su piel.
—Mierda. No hagas eso.— Gruñe mientras sus dedos se clavan con más fuerza en mis muslos.
—¿Por qué no?— Susurro en su oído y puedo sentir cómo tiembla.
—Porque faltan unos diez minutos para llegar y si sigues así no podre controlarme y te cogeré justo en este pavimento.
Sus palabras me hacen sonrojar como nunca antes y, debo admitir, que nos imagino teniendo sexo en la acera y la adrenalina recorre mi cuerpo, justo como me pasó cuando me dio un orgasmo en el armario de limpieza del campus.
No han sido diez, sino cinco minutos a mi residencia gracias a que Luke ha acelerado muchísimo sus pasos. Subimos por el elevador hasta mi piso y luego entramos a mi habitación, me deja caer en la cama y yo me carcajeo como una loca sin razón alguna. Se acuesta a mi lado y apoya su cabeza en su mano, mirándome fijamente.
—¿Por qué no te gusta que te digan Krista?— Pregunta.
—Porque parece un nombre muy serio y antiguo y lo odio.— Me encojo de hombros.
—Creí que iba a haber alguna explicación larguísima de algún trauma de tu infancia .— Ríe. —Yo creo que tu nombre es hermoso y único, te sienta a la perfección.
—¿Por qué desprecias tanto los cigarros?— Pregunto con curiosidad.
Luke suspira y se acuesta boca arriba, perdiendo su mirada en el techo, al igual que pasó cuando me contó lo de su madre, así que me acerco a él y me acurruco en su pecho, él enreda sus brazos alrededor de mí con fuerza.
—El año pasado le diagnosticaron cáncer a mi padre. Toda su vida había fumado y el doctor le dijo que eso le quitará lo que en realidad debería vivir, pero que si lo dejaba en ese instante podría ganarse unos años más. Se le hizo muy difícil dejarlo, no podía y, como yo igual fumaba en ese entonces, hicimos un juramento: él no fuma si yo tampoco lo hacía. No me gusta que fumes porque no quiero que nunca tengas un problema por ello, prométeme que lo dejarás. Por favor, Kris.
—Lo prometo.— Digo acurrucándome aún más en él.
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Secretos
Teen FictionKrista llega a su primer año de universidad junto con su mejor amiga y su novio. Todo pinta bien hasta que, en una fiesta, se le van las copas y termina acostándose con un desconocido. Decide dejar el error en el pasado y no decirle a nadie, pero es...