Capítulo 18 ⚔ Arkela

102 37 1
                                    


Arkela


-¡Ella no puede ser la señora de Naresya! – replicó Kresyo Qasteen al instante y su larga barba se sacudió – Es muy joven para asumir el mando de un señorío tan grande.

Egneton encogió los hombros.

-Yo me convertí en el señor de Anarkalia a los doce años, Kresyo, y Danysa Sailekon – la señaló con una inclinación de cabeza - tomó las riendas de Linarkos a los trece.

Arkela lo recordó. Un niño de cabello azul puntiagudo hablando frente al consejo de Anarkalia, nombrando nuevos consejeros y reemplazando a aquellos que apoyaron el mandato mezquino de su hermano Virko. Sikaron, Eduryon y ella habían viajado a Anarkalia en honor a la amistad y las viejas alianzas que los Asmekuros tenían con los Paltrek. También acudieron para brindarle apoyo al nuevo señor.

Pero Egneton Paltrek no necesitó ese apoyo y tomó cada decisión con la seguridad de un hombre. A pesar de su juventud, Arkela sintió un revoloteo agradable en su estómago desde la primera vez que lo vio.

-Usted era el último descendiente de su casa, príncipe Egneton – masculló el señor de Qasteen -, y la señora de Linarkos contrajo matrimonio con el príncipe Venarko; de manera que no tuvo que cargar con el peso de gobernar sola.

Danysa se irguió con gracia, pero Arkela vio que los hombros se le tensaban de indignación.

-Mi unión con el príncipe Venarko fue por amor, Kresyo – dijo -, no porque me intimidara la perspectiva de gobernar Linarkos sola. Pude mantener el señorío en orden y en paz durante los dos años que no estuve casada.

Kresyo ni siquiera la miró y siguió hablando como si no la hubiera escuchado.

-Hay otra razón por la que ella no puede ser la señora de Naresya y es que la legítima heredera es la princesa Xilenya, como la hija mayor.

La intención del señor de Qasteen era seguir hablando, pero en cuanto la figura imponente e inesperada que surgió de las puertas laterales, todos se volvieron hacia ella, perplejos y asombrados. Incluido él.

-Siga hablando, Kresyo Qasteen – lo alentó Fakurya Iskaleon. Se sentó sobre la mesa con elegancia y el vestido púrpura de seda que lucía se deslizaba suavemente sobre la madera como si fuera líquido -. Mi intención no era interrumpirlo.

Arkela también estaba más que sorprendida. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vio a Fakurya. Todos los Asmekuros volaron hacia el Castillo Oscuro en cuanto se enteraron de que ella había sido atacada por Xilenya Darsenkus.

Ella había velado el sueño de Fakurya durante algunas noches y recordaba, con un estremecimiento profundo, los horribles gemidos que ella emitía a consecuencia del dolor.

Debido a que el puñal con el que Xilenya la hirió estaba hechizado, los maestres no pudieron aplicar los brebajes que mitigarían las cicatrices. De modo que el rostro de Fakurya nunca sanó correctamente y tendría aquel aspecto siempre.

Sin embargo, no parecía que aquello la cohibiera demasiado porque se había trenzado el largo cabello negro de manera que su cara quedaba completamente al descubierto.

Todos miraban esas líneas hondas y largas que marcaban su rostro. Rava Darsenkus seguía de pie y no podía estar más impresionada.

-¿Fakurya? – dijo Bastenon en voz baja, mirándola de frente. Su expresión era impasible, aunque había preocupación en sus ojos dorados - ¿Estás bien? ¿Por qué abandonaste tu cámara?

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora