Capítulo 33

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KRISTA

Luke está en mis pensamientos todo el tiempo, día y noche. Cada segundo del día mi piel ruega por la suya y mi mente sigue repitiendo el día del viernes, cuando estábamos en la rueda de la fortuna, cuando me di cuenta de que, por más estúpido que sea, estoy comenzando a quererlo, a quererlo de verdad. Mierda, estoy comenzando a enamorarme de él.

—Kris, ¿me has oído?— La voz de Matt interrumpe mis pensamientos.

Hoy es lunes, estoy en el almuerzo con los chicos y me he perdido toda la plática porque he estado muy ocupada mirando a la mesa que está a unos metros de la nuestra, en donde Luke y sus amigos platican alegremente, pero, de vez en cuando, nuestras miradas se conectan y las mariposas en mi estómago revolotean con fuerza, quitándome el apetito.

—No, lo siento, ¿qué has dicho?— Miro a Matt, obligándome a no mirar a Luke de nuevo.

—Habrá una fiesta el viernes. No éste, el próximo.— Dice con una sonrisa. —Es en la casa de los de tercero, tal vez podamos repetir el beer pong con Aaron y Zack.

¿En casa de Luke?, ¿con Ethan? No, gracias.

—No lo sé, Matt.— Juego mi tenedor nerviosamente. —Debería enfocarme en estudiar los fines de semana.

Estúpida excusa, lo sé, pero es algo.

—Oh, vamos, peque.— Dice Ethan. —No hemos ido a una fiesta juntos desde que llegamos aquí.

—Será divertido, Kris, nos la pasaremos bien.— Dice Ashley.

—De acuerdo.— Digo forzando una sonrisa que no sale como esperaba.

Los chicos celebran con aplausos y aullidos, lo que llama la atención de Luke, nos miramos justo antes de que Ethan voltee mi rostro y me plante un beso en los labios. No lo soporto más y me levanto de la silla de un golpe.

—¿Estás bien?— Me pregunta extrañado.

—Sí, umm... Recordé que debo ir por unos libros a la biblioteca, nos vemos luego.

Camino a paso apresurado y, cuando paso por la mesa de Luke, sus ojos se clavan en los míos lo suficiente como para saber que el beso lo ha enojado. Lo ignoro y me dirijo a mi auto, una vez dentro, conduzco hasta mi residencia y me encierro en mi habitación.

¿Qué mierda estoy haciendo? Engañando a mi novio con el chico que está comenzando a robarse mi corazón, pero que jamás me dará el suyo, así que, ¿por qué no termino con Ethan? La excusa sentimental es que no puedo romperle el corazón así a Ethan porque no se lo merece, la excusa egoísta es que sé que, cuando Luke se aburra de mí y me dejé a un lado, Ethan estará ahí para arreglar los daños sin siquiera saberlo.

He pasado unos cuarenta minutos mirando el techo y pensando en lo mucho que ha cambiado mi vida desde que pise la casa de los de tercero cuando unos golpes en la puerta me sobresaltan. Camino hasta la puerta pensando en qué puedo decirle a Ethan para que se vaya y me dé tiempo a solas, pero no es Ethan, es Luke.

—¿Puedo saber cómo entras al piso sin que yo te abra?— Pregunto cruzándome de brazos.

—Soy Luke Davis.— Dice con aire superficial. —Puedo tocar cualquier timbre y las chicas me abrirán sin pensarlo dos veces.

Idiota.

—¿Qué quieres, Luke?— Pregunto sin humor.

—Bueno, parece que estás teniendo problemas de chicos.— Dice metiéndose las manos en los bolsillos.

—¿Tú crees?— Bufo.

—Los problemas no se resuelven encerrándose en una habitación y pensando en ellos.

—Lo sé, se resuelven enfrentándolos con valentía y buscando la solución correcta.— Digo con tono cansado de la típica frase de los adultos.

—¿Quién dijo esa estupidez?— Ríe con amargura. —Los problemas se resuelven en la barra de un buen bar. Vamos, yo invito la primera ronda.

Estoy molesta, confundida, estresada, triste y, aún así, este chico logra sacarme una risa. No discuto con él ya que sé lo testarudo que es, pero igual no lo hago porque quiero ir, no lo he visto desde el viernes y quiero pasar más tiempo con él.

Quince minutos después llegamos al bar y nos sentamos en las sillas altas que hay en la barra.

—¿Vodka?— Me pregunta.

—Tequila.— Digo dejando caer mi cabeza en la barra, pero luego recuerdo todos las bacterias que debe tener y me levanto de nuevo.

—¿Tequila? A eso le llamo beber. Dos tequilas, por favor.

El señor que está detrás de la barra, gordo y con rostro arrugado me mira con una expresión de odio total.

—¿No tienes como quince años?— Me pregunta con mala gana.

Luke comienza a carcajearse tanto que es lo único que me detiene para no darle un puñetazo al viejo. Saco mi identificación del bolso y se la muestro, la examina, paseando su mirada de ella a mí muchas veces hasta que, al final, bufa y se va.

Un minuto después, dos diminutos vasos con un líquido oscuro caen en la barra.

—Por los quince años.— Dice Luke alzando su vaso en el aire.

Pongo los ojos en blanco y me bebo el líquido de un trago. Siempre he podido beber el tequila con normalidad, pero el alcohol de este bar debe tener algo diferente porque quema mi garganta como ácido.

—Dos más.— Digo alzando la voz para que el señor pueda escucharme.

—¿Dos más?— Luke me mira con una sonrisa burlona y retadora.

—Dos más.— Contesto.

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