Capítulo 13 ⚔ Arkela

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Arkela


Las doncellas revoloteaban por la cámara de Sarela como mariposas inquietas, aunque no había nadie más ansioso que ella en ese momento.

Sarka Leskuren estaba sentada sobre el amplio lecho con las manos cruzadas en el regazo y una expresión ausente. Lucía un vestido azul oscuro que resaltaba la palidez de su piel y el color de sus ojos. Llevaba el largo cabello rubio recogido en dos trenzas cruzadas.

Seguramente rompería muchos corazones cuando alcanzara la juventud y para eso no faltaba mucho. Pero por el momento, el único corazón que parecía estar roto, era el suyo. Miraba por la ventana con los labios torcidos hacia abajo como si hubiera perdido algo muy importante. La alegría, tal vez.

Se parecía tanto a Katrysa, pensó Arkela, con esa timidez y esa amargura tan poco frecuentes en alguien tan joven. No dejó de recriminarse y de preguntarse cómo fue que no le prestó más atención a su hermana pequeña, cuando era tan evidente que pedía ayuda a gritos a través de su silencio.

-¿Sarka? – dijo Sarela - ¿Quisieras ayudar a mis doncellas con las flores?

La niña se volvió hacia ella y bajó de la cama.

Una de las jóvenes le entregó una canasta con lirios blancos y rojos. Sarka les iba entregando las flores a las doncellas mientras ellas trenzaban el largo cabello castaño rubio de Sarela.

Arkela había conocido a Nikarela Asmekuros porque era prima de su padre, y notó con gran sobrecogimiento lo mucho que Sarela se parecía a ella, a diferencia de Bastenon y Fakurya que habían heredado los rasgos del Rey Elysendro. Le hubiera encantado decirle que se veía igual de bella que su madre, pero Arkela no quería entristecer a Sarela.

-Gracias – Sarela le sonrió a Sarka, aunque fue un gesto más bien triste-. No sé qué haría si tú no estuvieras aquí.

Sarka asintió con una sonrisa forzada.

-Sigo creyendo que hubiera sido mejor posponer la fiesta y darle más tiempo a mi hermano de llegar – insistió Sarela con un mohín pesaroso.

Arkela había pasado gran parte de la tarde intentando convencerla de no cancelar la fiesta y a pesar de que podía ver la desolación en su rostro, ella sabía que Sarela quedaría mucho más devastada si se posponía porque eso le haría creer que si Bastenon no se preocupaba por estar presente en un día tan especial, quería decir que ella no era tan importante para él.

-Esta noche es para ti, Sarela – repuso -. Disfruta de tu fiesta y trata de no pensar en tu hermano. Se trata de ti y no de él, no lo olvides.

Arkela no quiso despotricar de Bastenon delante de Sarela, pero ya le tenía bien preparada una larga reprimenda una vez que se dignara a honrarlos con su regia presencia.

-Lo sé, pero era él quien debía escoltarme al Recinto Real y bailar conmigo, ya que mi padre... no está.

Arkela la miró con un hondo pesar. Sarka Leskuren se acercó y la abrazó por detrás, sin llegar a aplastar los lirios que adornaban su cabello.

-Alguno de mis hermanos puede bailar contigo, o incluso Egneton si lo prefieres – ofreció Arkela.

Sarela sacudió la cabeza.

-El señor de Anarkalia es tu esposo y querrá estar a tu lado – repuso alisando las arrugas inexistentes de su vestido -. Tu hermano Alakron también irá con la princesa Tarsia y el príncipe Eduryon no se separará de Orzekel hasta que mejore.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora