Capítulo 9

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LUKE

-¿Quieres quedarte un rato?- Pregunto antes de que salga por la puerta y me doy una bofetada mental al escuchar lo patético que sueno.

-¿Por qué me quedaría?- Me mira, con una sonrisa burlona en los labios que me hace confirmar que quiero que se quede.

-No lo sé.- Me encojo de hombros. -La fiesta parece un poco aburrida y no me vendría mal compañía.

Suspira y cierra la puerta a sus espaldas, camina hasta la cama, se quita las botas de un jalón y se deja caer en el colchón. Suelta un suspiro aliviado y me río al ver su rostro lleno de felicidad.

-No sabía lo cansada que estaba hasta tocar esta cama.- Dice sin abrir los ojos.

-A veces pasa.- Me encojo de hombros.

Por un segundo me planteo la idea de acostarme a su lado, pero no quiero que piense que tengo otras intenciones y que salga corriendo, así que no me muevo, hasta que ella se incorpora apoyándose sobre sus codos y me mira divertida.

-No muerdo.- Dice y, por como se muerde el labio, sé que está aguantando una risa.

Me siento extraño, muy extraño. Nunca había conocido a una chica así, que me trate con tanta indiferencia y que, al mismo tiempo, se ponga ruda. Me quito los zapatos y me acuesto a su lado, pero dejo un espacio considerable en los dos.

Nos quedamos en silencio, mirando el techo, hasta que no aguanto más y la miro por el rabillo del ojo. Sus pechos suben y bajan al ritmo de su respiración y los huesos de sus caderas se saltan, haciéndome imaginar que la tomo por ahí y me la cojo hasta que no puede respirar. De pronto mi pene comienza a crecer y maldigo entre dientes, pero tampoco planeo martirizarme, está bien si me rechaza, aunque sería extraño sentir el rechazo por primera vez, pero no pierdo nada intentándolo.

Me subo sobre ella y apoyo mi peso con una mano, abre los ojos y me miran con miedo y, al mismo tiempo, con deseo y esa combinación me mata.

-¿Qué haces?- Tartamudea, tragando saliva sonoramente.

-¿Te he puesto nerviosa?- La reto.

-No.- Dice sin más, pero la voz le tiembla y los dos sabemos que hacerse la ruda no ha funcionado.

Me acerco lentamente y ella no se mueve, así que creo que tengo pase libre. Acerco mis labios a los suyos, pero sólo los rozo, para después, comenzar a besarle el cuello. Suelta una bocanada de aire cuando mis labios la tocan y me encanta. Voy paseando mis labios y, cuando llego a su mandíbula, tiembla debajo de mí y coloca una mano en mi nuca mientras que la otra juega con mi cabello. Decido no torturarla más porque también me estoy torturando a mí mismo, así que la beso.

Me devuelve el beso con más pasión, así que le sigo el ritmo. Sabe increíblemente bien, entre tequila y menta y no puedo evitar soltar un gruñido cuando su lengua caliente se cuela entre la mía. Los pequeños jalones que le da a mi cabello se sienten extremadamente bien y, cuando mis manos comienzan a recorrer su cuerpo, se siente aún mejor.

Me quito la camisa de un golpe, intentando acelerar el paso porque mi pene no aguanta más. Ella hace lo mismo y su lencería blanca casi hace que comience a babear, casi. Deslizo mi mano bajo su espalda y me deshago del sostén con un movimiento, sus preciosos pezones rosas quedan en el aire y atrapo uno en la boca mientras que le doy un masaje al otro, haciéndola gemir. Ese sonido me atraviesa, pasando por todos mis huesos hasta llegar a la punta de mi miembro ya duro.

Sus manos comienzan a buscar el cierre de mi pantalón y se deshace de él antes de que yo pueda ayudarla, así que me dedico a hacer lo mismo con el suyo, dejándola en ropa interior. Mientras continúo con su pecho, sus manos se mueven por mi abdomen hasta llegar a mis calzoncillos, los baja un poco y saca mi pene. Dejo de hacer lo que estoy haciendo para bajar la mirada y echarle un vistazo a lo que pasa por ahí, sus pequeñas manos me acarician con tanta determinación que la respiración se me corta. La miro y el brillo de picardía que tiene en los ojos la hace ver increíblemente sexy.

Hago lo mismo que ella ha hecho y meto mi mano entre nuestros cuerpos para meterla dentro de sus bragas. Gimo al notar lo mojada que está y ella pega un pequeño grito cuando mis dedos entran en ella con fuerza. Los muevo con rapidez, haciendo que ella igual acelere el ritmo de sus manos, se retuerce debajo de mí y tengo que recordarme que sólo nos estamos masturbando, no puedo venirme todavía, pero, carajo, se siente extremadamente bien. He estado con bastantes chicas, tantas que a veces cuando estoy cogiendo comienzo a organizar mi agenda del día siguiente en mi cabeza, pero mis ojos no pueden dejar de ver el precioso cuerpo que tengo debajo de mí, no puedo pensar en otra cosa.

Estiro la mano y saco un condón que hay en el cajón que está junto a mi cama, me lo coloco rápidamente y froto mi pene contra ella, sólo para darle la oportunidad de pensar si de verdad quiere hacerlo, pero cuando sus caderas comienzan a alzarse, la respuesta es más que clara.

La penetro lentamente y ella clava las uñas en mi espalda mientras suelta un suspiro. La beso de nuevo y, conforme el beso va tomando más fuerza, las embestidas también. Entro y salgo de ella con tanta fuerza que me da miedo lastimarla, pero sólo tengo que verle el rostro para saber que le está encantando. Suelta pequeños gemidos de vez en cuando, apenas audibles, y por la fuerza con la que tiene cerrados los ojos, sé que se está conteniendo. Acelero el ritmo, pero no logro nada, así que paso al plan B.

Comienzo a besarle el cuello y mis labios juguetean con el lóbulo de su oreja antes de susurrarle:

-Nadie te escuchará.- Sólo obtengo un gruñido de su parte. -Vamos, no te contengas, gime.

Le doy una fuerte embestida y abre los ojos de golpe mientras que suelta un gemido que me destroza. Ya está, la he desarmado, ahora sus gemidos inundan mis oídos y me dan energía para continuar con más dedicación, sus gemidos tienen el tono de niña inocente y eso es algo que mata a cualquiera, así que la beso de nuevo para silenciarla y evitar venirme en este momento.

Sus pequeñas manos me empujan por el pecho y yo decido dejarme caer. No me salgo de ella cuando se sienta sobre mí, apoyando el peso en sus rodillas, pero cuando comienza a bajar lentamente, dejándome entrar más profundo, gruño con frustración, me está torturando y a propósito.

Comienza a saltar y, puta madre, me tiene en donde quiere. Ese cuerpo que parece tan frágil está brincando sobre mí y me está volviendo loco. La tomo de las caderas y la ayudo a brincar con más fuerza. Al cabo de unos minutos, me siento y nuestros pechos jadeantes se juntan, muevo mis caderas para embestirla con mucha rapidez y ella comienza a besarme el cuello para calmar sus hermosos gemidos, pero decide no contenerse y alza la cabeza, pegando su mejilla contra la mía y sus labios quedan junto a mi oreja, obligándome a escucharla más cerca.

Siento como comienza a apretarse alrededor de mí y sé que está a punto de venirse, así que acelero mis movimientos para ayudarla. Al cabo de unos segundos, aferra sus uñas a mi piel, se retuerce sobre mí y pega un grito ahogado, que es lo suficientemente sexy como para hacer que yo igual me venga.

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